Han usurpado el nombre de América sólo para si, a pesar de que exterminaron a casi todos los pobladores originales de esta tierra. A pesar de que su sistema electoral es el mas imperfecto, cuestionable, arcaico y antipopular de los que existen, gustan de llamarse a si mismo como «La Democracia» y como enemigos de […]
Han usurpado el nombre de América sólo para si, a pesar de que exterminaron a casi todos los pobladores originales de esta tierra. A pesar de que su sistema electoral es el mas imperfecto, cuestionable, arcaico y antipopular de los que existen, gustan de llamarse a si mismo como «La Democracia» y como enemigos de la misma a cualquiera que se oponga a sus intereses imperiales.
Sus élites gobernantes y gruesas capas de su población hacen gala y ostentación de un puritanismo medieval pero a la vez este país produce casi el 80% de la pornografía que se consume en todo el mundo. Tiene los centros de investigación tecnológica más avanzados del orbe y algunas de las universidades más prestigiosas del mundo contemporáneo, pero a la vez en su sistema educativo se debate si debe enseñar o no en las escuelas la teoría de la selección natural de Darwin y según la National Assesment of Education sólo el 2.6% de las personas adultas puede escribir correctamente una carta y el 95% de sus estudiantes universitarios no pueden localizar a países como Irak, Vietnam o Bolivia en un mapamundi.
Su clase política y sus medios de transmisión masiva de información usan como propias palabras tales como «libertad», «democracia», «justicia», e «igualdad» mientras que apoyan la opresión, la tortura, la rapiña y las guerras genocidas a lo largo y ancho del mundo. Se subrogan el derecho a certificar o no certificar la actuación de cada país en la lucha contra el tráfico de drogas pero dentro de su territorio se siembra y cosecha más de la tercera parte de la marihuana del mundo y se consumen cerca de la mitad de las drogas ilegales que se producen en el planeta. Su presidente da el ejemplo de esta lucha drogándose con alcohol en plenas olimpíadas de Beijing. Declaran la guerra al terrorismo mundial pero se reservan el derecho a utilizar el terrorismo de estado en donde y como ellos decidan: bombardeando fábricas de medicamentos en Sudán, fiestas matrimoniales en Afganistán, utilizando bombas de racimo, fósforo blanco, uranio y napalm contra la población civil de Irak, reduciendo a cenizas a más de 3000 seres humanos en el barrio El Chorrillo en Panamá y bombardeando por meses a la población civil de Yugoslavia. Su aparato publicitario ha declarado, juzgado y sentenciado a Ben Laden, Raúl Reyes, Nelson Mandela, Yasser Arafat, y los Cinco Héroes cubanos como terroristas mundiales, pero su poder ejecutivo y su sistema judicial cobija y protege a terroristas verdaderos como Luís Posada Carriles y Oliver North.
Se ufanan de sus atletas olímpicos y han hecho de sus estrellas deportivas imágenes de culto en todo el mundo, pero a la vez es la sociedad con más personas obesas y con problemas cardiovasculares de la tierra.
Se autodenominan como la «tierra de la libertad», pero su población carcelaria es de más de dos millones de personas, pertenecientes en una abrumadora mayoría a las franjas más pobres de esa sociedad y a grupos minoritarios como afroamericanos, latinos e inmigrantes de todo tipo.
Gastan en seguridad carcelaria (nunca en reeducación, en la que no creen) más de 25.000 dólares anuales por preso, es decir, tanto como lo asignado a cada estudiante universitario. La cárcel y demás penas son vistas por la sociedad estadounidense como formas de castigo y no como instrumentos de readaptación social, lo que explica la casi unánime aprobación que la pena de muerte posee allí. La construcción, administración y mantenimiento de la gigantesca red de cárceles necesarias para recluir a esta colosal masa de presidiarios es manejada casi en exclusividad por compañías privadas en las que el estado usamericano ha delegado esa función a cambio de contraprestaciones multimillonarias.
Su sistema judicial, por décadas promocionado en todo el mundo como paradigma de la justicia, la imparcialidad y la moralidad, ha mostrado en los últimos años, con casos como los de O.J Simpson, la libertad bajo palabra de Posada Carriles, la quiebra fraudulenta de la Enron y los risibles casos que cada año son premiados con los premios Stella (casos de ladrones de carros que demandan a quienes robaron por fallas en los frenos del vehículo robado, o amigos que demandan a anfitriones porque borrachos en una fiesta en casa de estos últimos se cayeron y rompieron una mano), la verdadera cara de un sistema judicial clasista y esquizofrénico, condicionado por los medios de comunicación, por el poder ejecutivo y por el poder económico de esa sociedad. Producen más trigo, hortalizas, maíz y leche que ningún otro país del mundo, pero la mayoría de su población sólo consume hamburguesas, pizzas, pollo y papas fritas y bebidas azucaradas.
Sus economistas e ideólogos del FMI y El Banco Mundial crearon, a principios de los años noventa, el conjunto de planes de ajustes macroeconómicos, libre mercado y austeridad fiscal conocido como «Consenso de Washington», impuesto a la mayoría de los gobiernos del mundo menos al de…¡¡Washington!!, tal y como acaba de quedar demostrado con el atraco a mano armada que sus banqueros y poder ejecutivo acaban de hacer al pueblo trabajador estadounidense con el manejo del paquete de ayuda federal al quebrado sistema bancario de ese país.
Es la cuna y asiento actual del gran capitalismo imperial globalizado, con sombríos personajes de una ideología que mezcla a partes iguales puritanismo, fascismo, ortodoxia cristiana, liberalismo manchesteriano y darwinismo social, tales como Pat Buchanan, Donald Runsfeld, Rush Limbaugh, Net Grinwich, Jesse Helms y la candidata a la vicepresidencia Sarah Palin; pero a la vez es también la sociedad que ha producido a los grandes teóricos del socialismo contemporáneo: Noam Chonsky, James Petras, Inmanuel Wallerstein, James O´Connors y Mike Davis entre otros.
Es la sociedad más individualista del mundo, pero a la vez la industria publicitaria y los medios de transmisión de información, a los que los habitantes de ese país son adictos como ningún otro pueblo, han homogenizado hasta el absurdo a sus miembros, al punto que la vida del norteamericano promedio está marcada por términos como Coca Cola, Mac Donalds, Hollywood, Niké, Walt Mart, Hallowen, Ford, GM, Disney, etc.
Es el país de lo «políticamente correcto» y de los grupos de presión social; allí fumar en público, usar una camiseta del Che, un turbante o ropa con piel de animal puede ser equivalente a ser considerado un perturbado social o un anarcoterrorista. Mirar a una mujer a los ojos puede ser catalogado como acoso sexual y ser castigado con penas muy severas por lo que en trenes y metros la gente viaja sin mirar jamás a sus compañeros de viaje. En varios estados las maestras evitan acariciar a los niños por temor a querellas judiciales por parte de sus padres, por lo que los niños crecen en las escuelas sin expresiones de amor y ternura por parte de sus maestros. Cada cierto tiempo estos niños, ya trocados en jóvenes adolescentes, organizan carnicerías en sus colegios y universidades teniendo como blanco a sus compañeros de clases y a sus maestros.
Lo políticamente correcto ha llegado en algunos estados a los límites de lo absurdo: Es común que en bares de solteros existan a la mano formatos escritos de contratos por los que las partes que esa noche se han conocido y piensan dormir juntos, declaran que renuncian a demandar a la otra parte por acoso sexual y por «Palimony», es decir, por pensiones para ex amantes.
En algunas congregaciones religiosas se han modificado expresiones de la Biblia que podrían ser consideradas ofensivas, discriminatorias o sexistas: El Padre Nuestro ha sido cambiado por un «Padre Madre Nuestro» para no ofender o discriminar a las mujeres. El Salmo 63 que dice «Tu mano derecha me sostendrá» ha sido cambiado por «Tu mano fuerte me sostendrá» para no herir la sensibilidad de los zurdos. En cada película de Hollywood ha de ser incluido un afroamericano, así se trate de temáticas sobre vikingos o antiguos griegos, para no enfrentar la acusación de discriminación racial.
Han endiosado el pragmatismo más cerril dentro de su esquema de vida. Desconfían de toda forma de intelectualidad y rechazan eso que Platón en su Fedro describe como «ese arte universal de hechizar la mente con argumentos», pero con sus grandes medios de transmisión masiva de información y el resto de su industria cultural han diseñado y practican la Guerra ideológica (4ta Generación) a través de la que buscan hechizar al resto del mundo con imágenes, símbolos y manipulación de las emociones y deseos.
Con patética arrogancia gustan de llamar a los ganadores de los campeonatos de sus ligas deportivas nacionales como «Campeones Mundiales» o «Serie Mundial» a su serie final del béisbol. Su poder legislativo promulga leyes que aspiran ser de aplicación mundial tal y como sucede con la ley Helms-Burton o la ley Torricelli, pero se niegan a acatar y ni siquiera a reconocer normas aprobadas por la comunidad internacional como el protocolo de Kyoto, el Tribunal Penal Internacional, el fallo de La Corte Internacional de La Haya que los condenó por el minado de los puertos nicaragüenses, el tratado contra las minas antipersonales y otros parecidos
Acusan a los musulmanes de fanatismo religioso y hacen burla de ello pero a la vez su presidente asegura que Dios le habló para darle la orden de atacar Irak y masacrar millón y medio de civiles allí, y en cada pueblo y ciudad estadounidense hay pastores y telepredicadores que aseguran que Dios baja a hablar con ellos de política, tendencias electorales, música y nuevas y heterodoxas formas de salvación, como Juanita Smith, anciana predicadora afroamericana que a la puerta de su iglesia en Alabama gritaba «¡rebajad! porque ningún gordo entrará al reino de los cielos!»
Joel Sangronis Padrón es profesor de la Universidad Nacional Experimental Rafael Maria Baralt (UNERMB), Venezuela.