Terminó. Pero quedan preguntas, más allá de la honestidad del proceso de votación. Antes del 2 de noviembre, Beverly Ryan comentó que «Dios anda por ahí, haciendo una campaña vigorosa a favor del Presidente Bush». La secretaria legal retirada de West Palm Beach y cristiana renacida repetía la creencia de millones de electores. ¿Tenía razón? […]
Terminó. Pero quedan preguntas, más allá de la honestidad del proceso de votación. Antes del 2 de noviembre, Beverly Ryan comentó que «Dios anda por ahí, haciendo una campaña vigorosa a favor del Presidente Bush». La secretaria legal retirada de West Palm Beach y cristiana renacida repetía la creencia de millones de electores. ¿Tenía razón? ¿Desempeñó un papel el Todopoderoso en la campaña? Ryan creía que además de bendecir a Estados Unidos -¿y supuestamente decir al resto del mundo que se j…?- Él intervino en el ritual norteamericano e hizo que los renacidos votaran por Bush.
Ryan representa a una parte importante del electorado, incluyendo unos 4 millones de evangelistas que no votaron en el 2000. Así que Bush pronunció sus piadosas palabras. «Creo que Dios quiere que yo aspire a la presidencia», se dice que W dijo al reverendo James Robinson. ¿Cómo llegó a esa conclusión? «No puedo explicarlo, pero tengo la sensación de que mi país va a necesitar de mí», reporta Stephen Mansfield en La fe de George W. Bush al citar a un predicador de Texas que recuerda que Bush le confesó estas palabras en 1999.
Mientras que Bush alardeaba de sus vínculos con el Alto Poder, Kerry trataba de aparentar fanatismo religioso, junto con promesas de fortalecer a los militares, deshacerse de Castro y Chávez, proseguir la infinita guerra contra las drogas y matar, matar, matar a los terroristas.
Yo, al igual que otros seguidores de Kerry, también tenía esperanzas de que Kerry hubiera mentido, que no cumpliría las terribles cosas que había prometido. Bush no distingue la verdad o las mentiras. Él habla y supone que lo que dice es cierto, independientemente de los hechos. Cada candidato deseaba ardientemente gobernar el imperio, en realidad estaban de acuerdo en casi todas las políticas globales: apoyo a los pactos de libre comercio y la globalización corporativa; mantener alto el presupuesto militar; no realizar ninguna redistribución básica de la riqueza; y ofrecer a Israel más apoyo del que pide.
Kerry aseguró que podría administrar mejor la ocupación de Irak y trabajar con todos nuestros aliados. Bush aseguró que había encontrado unos pocos aliados para que realmente trabajaran con él. ¿Cuáles aliados? La amenaza soviético se desmoronó hace una docena de años y las instituciones destinadas a combatirla permanecieron. Ciertamente una inútil OTAN ha crecido aún más que nunca, pero no tiene otro propósito que emplear a generales y comprar aviones y bombas innecesarios.
La retórica de campaña en realidad negó la noción de democracia que todos aprendimos en la escuela, donde los oponentes políticos podían explicar cuidadosamente sus posiciones y un electorado informado podría decidir. Como Kerry mintió -espero- y Bush repitió clichés vacíos, el público no comprometido se confundió cada vez más, pero no fue informado.
El alcance de la ignorancia pública manifestada en la elección del martes se refleja en un estudio del Programa acerca de Actitudes en Política Internacional y Redes de Conocimiento, sobre las percepciones de los seguidores de Bush y Kerry, basadas en entrevistas realizadas en septiembre y octubre. Después de que los medios informaron repetidamente de que Irak no tenía ADM significativas, 72% de los seguidores de Bush continuaban creyendo que Irak poseía o estaba a punto de desarrollar esas peligrosas armas.
Setenta y cinco por ciento de los seguidores de Bush seguían convencidos de que Irak había ofrecido apoyo a los terroristas del 11/9. 63% afirmaron que los medios habían demostrado esa proposición; algunos oyeron a expertos que lo verificaron. 55% de los electores de Bush supusieron que la Comisión 11/9 había confirmado este «hecho».
Steven Kull, director de PIPA, interpretó los datos como que los bushistas creían que este mensaje provenía «de la Administración». Es más, los seguidores de Bush «no han aceptado la idea de que no importa si Irak tenía ADM o apoyaba a Al-Qaeda». En otras palabras, después de las revelaciones de varias comisiones que investigaron el tema y cuyas conclusiones fueron ampliamente divulgadas, decenas de millones de electores aún mantenían que el régimen seglar de Saddam poseía armas peligrosas y conspiraba con terroristas religiosos.
¿Grosera disonancia cognoscitiva? ¿O es que los seguidores de Bush insertan secretamente pastillas de esposas de Stepford en el cerebro de cincuenta millones de renacidos? ¿Habrá logrado Dick Cheney, al estilo del candidato manchuriano, el lavado de cerebro de decenas de millones?
Sí, legiones de gente recibe las noticias de fuentes prejuiciadas -como Fox- y no pueden confrontar el hecho de que mercachifles millonarios los manipulan para propagar un sistema corrupto destinado a proteger su riqueza mal habida. Algunos republicanos testarudos aún creen que su partido lleva en sí la herencia de Lincoln que liberó a los esclavos y la de Eisenhower que ganó la guerra. Y como dramatiza Thomas Frank (en Lo que hay de mal en Kansas), los demócratas no se enfrentan a los temas sociales.
Las encuestas revelaron que los electores a menudo atribuyen a su líder posiciones y creencias contrarias a los hechos. Un «tipo bien» como George Bush no puede ser un fanático religioso y un extremista en política exterior. Él es patriótico y transparente. Quizás trató de evitar ir a Vietnam y haya usado la riqueza familiar para colarse en la Guardia Nacional donde en el mejor de los casos apenas cumplió con el reglamento. Pero ahora ha madurado y se ha convertido en un comandante militar ideal, no un cobarde resbaloso que nunca peleó en su vida. Sus seguidores creen en su belicoso barniz. Después de leer esto, pensé por un instante en tratar de vender el punte de Brooklyn a algunos de los seguidores de Bush.
Kerry, por otra parte, se opuso a la guerra de Vietnam, fue allí de todas maneras para ver la acción, mató a personas y regresó con la conclusión de que EE.UU. estaba haciendo cosas terribles a sus propios soldados y a Vietnam. Tampoco debiéramos haber invadido a Irak. Pero una vez allí, entonó él, debemos cumplir nuestra misión. ¿Cuál misión? ¿La que no debíamos haber iniciado?
Los medios serviles reforzaron la idea de que Bush realmente poseía cualidades de líder (ignorancia, tozudez, negativa a leer o a escuchar otras opiniones). Electores favorables a él se volvieron impermeables a ideas que pudieran contradecir sus opiniones. Es más, muchos electores vieron en su líder a un modelo de conducta: infalible y virtuoso. Como modelo, Bush enseña que él no comete errores o acepta hechos que puedan minar sus creencias. Él repite la palabra libertad. Llego a la conclusión de que él quiere decir «libre de la carga de hacer algo que ayude a otro ser humano». Es suficiente decirlo.
George W. Bush se ha convertido en el líder de un culto. Los que aseguran interpretar literalmente la Biblia le atribuyen poderes divinos. Buscaré en el Libro Sagrado pasajes que proclamen las virtudes de arreglar las elecciones.
Esta elección demostró que decenas de millones de norteamericanos creen que ellos o sus predicadores reciben directamente mensajes de Dios. Los ministros instruyen a los soldados del Señor acerca de cómo votar. Pero no puedo comprender cómo la gente puede creer a los mercaderes del engaño y el fango. Los «pecados» de Rush «El Vicioso» Limbaugh, William «El Jugador» Bennet, o Bill «El Acosador Sexual» O’Reilly debieran ser suficientes para quitar el pus ilusorio de los ojos de cualquier creyente.
El Reverendo Jimmy Swaggart, promotor de Bush, estaba «tratando de encontrar un nombre para eso -esta total, absoluta, estúpida e idiota estupidez de hombres casándose con hombres. Yo nunca he conocido a un hombre con el que me quisiera casar. Y voy a ser duro y directo: si alguna vez alguien me mira de esa manera, lo voy a matar y decirle a Dios que se murió… Dios lo llamó una abominación… Esos ridículos y totalmente absurdos fiscales y jueces y congresos estatales. ‘Bueno, no sabemos’. Debieran – debieran- debieran tener que casarse con un cerdo y vivir con él para siempre. No estoy golpeando al pobre homosexual, no es así. Ellos necesitan la salvación como cualquier otro.» 12 de septiembre de 2004.
Durante una campaña de predicación -y recaudación de fondos- en Indio, California, Swaggart le hizo una propuesta a Rosemary García, de 31 años. Ella había comenzado a realizar su magia en el auto de Swaggart cuando la policía detuvo a la pareja por conducir en la senda contraria de la calle.
García declaró que Swaggart había querido mirar pornografía en la TV. «Me solicitó relaciones sexuales. Bueno, por eso fue que me llamó. Eso es lo que hago. Soy prostituta».
En 1984 Swaggart declaró que «Las clases de educación sexual en nuestras escuelas públicas están promoviendo el incesto». Dieciocho años más tarde, el 10 de noviembre de 2002, después de confesar que era un adicto a la pornografía y al sexo, Swaggart denunció al Profeta Mahoma como un «pervertido» y un «desviado sexual».
Pero Swaggart también cree que la batalla del Armagedón «se realizará en el valle de Meggido. Ya viene. Pueden firmar todos los tratados de paz que quieran. No les servirán de nada… Va a ser peor… ¡Dios mío! Soy feliz… No me importa a quién moleste. No me importa a quién le cause problemas. Alegra mi espíritu».
Entristece mi espíritu que después de las repetidas confesiones de Swaggart acerca de su adicción a la pornografía y a la prostitución, millones sigan donando su dinero a ese farsante. Él es el epítome de la vida de Bush: hagan lo que digo, no lo que yo hago.
En el 2004 los candidatos compitieron por el derecho a gobernar el convulso imperio. Ninguno tenía planes para solucionar el creciente déficit, revitalizar el dólar, estimular las inversiones extranjeras en Estados Unidos (en su punto más bajo de los últimos 25 años) o, lo que es más importante, exportar con éxito nuestro orden a esos estados «inmorales» que exportan petróleo hacia acá. Ciertamente, ganó el mejor o el peor de los dos. Ahora debemos salir a las calles a organizar la oposición. Nuestra vida tiene sentido no porque votemos, sino porque desempeñemos un papel en nuestra historia – nada menos que llevar más justicia y equidad al mundo.
Landau es profesor en la Universidad Cal Poly Pomona y es miembro del Instituto para Estudios de Política. Su nuevo libro es El negocio de Estados Unidos: cómo los consumidores reemplazaron a los ciudadanos y de qué manera se puede invertir la tendencia.