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Salta el tablero de Camp David

Fuentes: Página12

De los efectos geopolíticos generados por los acontecimientos de Egipto, el más significativo es el golpe demoledor sobre el tablero subregional armado en Camp David hace treinta y tres años. Lo que tenemos ante nuestros ojos es similar a lo que vivimos en 1979 en Irán para toda la subregión del golfo y el norte […]

De los efectos geopolíticos generados por los acontecimientos de Egipto, el más significativo es el golpe demoledor sobre el tablero subregional armado en Camp David hace treinta y tres años. Lo que tenemos ante nuestros ojos es similar a lo que vivimos en 1979 en Irán para toda la subregión del golfo y el norte euroasiáticos. Eso vale para el petróleo y sus vías de distribución mundial, cuyo 68 por ciento trafica día y noche por los canales interoceánicos entre el Canal de Suez y el Golfo Pérsico, y de las cuales dependen la sustentabilidad urbana de Rusia, China, India, Europa occidental y Estados Unidos. Es el tamaño de la cosa en juego.

Pero no hay que descuidar segmentos clave en la estabilidad social de Medio Oriente y norte de África, como el turismo, el comercio de granos y los productos semiindustriales livianos. El desarrollo de las burguesías regionales que antes gravitó alrededor del Golfo Pérsico, hoy depende básicamente de Egipto. Esto incluye sobremanera a las de Israel y Palestina, sometidas a la misma urdimbre de un consumo tan nuevo como amplio y regionalizado. Del actual Egipto dependen alrededor del 38% del comercio de Israel con el mundo árabe y más del 60% del palestino. En 1979, una ecuación similar determinaba el equilibrio regional en el Golfo Pérsico: más del 30% del comercio turco y el 40% del iraquí se sostenían en la poderosa economía petrolera armada por EE.UU. en el Irán del sha Reza Pahlevi (El lobby israelí, J. Mearsheimer y S. Walt, págs. 93, 95, 145 y 146).

Si esa tupida red de economía, inversiones y comercio es determinante, imaginemos el grado que adquiere cuando lo traducimos a la sensitiva esfera de la geopolítica, última garante de todo lo demás. En esta oportunidad, sólo uno de aquellos dos imperios debe soportar los costos y sus gravísimos riesgos. La Unión Europea anda tan enflaquecida como sistema de poder internacional, que no fue capaz de prever nada de lo que ocurre donde fueron imperios dominantes. Menos mal. Así lo confirma Frederick Bouchard, director de Cahiers de l’Orient: «La UE no estuvo presente en su desarrollo». Israel clama por una acción contenedora urgente desde la UE, Rusia y EE.UU. porque en Egipto se le puede ir su propia estabilidad. De allí su involucramiento directo en El Cairo y en la frontera sur, a través de su cuerpo de asesores políticos y espías estacionados, como me informa una corresponsal latinoamericana en Egipto.

Camp David se armó en septiembre de 1978 para tratar de cerrar tres décadas de guerras y enfrentamientos sin pausa entre el enclave de Israel y sus renuentes vecinos árabes, cuyo centro es la causa palestina. «El tratado entre Egipto e Israel ha sido el avance más notable en la pacificación de Medio Oriente», dice Reynolds (pág. 346). Eso no fue tan fácil, como sabemos. Pero no hubo antes ni después un pacto de contención regional con los alcances de aquel firmado por Sadat y Begin ante la dentífrica sonrisa de Carter. Entre sus diez objetivos de largo alcance geopolítico, dos involucraban al resto del planeta: el petróleo y el uso de las armas nucleares, como confesó en sus memorias Henry Kissinger. Por segunda vez en veinte años, desde los misiles rusos en Cuba, en 1973 se activó un «Alerta nuclear tipo 3». El colapso de los precios del crudo en octubre de 1973 fue apenas la expresión comercial del riesgo político-militar en ciernes. Camp David se hizo para tratar de cerrar eso.

Como cuenta el autor en Cumbres. Seis encuentros de líderes que marcaron el siglo XX, fue la reunión más elaborada de cuantas apadrinó el dueño del mundo: «Se sucederían 23 borradores antes de acabarse la cumbre». Lo que está saltando en pedazos es mucho más que 30 años de dictadura pro-yanqui de Mubarak. Túnez y las rebeliones sociales en Jordania, Argelia, Yemen y Sudán, además del corredor geopolítico entre El Cairo, Tel Aviv y Siria contra Palestina, son las partes de un solo tablero armado en Camp David. Para bien del mundo árabe, se está haciendo trizas.

Modesto Emilio Guerrero. Periodista y escritor venezolano.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-161723-2011-02-04.html