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Último informe de Bush

Fuentes: La Jornada

George W. Bush entregó su octavo y último informe presidencial. Sorprendió el número de interrupciones por aplausos durante el discurso. Y es que Bush parecía un buen orador, capaz de hilar ideas y concluir una oración. No cabe duda, la tecnología hace milagros: el tele-prompter permite dar esa impresión. Pero desgraciadamente todavía no proporciona subtítulos […]

George W. Bush entregó su octavo y último informe presidencial. Sorprendió el número de interrupciones por aplausos durante el discurso. Y es que Bush parecía un buen orador, capaz de hilar ideas y concluir una oración. No cabe duda, la tecnología hace milagros: el tele-prompter permite dar esa impresión. Pero desgraciadamente todavía no proporciona subtítulos en español. Para suplir esta carencia ofrecemos la traducción sin censura del informe.

Honorable Congreso de la Unión: Éste es mi último informe como presidente de este gran país. Lamento mucho que me toca entregarlo cuando las cosas no están bien. La economía estadunidense sigue siendo la más grande del mundo, pero el crecimiento se ha frenado. Avanzamos hacia una recesión y eso tendrá consecuencias negativas para nuestros amigos en el sector financiero y bancario. Pero ellos saben que nos esforzamos para sacarlos del apuro. Pido un reconocimiento para Ben Bernanke, quien desde la Fed trabaja activamente para rescatarlos.

Esta elite financiera-corporativa es mi base electoral. Son pocos, pero tienen toda la plata del mundo. Así que por eso no me preocupa que esta noche mi rating de aceptación sea de apenas 34 por ciento. Y no me preocupa porque además yo voy de salida y logré casi todo lo que se propuso Dick Cheney y su cábala. Pueden estar tranquilos: desde esta tribuna les aseguro que no abrigo ningún rencor contra esta turba de mal agradecidos que desaprueba mi gestión.

Una prueba es que estoy enviando al Congreso un paquete de estímulos fiscales por 150 mil millones de dólares. Como siempre, es un poco de oxígeno para la golpeada clase media y los más beneficiados serán los más ricos. Esperamos grandes resultados de este paquete: servirá para atenuar la recesión que se nos viene encima y, sobre todo, le quitará municiones a los candidatos demócratas en estas elecciones.

Hay quien se pregunta, ¿qué pasa en la guerra contra el terrorismo? Déjenme informarles de nuestros logros. Comencemos con Afganistán. Ese país ha recuperado su lugar en la economía globalizada y hoy, gracias a sus ventajas comparativas, es el primer productor de opio en el mundo. Además, ahora los talibanes son más populares que cuando estaban en el poder. La frontera con Pakistán es cada vez más inestable y eso nos da la excusa perfecta para perpetuarnos en esa región.

En Irak estamos ganando la guerra. Y cuando no, estamos ganando tiempo. Nuestras bajas se han reducido por nuestra estrategia: hemos comprado las tribus sunitas que antes nos atacaban, convirtiéndolas en milicias a nuestro servicio. Algunos piensan que esa estrategia puede desembocar en un gran baño de sangre. Cierto, es una bomba de tiempo, pero para cuando explote ya habremos logrado nuestro objetivo.

¿Otros logros? No más fíjense en todos los demócratas que están aquí reunidos esta noche. Ya se les quitó la comezón por imponerle al Pentágono un calendario para retirarnos de Irak. Hoy todos ellos entonan la misma canción sobre la guerra en ese país: hay que lograr la victoria con honor y decoro.

A raíz de los arteros ataques contra el World Trade Center y el Pentágono, nos alzamos como una sola persona. Pero ahora, seis años después, hay más ciudadanos que no creen en la versión oficial sobre el 11 de septiembre. Este escepticismo va más allá de nuestras fronteras.

Es cierto que el talento de muchos científicos e ingenieros estadunidenses independientes ha demostrado que la versión oficial tiene más agujeros que una coladera. Pero me iré tranquilo a la noche de la historia porque nadie les va a creer. Nuestras mentiras sobre el 9/11 están blindadas: si alguno las critica, de inmediato la gente le preguntará si realmente piensa que hubo una conspiración desde el poder. Y como eso parece inimaginable, nuestros críticos se hunden. O sea, nosotros tenemos una historia que contar y ellos no. Un reconocimiento especial para el vicepresidente Cheney y su equipo que tan bien planearon esta obra de ingeniería sicológica que el mismo Goebbels envidiaría.

Hay otro motivo de orgullo esta noche. Juntos, el Congreso y el Ejecutivo hemos logrado imponer un nuevo récord. La marca de interrupciones por aplausos en informes presidenciales la tenía Díaz Ordaz desde 1966. Hoy hemos podido romper esa barrera. Los aplausos que he recibido son testimonio claro de la decadencia de la clase política de este gran país.

Para concluir, quiero enviar un mensaje a nuestros soldados en la línea de combate: no se hundan en el desaliento. Es cierto que la vida en Irak es una pesadilla para los habitantes de ese país, pero así aprenderán lo que cuesta la transición a la democracia. A nuestros militares los invito a pensar en las paradojas de la historia. Tenemos más armamento, pero se redujo nuestra seguridad. Mañana al amanecer en las arenas del desierto piensen en el ocaso de mi desacreditada presidencia. Sobre todo, recuerden que su sacrificio no es inútil, pues sirve para prolongar la agonía de este imperio. Que Dios los bendiga.