La presencia y el avance del candidato Donald Trump en su nominación presidencial dentro de las filas del Partido Republicano no tiene nada que ver con una supuesta astucia política, con algún planteamiento o alternativa seria, ni menos con la millonaria herencia heredada de su familia. La presencia de Trump más bien representa un […]
La presencia y el avance del candidato Donald Trump en su nominación presidencial dentro de las filas del Partido Republicano no tiene nada que ver con una supuesta astucia política, con algún planteamiento o alternativa seria, ni menos con la millonaria herencia heredada de su familia.
La presencia de Trump más bien representa un gran sector de la sociedad suburbana por lo general inculto, desinformado y aterrado por los cambios sociales, raciales y culturales de los últimos sesenta años. En el plano político, Trump es quizás un epítome de la etapa final en el proceso de desintegración y desaparición del Partido Republicano.
Una estrepitosa caída que se agudizó con la elección del primer presidente negro – una sorpresa que los dejó con la boca abierta – y la aparición en la escena política nacional del movimiento ultra-derechista Tea Party / Partido del Té, en parte gracias a la desenfrenada atención de los medios corporativos de la información.
El Partido Republicano, conocido en inglés como GOP / Grand Old Party, fue creado en 1854 como una respuesta contra de la extensión de la esclavitud. Hoy, el partido mas antiguo del país, agoniza no a consecuencia de la izquierda si no a la radicalización de su ala mas derechista. Todo esto y paradójicamente, bajo la presidencia de un descendiente de esclavos.
El carácter reaccionario y el continuo – y a veces inexplicable – bloqueo a cualquier política propuesta por Obama permitió que las voces mas recalcitrantes y conservadoras al interior y en la periferia del partido, lograran una tribuna nacional alimentada por una cobertura anecdotal y pintoresca en los medios corporativos de la comunicación. Por fuera se ve como si la dirección del partido, el centrismo republicano, se ha convertido en una minoría silenciosa.
El partido de Abraham Lincoln se transformó en una máquina del negativismo y su liderazgo no fue capaz de levantar una oposición congruente, positiva, calmada y seria. La reacción de la dirección tradicional de los republicanos frente a la vociferante disidencia en sus filas, fue simplemente el inmovilismo lo que permitió que la extrema derecha racista hablara por todos ellos.
Y Trump, con su postura prepotente y su lenguaje vulgar, tuvo la suerte de caer en el medio de todo esto. Pero ser pícaro, astuto, avispado o incluso millonario no necesariamente significa ser inteligente. Cuando un periodista le preguntó se iba a repudiar el apoyo que le dio David Duke , ex-lider de la organización racista y terrorista Ku Klux Klan, Trump respondió: «para que lo entienda, no sé nada acerca de David Duke, ¿OK?» Dias después Trump se retractó dejando al descubierto su mentira: «David Duke es una persona mala que la he repudiado en numerosas ocasiones a lo largo de los años», dijo.
Quizás, una de las respuestas mas contundentes – y un intento a última hora de unificar y parar la mortal hemorragia – la dio hace horas atrás el ex-candidato presidencial Mitt Romney: «… es un farsante, un fraude. Sus promesas son tan inútil como un título de la Universidad Trump. Está jugando con el público americano para (lograr) un viaje gratuito a la Casa Blanca …», dijo.
Los desesperados comentarios de Romney contra Trump representan un despertar; una tardía respuesta de los Republicanos y revelan la magnitud de la hecatombe partidaria: «… nos enfrentamos a otro (de esos momentos) para elegir, que tendrá profundas consecuencias para el Partido Republicano … Sus políticas nacionales conducirían a una recesión. Sus políticas exteriores harán que los Estados Unidos y el mundo sean menos seguros. No tiene ni el temperamento ni el juicio para ser presidente y sus cualidades personales harán que Estados Unidos deje de ser la ciudad que brilla sobre una colina.»
El ataque de Romney fue encarnizado: Sus quiebras (bancarrotas) han aplastado a pequeñas empresas y trabajadores. «No es un genio de los negocios», su riqueza la heredó. La falta de honradez es la característica distintiva de Trump que no tiene «el temperamento de un líder estable, reflexivo … nunca dará a conocer sus declaraciones de impuestos, nunca … tiene demasiado que ocultar».
En cuanto a su carácter y moral, Romney dijo que Trump miente en muchas de sus declaraciones y que manipula el descontento para sus propósitos «poco nobles». Culpa a los musulmanes y a los inmigrantes mexicanos, está en favor de la tortura y al asesinato a miembros de las familias de los terroristas, incluidos sus niños, apoya la represión a manifestantes, quiere «torcer» la Constitución para limitar la libertad de prensa. «Este es el sello de la rabia que ha llevado a otras naciones al abismo», dijo Romney prediciendo: «Una persona como Hillary Clinton, deshonesta, en la cual no se puede confiar, no debe convertirse en presidente. Pero la nominación de Trump permitirá su victoria».
Puede que – como muchos ya lo afirman abiertamente – el fenómeno Trump sea extremadamente peligroso para el país, pero lo cierto es que el magnate de mal gusto, solo ha logrado poner en la escena nacional algo que no es nuevo, que ha existido desde la fundación de la nación; la xenofobia, el racismo, el clasismo, el militarismo y todos los ‘ismos’ que el Partido Republicano ha logrado contener dentro del closet, hasta ahora.