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Todos somos «ocupas»

Fuentes: Sin Permiso

Traducción para Sin Permiso de Lucas Antón

El martes por la mañana [15 de noviembre], la policía desalojó el Parque Zuccotti, pero hoy la gente ha regresado. La policía debería entender que esta protesta no se centra en una batalla en torno al terreno. No luchamos por el derecho a ocupar un parque aquí y allá. Luchamos por la justicia. Justicia no sólo para el pueblo de los Estados Unidos sino para todos.

Lo que habéis conseguido desde el 17 de septiembre, fecha de inicio del movimiento «Ocupa…» es introducir una nueva imaginación, un nuevo lenguaje político en el corazón del Imperio. Habéis reintroducido el derecho a soñar en un sistema que intentaba convertirnos a todos en muertos vivientes hipnotizados para equiparar el consumismo insensato con la felicidad y la plenitud.

Como escritora, dejadme que os lo diga, se trata de un logro inmenso. No me basto para daros las gracias.

Hablamos de justicia. Hoy, mientras hablamos, el ejército de los EE. UU., libra una guerra de ocupación en Irak y Afganistán. Aviones estadounidenses no tripulados matan civiles en Pakistán y más allá de sus fronteras. Decenas de miles de soldados y escuadrones de la muerte estadounidenses se desplazan hacia África. Por si no fuera suficiente gastar miles de millones para administrar la ocupación de Irak y Afganistán, se eleva la voz para hablar de una guerra contra Irán.

Desde la Gran Depresión, la fabricación de armas y la exportación de la guerra han sido formas claves de estimular la economía de los EE. UU. Sólo últimamente, con el presidente Obama, los EE. UU. han concluido un acuerdo de venta de armas a Arabia Saudí por valor de 60.000 millones de dólares. Esperan vender miles de revientabúnkeres a los Emiratos. Han vendido aeronaves militares por valor de 5.000 millones de dólares a La India, mi país, que tiene más pobres que todos los países pobres de África juntos. Todos estos conflictos, desde el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki a Vietnam, Corea, América Latina, han costado millones de vidas, y todos se han librado para garantizar el «American way of life«, el «modo de vida americano».

Hoy sabemos que el «modo de vida americano» -el modelo al que se supone que ha de aspirar el resto del mundo- ha ocasionado que cuatrocientas personas posean la misma riqueza que la mitad de la población de los EE. UU. Ha significado que miles de personas se quedaran sin casa y sin trabajo mientras el gobierno estadounidense rescataba bancos y empresas: sólo American International Group (AIG) recibió 182.000 millones de dólares.

El gobierno de la India rinde culto a la política económica estadounidense. Como resultado de los veinte años de economía de libre mercad, en la actualidad las cien personas más ricas de la India poseen activos por valor de un cuarto del PIB del país mientras más del 80% de la población del país vive con menos de cincuenta céntimos de dólar al día; 25.000 campesinos, atrapados en una mortífera espiral, se han suicidado. A esto le llamamos progreso, y hoy nos creemos una superpotencia. Como vosotros, estamos bien cualificados, disponemos de armas nucleares y de una obscena desigualdad.

Las buenas noticias se resumen en que la gente ha dicho basta y ya no va aguantar más. El movimiento «Ocupa…» se ha sumado a otros millares de movimientos de resistencia en todo el mundo en los que las gentes más pobres se alzan y paran en seco a las grandes empresas. Pocos de nosotros soñábamos con veros a vosotros, el pueblo de los EE. UU., a nuestro lado, tratando de hacer esto mismo en el corazón del imperio. No sé cómo comunicaros la inmensidad de lo que esto significa.

Ellos (el 1%) dicen que no tenemos propuestas… no saben, tal vez, que sólo nuestra ira bastaría para destruirlos. Pero hay algunas cosas -unos cuantos pensamientos «pre-revolucionarios» que se me han ocurrido- para que reflexionemos conjuntamente:

Queremos poner un tope [«cap»] a este sistema que fabrica desigualdad. Queremos ponerle un tapón [«lid»] a la acumulación sin restricciones de riquezas y propiedades por parte de individuos y grandes empresas. Como «topistas» [«cap-ists»] y «taponistas» [«lid-ists»] [1], exigimos:

• El fin de la propiedad transversal en el sector empresarial. Por ejemplo, los fabricantes de armas no pueden ser propietarios de emisoras de televisión, las grandes empresas mineras no pueden gestionar periódicos, las organizaciones empresariales no pueden subvencionar universidades, las empresas farmacéuticas no pueden controlar fondos de salud pública.

• Los recursos naturales y la infraestructura esencial -suministro de agua, electricidad, sanidad y educación- no se puede privatizar.

• Todos deben gozar del derecho a una vivienda, a la educación y la salud.

• Los hijos de los ricos no pueden heredar la fortuna de sus padres.

Esta lucha ha vuelto a despertar nuestra imaginación. En algún hito del camino, el capitalismo redujo la idea de justicia para que diera a entender sólo «derechos humanos», y se volvió blasfema la idea de soñar con la igualdad. No luchamos por pequeñas ajustes a la hora de reformar un sistema al que hay que substituir.

Como «tapista» y «taponista», saludo vuestra lucha.

Salaam y Zindabad [Salud] .

Texto de la alocución dirigida por la autora a la Universidad Popular de la Plaza Washington de Nueva York reunida en la Justin Memorial Church el 16 de noviembre de 2011.

Nota del t .: [1] Como es evidente, Roy juega con la similitud fonética entre las sílabas de»capitalists» y las palabras «cap» y «lid» que significan ambas «tope», «tapa» o «tapón».

Arundhati Roy (1961), notable novelista y guionista india, conocida por obras como El dios de las pequeñas cosas, por el que obtuvo el premio Booker en 1997, es también una valerosa y afamada activista perseguida en su país por sus protestas contra las pruebas nucleares, los macroproyectos hidráulicos y su denuncia de la situación del campesinado.

Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4566 

rCR