Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Al público en EE.UU. no le gusta lo que sucede y todo un 81% piensa que el país va en la dirección equivocada. Pero no parece que haya gran cosa que el público pueda hacer al respecto. Hubo una opinión generalizada de que la elección de 2006 fue una votación contra la guerra de Iraq, pero los victoriosos demócratas no emprendieron ninguna acción de importancia para detener de la guerra o por lo menos para hacer un alto, y menos aún, abolir los ataques de Bush contra el gobierno constitucional, y han dejado a cargo al impotente y desacreditado ‘Gran Decididor’, con un flujo permanente de fondos adicionales para escalar la guerra de Iraq.
Aún mas espectacular ha sido que Bush-Cheney parecen estar en camino hacia una guerra contra Irán, y los demócratas, mientras hacen unos pocos reproches, en realidad han dado a Bush-Cheney una base casi legal para atacar a Irán, al remover Pelosi de la ley de financiamiento de la guerra en Iraq una cláusula que exigía que Bush obtuviera la aprobación del Congreso antes de comenzar una guerra contra Irán, y al votar unánimemente los demócratas en el Senado por la ley Kyle-Lieberman que declaró «organización terrorista» al Cuerpo de Guardias Revolucionarios Islámicos, un segmento del ejército iraní. Hay numerosos otros indicios de un posible ataque de EE.UU. contra Irán en los próximos meses por parte del gobierno impotente – la remoción del almirante William Fallon del puesto de jefe del Comando Central y su reemplazo por el perrito faldero de Bush David Petraeus; el reciente énfasis de Petraeus-Crocker sobre la presunta participación de Irán en la guerra de Iraq; el refuerzo adicional de las fuerzas navales de EE.UU. en el Golfo Pérsico; advertencias abiertas de que el ataque militar constituye una opción bajo consideración (Ann Scott Tyson, «U.S. Weighing Readiness for Military Action Against Iran,» Washington Post, 26 de abril de 2008); el financiamiento por el Congreso de más bombas «revienta-búnkeres» y más bombarderos para transportarlas – todos sin una reacción seria del Partido Demócrata o preocupación y oposición de los medios de información y de la «comunidad internacional». El jefe de la ONU, Ban Ki-Moon, está muy molesto por las acciones represivas de China en Tibet, pero no dice nada sobre la posibilidad de otro «supremo crimen internacional» contra Irán, la forma de acción que fue el principal enfoque de la Carta de la ONU bajo la cual se supone que actúe Ki-Moon.
Abundan otras dificultades. Las guerras en Afganistán y Pakistán continúan y crecen, con la determinación de EE.UU. y de la OTAN de imponer su versión de «estabilidad» en esos lejanos países. Los israelíes siguen expandiendo asentamientos y siguen tiranizando despiadadamente a la población de la franja de Gaza, con un apoyo incesante de EE.UU. y la «comunidad internacional.» Las potencias occidentales (sobre todo EE.UU., Gran Bretaña, Francia, e Israel) trabajan todas hacia la mejora de sus armas nucleares y sólo apoyan de un modo muy selectivo el Tratado de No Proliferación, adaptándose a las acciones de EE.UU. hacia la guerra con Irán; y siguen aumentando los presupuestos y las ventas de armas. El crecimiento económico de China e India y el avance hacia combustibles basados en etanol han ayudado a elevar el precio del petróleo y de los alimentos, amenazando una importante crisis de escasez de alimentos en todo el globo. La desigualdad de ingresos sigue progresando dentro y entre países bajo el régimen del neoliberalismo (es decir, una guerra de clases avanzada). No se ha tomado ningún paso importante para encarar el desafío del calentamiento global y, de hecho, la industria del carbón y centrales eléctricas a carbón se expanden en China y otros sitios. Finalmente, el crecimiento basado en el endeudamiento y en la especulación en EE.UU. ha producido una crisis financiera y económica, que no ha sido resuelta, dentro y fuera de ese país, y el que no se haya agregado ninguna regulación nueva para limitar el mercado del casino financiero es de mal agüero para la estabilidad futura.
Podría argumentarse, sin embargo, que hay muchas esperanzas en el desprestigio del gobierno Bush-Cheney y su eventual reemplazo por un gobierno demócrata en 2009. Esta esperanza podría ser engañosa o por lo menos seriamente exagerada. No reconoce que los problemas y amenazas se basan en hechos estructurales que no serán alterados por los resultados de la elección y que son realmente discernibles en el propio proceso electoral. Un hecho es el poder del militarismo de EE.UU., centrado en el complejo militar-industrial (MIC, por sus siglas en inglés), incluyendo al Pentágono, al vasto ejército de contratistas (47.000 contratistas de primera línea, más de 100.000 subcontratistas, según un cálculo), a su base de apoyo en el resto de la comunidad de negocios y financiera, y a los empleados del MIC – pero que se extiende al lobby de Israel estrechamente relacionado, a la derecha cristiana y a la derecha y a los medios derechistas y a gran parte de los medios «liberales» de información. Además, la concentración en aumento permanente de los negocios, los medios, los ingresos, y la riqueza ha ayudado a normalizar una creciente desigualdad y ha hecho que cualquier acción «populista» sea difícil de realizar considerando su inaceptabilidad para la elite dominante del poder. Esta centralización de la riqueza y del poder ha ayudado a plutocratizar aún más el proceso electoral, ya que todo candidato o candidata está hasta el cuello en obligaciones financieras hacia elementos del poder que quieren un mayor presupuesto militar y guerras y que se opondrán a cualquier cambio de rumbo serio del programa de redistribución hacia arriba de Bush.
Hillary Clinton y Barack Obama no han propuesto recortes en el presupuesto militar o una reducción de las bases en el extranjero, ni ningún programa importante de redistribución, y es evidente que ninguno de los dos está dispuesto a luchar arduamente contra los grupos de presión de las compañías aseguradoras y de la industria farmacéutica respecto a la reforma de la atención sanitaria. Ninguno da mucho peso al fortalecimiento del movimiento sindical como base opositora. Recordemos que Bill Clinton iba a «poner a la gente primero,» pero se inclinó rápidamente ante el mercado de valores y luego ante el lobby del «libre comercio.» Él y Gore no hicieron literalmente nada progresista en el frente medioambiental. Bajo su gobierno la población carcelaria aumentó vertiginosamente y lo mismo sucedió con la burbuja del mercado bursátil (y la desigualdad). Los demócratas no reaccionaron cuando Bush realizó sus primeros ataques contra el movimiento sindical – terminando con las restricciones sobre la adjudicación de contratos gubernamentales a firmas antisindicales, prohibiendo huelgas en la industria aeronáutica, limitando el uso de cuotas sindicales para apoyar a candidatos políticos, etc.
Los obstáculos estructurales para un cambio favorable a la gente en una plutocracia con medios concentrados y anti-populistas son formidables. Si eligen a Obama o a Clinton tendrían que gastar muchas energías y capital político para garantizar que no son demasiado progresistas a los círculos dominantes (mercado de valores, grandes donantes, MIC, medios corporativos). Iniciativas importantes para «poner a la gente primero» requerirían muchísima organización y presión de las bases que serían difíciles de preparar después de lo que costó conseguir que se eligiera a un demócrata. También habría que superar la obstrucción al progreso de los conservadores económicos y otros elementos conservadores en el Partido Demócrata que desde hace tiempo dificultan que ese Partido actúe con unidad y haga algún avance progresista.
¿Pueden los demócratas llegar a ganar la próxima elección presidencial? Es ciertamente lejos de ser seguro, siendo que los demócratas mantuvieron una costosa contienda en las primarias, mientras John McCain ya se beneficiaba del prejuicio ya institucionalizado de los medios de información a favor de los candidatos republicanos y derechistas (vea Eric Boehlert: «Lapdogs: How the Press Rolled Over for Bush» [Perros falderos: como la prensa se volcó a favor de Bush], 2006; David Brock y Paul Waldman: «Free Ride: John McCain and the Media,» 2008; FAIR: «Media Hold McCain, Obama, to Different Standards,» Media Advisory, 14 de marzo de 2008).
La capacidad de los Veteranos del Swift Boat [lancha rápida] por la Verdad de dañar, con una ayuda crucial de los medios, las posibilidades políticas del veterano de la Guerra de Vietnam John Kerry en 2004 mientras los mismos medios enterraban efectivamente cualquier crítica del historial de George W. Bush como evasor de la Guerra de Vietnam y desertor de la Guardia Nacional, es un testimonio atemorizante de la capacidad del proyecto común de los medios derechistas para mantener el gobierno en manos del partido de la guerra y la desigualdad. Hillary Clinton y Obama podrían presentar aún mejores blancos que John Kerry para la satanización por parte de los socios de ese proyecto.
Hemos abandonado el mundo de la MAD – «destrucción mutua asegurada», y entrado al mundo más allá de MAD de Bush-Cheney y los cinco oficiales de alto rango de la OTAN que recientemente presentaron un manifiesto subrayando la necesidad de rescatar una opción de primer golpe nuclear para impedir la guerra nuclear. La guerra nuclear se ha hecho más practicable, en parte, porque con la desaparición de la Unión Soviética ha llega a ser posible que se piense en la utilización de armas nucleares sin la posibilidad de una represalia nuclear masiva. Si EE.UU. o Israel utilizan armas nucleares contra Irán, un Irán sin armas nucleares no puede tomar represalias equivalentes. Puede haber repercusiones desagradables y peligrosas, pero tal vez menos aterradoras que un golpe nuclear de vuelta.
Pero la guerra nuclear también ha llegado a ser más probable debido a la militarización de EE.UU., la proyección del poder, la guerra real extendida a todo el globo – bajo la cobertura de una supuesta «guerra contra el terror» – y un alarmismo deliberado. El «choque de civilizaciones» es esencialmente una guerra de EE.UU. y de sus aliados contra el Tercer Mundo, y el 11-S suministró el «Pearl Harbor» deseado, para justificar la nueva cruzada. Esto ha ayudado a reducir las barreras morales contra la barbarie; contra los asesinatos masivos; la provocación de dolor y de devastación en las crecientes filas de los «enemigos.» La guerra continua, los informes diarios sobre asesinatos y torturas, y el alarmismo, han endurecido, y al mismo tiempo atemorizado a la gente, haciendo que se ajuste más fácilmente a modos de asesinato que antes estaban fuera de las reglas comúnmente aceptadas. El increíble torrente de propaganda sobre una amenaza nuclear iraní contra países que realmente poseen grandes arsenales de armas nucleares ha alimentado la histeria que llevó incluso a politiqueros «liberales» a proclamar que debemos mantener abiertas «todas las opciones» y que si Irán, que no posee armas nucleares, llegara a lanzar un día una bomba nuclear contra Israel «obliteraríamos» a Irán – alimentando de manera estúpida y gratuita el espíritu de violencia que alienta el recurso a armas nucleares por parte de los que las poseen.
El fin de la Unión Soviética abrió una nueva era de triunfalismo estadounidense y la creencia por parte de las elites de EE.UU. de que pueden proyectar su poder y remodelar el mundo según los intereses de EE.UU. sin encontrar gran resistencia. Una característica de esta perspectiva fue el punto de vista de que se podía ignorar a Rusia como potencia con legítimos intereses geopolíticos – que seguiría o debiera seguir los dictados de EE.UU. o que podría ser fácilmente coaccionada a someterse. Esto lo apoyaron los años de Yeltsin por su docilidad: era virtualmente un agente de EE.UU. desde adentro. Fue celebrado en EE.UU. como «reformador» porque, con consejo y presión de EE.UU., destruyó lo bueno así como lo malo en el sistema anterior, sometió a Rusia a una terapia de choque que llevaba al colapso económico y social, patrocinada por un sistema económico oligárquico altamente concentrado, basado en el robo; eliminó el gobierno parlamentario y estableció la base para un nuevo autoritarismo. (Para leer una buena descripción, vea «Failed Crusade, 2000, Part 1» de Stephen Cohen).
El sucesor elegido por Yeltsin, Vladimir Putin, detuvo las «reformas,» aumentó el papel del gobierno en la economía, limitó en algo el poder de los oligarcas, y abandonó gradualmente la política de Yeltsin de mansedumbre y servilismo ante las exigencias políticas de EE.UU. Esto resultó en gran parte gracias a una serie de actos hostiles hacia Rusia que sugirieron que en lugar de ser considerada como «socia» de EE.UU., Rusia estaba en la lista de objetivos potenciales para un «cambio de régimen.» Estos incluyeron el cerco agresivo estadounidense de Rusia con nuevas bases militares en las fronteras rusas, el estímulo para «cambios de régimen» en Georgia y Ucrania, y la expansión de la OTAN a los Estados bálticos y Europa Oriental, en violación de una promesa hecha a Gorbachov, cuando la Unión Soviética aceptó permitir que Alemania Oriental se uniera a Occidente, de que se abstendrían de alguna acción amenazante.
EE.UU. también acosó a Rusia en su guerra de bombardeo contra Serbia en 1999, y más recientemente al separar a Kosovo de Serbia, contra la fuerte oposición de Rusia. EE.UU. ha estado mejorando su arsenal nuclear, gastando ahora más de 6.000 millones de dólares en la renovación y mejora de su armamento nuclear (más que el promedio anual gastado durante la Guerra Fría), y ha incorporado oficialmente armas atómicas y la guerra nuclear como parte de sus operaciones normales de planificación para la guerra, suministrando «opciones militares creíbles» al hacer frente a objetivos potenciales, y Rusia es nombrada como un tal objetivo en la Revisión de la Postura Nuclear 2002 del Pentágono.
En este contexto EE.UU. ha propuesto la colocación de interceptores antimisiles en Polonia y Checoslovaquia, supuestamente como protección contra posibles ataques con misiles nucleares de Irán, que no tiene armas nucleares. Vladimir Putin ha objetado enérgicamente contra este plan por constituir una amenaza para la seguridad nacional de Rusia. Las objeciones de Putin suenan creíbles y racionales ante el contexto de acciones hostiles de EE.UU., la idiotez de la noción de que Irán pueda plantear una amenaza con misiles nucleares para Polonia o Checoslovaquia (o EE.UU.) y el hecho de que tales misiles cerca de la frontera rusa podrían facilitar un primer golpe de EE.UU. contra Rusia – un país nombrado como objetivo potencial en 2002.
Pero en la era de la locura triunfante, Putin es visto como empeñado en «posturas estridentes» y «distrayendo la atención de su propio bandidaje en casa» (New York Times), aunque el Times reconoce que los planes a los que objeta Putin son algo descaminados y absurdos, en gran parte porque todavía no se ha demostrado que los misiles sean factibles. Pero es divertido ver con qué meticulosidad el New York Times contribuye a esta locura. Entre otras cosas, a Putin ahora lo llaman «dictador,» quien «ha emasculado a tal punto las instituciones democráticas que se desarrollaron en los años noventa que es evidente que tiene poca confianza en su pueblo.» («Exit, Russian Democracy,» 27 de noviembre de 2007). Es verdad que las instituciones democráticas de Rusia están en mal estado, pero recayeron a esa condición bajo el «reformador» Yeltsin, a quien el Times prodigó permanentes elogios, incluso mientras destruía las condiciones para una verdadera democracia y lanzaba a la mayoría de su país a la pobreza. Pero lo hizo con políticas que agradaban a EE.UU., una contrarrevolución desde arriba hecha sin consultar o mostrar la menor «confianza en su pueblo» o preocupación por su bienestar. Sirve a EE.UU. y te conviertes en «reformador,» mientras que, si no cooperas con EE.UU. aparece una nueva preocupación por la «democracia.»
El Times no reconoce que la colocación de misiles en Polonia y Checoslovaquia constituya algún tipo de amenaza para Rusia. Los editores declaran que «no nos tragamos las lágrimas de cocodrilo de Moscú porque un puñado de interceptores representan una amenaza para el inmenso arsenal de Rusia.» («The Poles Get Cold Feet,» 30 de diciembre de 2007). Por supuesto los editores no preguntan por qué EE.UU. se molestó tanto por los misiles rusos en Cuba a comienzos de los años sesenta, que difícilmente podían amenazar al inmenso arsenal de EE.UU., y tampoco preguntan cómo EE.UU. reaccionaría actualmente ante una colocación por Rusia de un «puñado de interceptores» en Venezuela. Jamás se les ocurre tampoco que una colocación inicial de misiles puede ser ampliada en el futuro.
Los editores tampoco cuestionan jamás la afirmación de que los misiles en Polonia y Checoslovaquia apuntarían a la amenaza iraní. Es una triple locura, ya que Irán no tiene ninguna arma nuclear y no la tendrá durante mucho tiempo, si algún día la llega a tener, y si sucediera no habría motivos para que Irán las apuntara contra Polonia o Checoslovaquia. Apuntarlas a Israel o EE.UU., excepto como una acción defensiva desesperada, sería suicida. Pero el Times no puede admitir algo semejante, porque los belicistas de EE.UU. e Israel han declarado que Irán, sin armas nucleares, es una amenaza existencial que no tiene derecho a autodefensa, y un buen órgano propagandístico como el New York Times debe estar de acuerdo con esta satanización y una supuesta amenaza- Esto exige que no se cuestione, e incluso que se apoyen locuras convenientes y, siguiendo una gran tradición, se contribuya al hacerlo a la marcha hacia la próxima agresión de EE.UU. e Israel.
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Edward S. Herman, profesor emérito de finanzas en Wharton School, Universidad de Pensilvania, ha escrito extensamente sobre economía, economía política, y los medios de información.