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Un paradigma de la globalización

Turismo de cruceros: Lo que hunden mientras flotan

Fuentes: Alba Sud/Adital

El turismo de cruceros ha evolucionado desde el elitismo a una progresiva masificación, hasta convertirse en el subsector que más crece durante las últimas décadas en la economía globalizada. De forma crítica se analiza este proceso en dos nuevos «papers» de la colección Opiniones en Desarrollo publicados por Alba Sud.

Después de un importante proceso de reconversión de una industria naviera en decadencia por las innovaciones en materia de transporte producidas durante los períodos bélicos, a finales de los Años Dorados de la economía mundial (1948-1973) aparece el turismo de cruceros moderno. En aquel momento como una modalidad elitista del turismo internacional. A partir de entonces, esta actividad ha mostrado un incremento exponencial de la demanda y una sensible innovación y evolución cualitativa de la oferta.

Esta práctica turística tiene su origen en la fusión, por una parte, entre la industria del ocio y el turismo y, por la otra, la del transporte marítimo de personas. Así, el turismo de cruceros representa una combinación entre transporte, alojamiento y entretenimiento, uniendo en un mismo espacio flotante las infraestructuras necesarias para el desplazamiento, la estancia, el esparcimiento y los demás servicios destinados a los consumidores.

Tal y como sucedió con el turismo internacional de estancia, la estampida del turismo de cruceros se inició cuando la actividad fue dejando de ser concebida como un lujo elitista y comenzó a comercializarse como un lujo pero destinado a las masas consumidoras, principalmente de países centrales. Aunque años más tarde que en el turismo internacional de estancia, este incipiente proceso de masificación de los cruceros turísticos tuvo resultados similares: fuerte crecimiento de la demanda y diversificación de la oferta, reducción de los precios de venta y nacimiento de nuevos itinerarios y destinos. Asimismo, implicó una clara tendencia hacia la concentración de los operadores e incrementó sobremanera las consecuencias negativas derivadas de la actividad.

El turismo de cruceros es el subsector que mayor crecimiento ha experimentado durante las últimas décadas en la economía globalizada: la demanda mundial se ha multiplicado cuarenta veces en cuatro décadas, y durante los últimos seis años se ha duplicado, superando en 2011 los veinte millones de consumidores. Sin embargo, su techo parece estar todavía lejos de alcanzarse. En cuanto a la oferta, que está cada vez más segmentada[1], a bordo de las embarcaciones, que llegan a tener capacidad hasta para seis mil personas, se incluyen servicios como pistas de tenis y de patinaje sobre hielo, piscinas, casinos, centros de belleza, planetario, centros comerciales, campos de golf, galerías de arte, centros de negocios, cines, spa, rocódromos, trampolines, capillas, lavandería, servicio de revelado de fotografías, y hasta una ola artificial para deslizarse dentro del crucero, entre otros.

Se trata de una actividad en la que el territorio del Estado español, principalmente algunos de sus puertos, tiende a posicionarse entre los principales mercados de la Unión Europea: como país emisor, la demanda se quintuplicó en los últimos diez años, y como receptor, en 2011 hubo más de cinco millones de visitas de cruceristas. Mientras tanto, el Mediterráneo casi ha duplicado su cuota de mercado mundial como destino de los cruceros en los últimos cinco años.

En esta carrera por el crecimiento, la huella social, económica y medioambiental que va dejando tras de sí el subsector del turismo de cruceros se agrava de manera proporcional a su crecimiento. La masificación de esta actividad, cada vez más integrada en los patrones de consumo turístico en los países centrales, deriva en que sus impactos sean cada vez más profundos y, muchos de ellos, irreversibles.

Un paradigma de la globalización

Por otra parte, el turismo de cruceros es un nítido paradigma del funcionamiento de la globalización económica en el Siglo XXI. En primer lugar, características definitorias de esta actividad (como la movilidad física, la posibilidad de recolocación del capital en tiempo y lugar a conveniencia de los intereses de las operadoras, contar con una población trabajadora que puede proceder de cualquier parte del planeta, la posibilidad de seleccionar las condiciones fiscales y laborales nacionales que resulten más provechosas para las empresas o la ausencia de regulaciones globales estrictas para la actividad, entre otras), aunque más radicalizadas, son también características definitorias de esta globalización.

A esto se deben añadir otros dos aspectos: en primer lugar, en la oferta el nivel de concentración de los operadores es superior seguramente a todas las actividades económicas globalizadas, con tres empresas transnacionales oligopólicas que controlan prácticamente todo el mercado mundial. El segundo aspecto son las condiciones laborales «de conveniencia» a las que están sometidas las personas trabajadoras a bordo: una precarización extrema del empleo facilitada por el uso de las «banderas de conveniencia» en este tipo de embarcaciones.

Por su parte, en la demanda es destacable que, a través de un fuerte incremento en la inversión publicitaria, se está logrando que el cruceros turísticos comience a integrar los patrones de consumo de ocio en los países del Norte económico, tendiendo a configurarse como un objeto de deseo masivo y promoviendo así el consumo aspiracional entre las clases medias consumidoras.

Finalmente, también son un emblema de esta globalización económica los graves impactos que esta actividad conlleva a todos los niveles, constituyéndose así también como un paradigma de las desigualdades estructurales, de la insostenibilidad del modelo productivo y del estilo de vida hegemónico en los territorios opulentos del planeta.

Los principales impactos de esta actividad se pueden resumir de la siguiente manera: la contaminación del aire, el agua y la tierra y la destrucción de biodiversidad marina en materia medioambiental. En el ámbito social, la violación sistemática de derechos sociales, laborales y sindicales, y prácticas discriminatorias por motivo de origen étnico o racial, nacionalidad o género a las personas trabajadoras a bordo de las embarcaciones. Por último, la impunidad fiscal y el oscurantismo financiero a través del uso de «banderas de conveniencia» y paraísos fiscales, además de las fuertes dinámicas de control y concentración de los beneficios de la actividad, con una competencia desigual para las pequeñas y medianas explotaciones turísticas en los destinos, y prácticamente sin derramas para las poblaciones anfitrionas.

Detrás del escenario del lujo y la exclusividad, las bambalinas del turismo de cruceros ponen en evidencia un ejemplo radical de esta globalización económica diseñada únicamente para el beneficio del gran empresariado, y que está resultando empobrecedora para las mayorías, explotadora para los trabajadores y trabajadoras, saqueadora para los recursos y los materiales, y devastadora para las condiciones naturales del conjunto del planeta.

Lo peor, ¿por venir?

En el storytelling [2] dominante existe un interesado olvido de los límites biogeofísifos de inputs (por ejemplo, el agotamiento de los recursos) y de outputs (por ejemplo, la saturación de los sumideros) con los que, necesariamente, se enfrentan los modelos de producción, transporte, distribución y consumo. Este es uno de los relatos ficcionales con un fuerte contenido ideológico y, seguramente, con una menor carga lógica y verídica. Aunque, a pesar de ello, haya logrado convertirse en todo un reflejo del imaginario colectivo de las sociedades de consumo.

Sin embargo, la realidad se impone, y muestra que las evidencias medioambientales de la insostenibilidad del modelo son cada vez más incuestionables. Por ejemplo, el cambio climático, la contaminación del agua, la tierra y el aire, la pérdida de biodiversidad o el agotamiento de las materias primas, los recursos y las fuentes de energía son algunos de los elementos que pueden ilustrar este escenario.

En este contexto de crisis ecológica, energética y climática que atraviesa el planeta, el turismo de cruceros aparece como una apuesta de presente y futuro del gran empresariado turístico, en un sentido contrario a esta realidad de los límites. Mientras que el turismo internacional masivo de estancia parece acercarse a una situación de saturación, la historia comercial de los cruceros turísticos parece estar comenzando a escribirse. El hecho de pensar que el auge y los records de desplazamientos de este subsector pueden estar todavía por llegar, obliga a poner especial atención en estas cuestiones.

El modelo de desarrollo turístico en el capitalismo global está auto-condenado al crecimiento infinito para garantizar su propia supervivencia, por lo que, viviendo en un mundo finito y de recursos limitados, se podría decir que es un modelo suicida. Por ello, para contrarrestar este sinsentido se hace cada vez más imprescindible una reflexión crítica sobre las formas de viajar, de disfrutar, de conocer y de descansar en el marco de las sociedades de consumo, a la vez que se van construyendo y promoviendo alternativas Norte – Sur para otros turismos.

Así, las iniciativas impulsadas desde los movimientos por un turismo responsable se apoyan en un conjunto de principios y criterios fuera de las lógicas productivista y economicista, y relacionados con valores, como la equidad, la solidaridad, la justicia o el respeto por el medioambiente. En cuanto a las formas de producción, se plantea que un turismo responsable debe promover el desarrollo local de las comunidades receptoras, contribuir a la protección y conservación de las condiciones naturales del territorio, ser social y económicamente sostenible, producirse a pequeña escala y con condiciones laborales dignas. Respecto a las formas de consumo, se propone un turismo fuera de las lógicas y dinámicas del consumismo, se apela a la responsabilidad de las personas viajeras, se insta al respeto a las culturas locales y a unos intercambios interpersonales con roles horizontales.

En este sentido se trata, por una parte, de una transformación sociocultural que incida directamente en un cambio esencial en el estilo de vida de las clases medias consumidoras en las sociedades del Norte económico. Por otra parte, de una evolución que ponga a la vida en el centro, a la economía al servicio de las personas, y a la sostenibilidad social y medioambiental como norma de un nuevo modelo económico, productivo y de desarrollo.

Notas:

[1] Entre los distintos segmentos en el turismo de cruceros se pueden destacar: cruceros de golf, enológicos, para singles, temáticos, para gais, naturistas, para empresas, de gran lujo, entre otros.

[2] Este concepto se puede explicar de la siguiente manera: «…el poder que tienen las historias para constituir una realidad […] Y el storytelling ha llegado a rivalizar con el pensamiento lógico […] Una historia que procura una explicación tranquilizadora de los acontecimientos también puede engañar al eliminar las contradicciones y las complicaciones». Fuente: Lynn Smith, «Not the same old story», The Los Angeles Times, 2001.

Rodrigo Fernández Miranda es miembro del equipo de investigación de Alba Sud, donde gestiona el blog Terminales, sobre los impactos de las sociedades de consumo en el capitalismo global. Descargue los «papers» aquí: primera parte y segunda parte

Fuente: http://www.adital.com.br/site/noticia.asp?lang=ES&cod=72139