Nueva York. El presidente Donald Trump se vio obligado hoy a denunciar lo que él mismo ayudó a fomentar: la violencia racista y terrorismo por supremacistas blancos. Aunque en sus primeros comentarios en persona sobre los dos tiroteos masivos de este fin de semana que sacudieron a este país condenó las «ideologías» de odio, rehusó […]
Nueva York. El presidente Donald Trump se vio obligado hoy a denunciar lo que él mismo ayudó a fomentar: la violencia racista y terrorismo por supremacistas blancos. Aunque en sus primeros comentarios en persona sobre los dos tiroteos masivos de este fin de semana que sacudieron a este país condenó las «ideologías» de odio, rehusó aceptar ninguna responsabilidad en lo que ya muchos califican como un grave problema de «terrorismo doméstico» de nacionalistas blancos en Estados Unidos.
«En una voz, nuestra nación debe condenar el racismo, la intolerancia y la supremacía blanca. Estas ideologías siniestras tienen que ser derrotadas. El odio no tiene lugar en América», declaró en la Casa Blanca, leyendo de manera seca y sin gran emoción un texto preparado.
Fue notable que Trump y su equipo decidieron que esta vez era políticamente necesario condenar la supremacía blanca y el racismo, algo que casi nunca sucede. Pero el presidente no aceptó ninguna responsabilidad por los dos años de sus propios mensajes festejados por nacionalistas blancos, neonazis y antimigrantes entre otros.
Tampoco ofreció ninguna propuesta para imponer controles mínimos sobre las armas de fuego -algo que una abrumadora mayoría de estadunidenses favorece según encuestas y que legisladores demócratas han promovido en proyectos de ley que se encuentran estancados en el Congreso por la oposición republicana.
De hecho, el presidente declaró que la culpa en este fenómenos de tiroteos masivos no son las armas sino el internet y los medios sociales. Estos canales, afirmó, ofrecen «una avenida peligrosa para radicalizar mentes perturbadas y realizar actos dementes», obviamente sin referirse a cómo él y su régimen han utilizado a estas «avenidas» para propagar mensajes racistas y antimigrantes.
También responsabilizó a los juegos de video violentos y a las enfermedades mentales por este tipo de actos violentos (algo que es falso -expertos han concluido que no hay tal vínculo entre enfermedad mental ni violencia en videos con tiroteos masivos).
Descartó que las armas sean parte del problema. «La enfermedad mental y el odio jalan el gatillo, no la arma», sostuvo.
Poco después, la Asociación Nacional del Rifle -cuyos puntos en este debate repitió Trump- elogió el mensaje presidencial.
Agrupaciones a favor de control de armas criticaron la respuesta, señalando que otros países también tienen videos violentos, redes sociales, y problemas mentales, pero que Estados Unidos es único en el mundo avanzado -y aun a nivel mundial- en su problema de frecuentes tiroteos masivos (más de uno cada día en promedio) y excepcional en permitir un acceso tan fácil de sus residentes a las armas.
La matanza en El Paso el sábado, ahora con un saldo de 22 muertes y más de dos decenas de heridos, seguida unas 13 horas después con otro tiroteo masivo en Dayton, Ohio, con un saldo de nueve muertos y otros 27 heridos, continúa sacudiendo al país, incluyendo su clase política.
Aunque aún no se ha detectado el motivo del tiroteo de Dayton (el responsable, otro joven blanco, murió), en el caso de El Paso, Patrick Crusius de 21 años dejó en claro su motivación. Anunció por escrito poco antes que su acción era en respuesta a la «invasión hispana» de Texas, repitió frases del vocabulario de Trump, y se reporta que luego de su captura por policías comentó que su propósito era «matar tantos mexicanos como fuera posible».
Por ello, las autoridades indicaron que estaban considerando el delito como un «crimen de odio» racial y como un atentado de «terrorismo doméstico».
De hecho, Trump en sus comentarios envió «condolencias de nuestra nación al presidente Obrador de México y a todo el pueblo de México por la pérdida de sus ciudadanos en el tiroteo de El Paso».
Una y otra vez, críticos señalaron, después de los atentados en El Paso y Dayton que Trump ignoró las advertencias de que sus palabras estaban invitando a la violencia de este tipo y rehúsa reconocer el hecho de que los crímenes de odio y actos de terrorismo doméstico vinculado con la supremacia blanca se han incrementado durante su presidencia según datos de su propio Buró Federal de Investigaciones (FBI).
Muchos recordaron que durante las últimas semanas Trump había intensificado sus ataques abiertamente racistas contra legisladores federales minoritarios y sus comunidades, acusándolos de «traición» y repitiendo sus frases favoritas sobre la «invasión» de inmigrantes latinoamericanos, vocabulario usado por el responsable de El Paso.
En mayo, recordaron otros, en medio de un mitin político en Florida, Trump preguntó: «¿Cómo podemos parar a esta gente?» en referencia a los migrantes, y uno de sus fanáticos gritó: «disparen contra ellos» -el presidente respondió sólo con una risita.
«Mientras que sus raíces modernas anteceden al gobierno de Trump por varias décadas, el nacionalismo blanco ha obtenido una legitimidad general durante el periodo del señor Trump en el puesto», escribió hoy en su editorial el New York Times al argumentar que el país tiene que enfrentar el «problema de terrorismo de nacionalistas blancos» tanto aquí como a nivel internacional. Recomienda que debe ser atacado de la misma manera e intensidad como se ha hecho contra los «terroristas islámicos radicales» desde el 11-S.
Vale reportar en este contexto que este mismo lunes, Cesar Sayoc, ferviente fanático del presidente quien envió dispositivos explosivos a críticos y opositores de Trump en 2018 -incluyendo a Barack Obama, George Soros, CNN, Hillary Clinton, varios legisladores federales demócratas, y el actor Robert De Niro entre otros-, fue sentenciado a una condena de 20 años de prisión. Sus abogados habían argumentado que, como fanático seguidor de Trump con problemas mentales, «la retórica del presidente contribuyó al comportamiento del señor Sayoc».
Después de dos años de declaraciones sobre el grave peligro, incluso de «terrorismo», que representan los inmigrantes que «invaden» Estados Unidos, con el atentado en El Paso resulta que el peligro real a este país son hombres angloestadunidenses nutridos por la retórica de odio, nacionalismo blanco y antimigrante del régimen en Washington.