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Prólogo del libro "USA: el Estado delincuente"

Un despiadado Estado delincuente

Fuentes: Rebelión

Los artículos y ensayos recogidos en el presente volumen abarcan un período temporal que va desde el año 2000 hasta hoy mismo, y fueron escritos al hilo de los acontecimientos internacionales que analizan. Abordan diversos aspectos de la situación mundial, con especial atención a las guerras del último período, y fueron publicados en diferentes medios […]

Los artículos y ensayos recogidos en el presente volumen abarcan un período temporal que va desde el año 2000 hasta hoy mismo, y fueron escritos al hilo de los acontecimientos internacionales que analizan. Abordan diversos aspectos de la situación mundial, con especial atención a las guerras del último período, y fueron publicados en diferentes medios de comunicación. La mayoría de los textos están relacionados con la actuación y la política exterior de los Estados Unidos de América, aunque también hay algunos ensayos que examinan cuestiones de la historia y de la evolución interior de ese país, como los años del mccarthysmo, con ensayos dedicados al caso Rosenberg o a la importancia del jazz en la cultura popular norteamericana, o que abordan el éxito del expresionismo abstracto, un movimiento artístico impulsado por las fundaciones y empresas que actuaban como tapadera de la CIA, y que hicieron de esa corriente estética una herramienta más en la lucha contra la Unión Soviética y el comunismo en la guerra fría.

Era inevitable que la guerra y ocupación posterior de Iraq estuviera presente en la mayoría de las páginas, aunque también hay amplias contribuciones sobre Vietnam, Venezuela, Corea del Norte o Afganistán. El hilo conductor de todos los textos que aquí se recogen es la constatación de que Estados Unidos, como potencia dominante en la década final del siglo XX y en los inicios del siglo XXI, está desarrollando una peligrosa y agresiva política exterior que está poniendo en peligro al mundo: si, con la desaparición de las hipotecas del mundo bipolar, muchos observadores y analistas creyeron que había llegado la oportunidad de construir un nuevo orden internacional más justo, en línea con los planteamientos desarrollados por las Naciones Unidas, lo cierto es que los acontecimientos de los dos o tres últimos años no mueven precisamente al optimismo. Al contrario. La emergencia de un poder conservador, extremista en Washington -que pretende consolidar una nueva dominación planetaria, con peligrosas tentaciones totalitarias y con el recurso a las guerras preventivas, y que está dispuesto a todo para conseguir sus propósitos, hasta el extremo de que incumple acuerdos internacionales y desprecia la propia arquitectura política de las Naciones Unidas, al tiempo que se arroga el privilegio de juzgar al resto del mundo con arreglo a sus propios criterios y decisiones estratégicas- ha creado una situación de emergencia en el planeta que debe estar en el centro de las preocupaciones de todos los ciudadanos del mundo.

Una inquietud recorre estas páginas: la convicción de que la humanidad debe articular un amplio movimiento de rechazo a la actuación imperial norteamericana, consolidando los instrumentos de cooperación internacionales y las instituciones multilaterales como una forma de conquistar la paz y resolver los serios problemas que enfrentan los seres humanos. No es seguro que los ciudadanos preocupados por el futuro del planeta sean capaces de lograrlo: la destrucción de una parte importante de los movimientos obreristas, la soledad del llamado Tercer Mundo, la sistemática represión que deben soportar los movimientos progresistas, y la falta de un análisis conjunto y de una alternativa política que agrupe y dirija los esfuerzos para derrotar a ese sistema inhumano que condena a buena parte de la humanidad a la miseria, debilitan los esfuerzos de decenas de miles de activistas en todo el mundo. No está escrito que el nuevo capitalismo vaya a ser derrotado, al menos en un corto plazo: en todo caso, dependerá de la capacidad de los movimientos revolucionarios y democráticos para levantar un gigantesco frente opositor que recorra los cinco continentes.

Pero, al mismo tiempo que se constatan esas dificultades, aquí y allá se atisban nuevos esfuerzos, surgen nuevos destacamentos progresistas y revolucionarios que persisten en su denuncia y en su actividad contra el capitalismo depredador. La emergencia del Foro Social Mundial y las gigantescas manifestaciones de protesta en todo el mundo contra la agresión norteamericana a Iraq son fundados motivos de esperanza. Junto a todo ello, no puede olvidarse que la imposición por parte de organismos como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial de políticas favorables a los grandes centros de decisión norteamericanos y occidentales, con graves consecuencias sociales para la población de numerosos países, convive con la extendida conciencia de que otro mundo es posible.

En los inicios del siglo XXI, y pese a la capacidad científica desarrollada por el género humano, continúan existiendo lacerantes problemas como el hambre, la explotación, la desigualdad extrema, la esclavitud, la falta de libertad, y buena parte de la humanidad soporta una existencia miserable. Al mismo tiempo, la rapiña capitalista de los recursos ajenos continúa siendo el patrón de conducta del principal poder imperial, Estados Unidos de América, y hay pocas dudas de que esté dispuesto a cambiar. El recurso a la manipulación y la mentira, la extorsión y el chantaje, también son rasgos de su actuación, recurriendo incluso a groseras falsificaciones en la vieja tradición goebelsiana. Hay que recordar que, en los preparativos de la guerra contra Iraq, uno de los argumentos de los medios gubernamentales norteamericanos y de los intelectuales neoliberales para defender la invasión era que no podía cederse ante un dictador, que el mundo no podía soportar ¡un nuevo Munich!, como si pudiera establecerse un paralelismo entre el peligro nazi y el Iraq de Sadam Hussein. El desvarío intelectual de ese argumento, difundido sin rubor por los grandes medios de comunicación y apoyado incluso por círculos académicos a los que se les supone rigor, es una prueba más del poder corruptor y depredador de Washington.

La evidente inclinación a la rapiña del poder norteamericano no se ha visto solamente en Iraq. El establecimiento de bases militares en las antiguas repúblicas soviéticas de Asia central -Uzbekistán, Turkmenistán, Tayikistán- y el aumento de la influencia política de Washington en la zona, están dirigidos a controlar la riqueza petrolífera y gasística de esa parte del mundo, así como a la creación de un cinturón sanitario sobre el nuevo poder emergente chino: la constante presencia militar norteamericana en el mar de Formosa, sus bases en Corea del Sur y Japón y la apertura de una artificiosa crisis en Corea del Norte, no dejan lugar a dudas. De esa forma, guerras como las de Afganistán o Iraq, el apoyo a la temeraria política israelí de persecución y exterminio de las organizaciones palestinas, la continuidad de la ocupación de Palestina y la falta de solución al problema de los refugiados que malviven en Gaza o en otras áreas cercanas, junto con la expansión del presencia militar estadounidense en la zona convierten a Oriente Medio en el principal escenario de crisis mundial. Otros focos de conflicto, como la grave situación del continente africano, la agudización de la crisis social en América Latina, la desertización industrial y la quiebra de las estructuras sociales en muchos territorios de la antigua Unión Soviética y de la Europa oriental, así como la gravedad de los problemas que afectan al complejo mosaico del mundo musulmán, muestran la dimensión de los desafíos que afronta la humanidad.

En el centro de esa compleja crisis, ahora mismo, no hay duda de que la ocupación norteamericana de Iraq se ha convertido en el punto de referencia de la lucha anticolonial y antiimperialista, y de esa infame ocupación tratan muchos de los textos aquí recogidos, que ponen el acento en la emergencia en América del Norte de un despiadado Estado delincuente. Del resultado de ese combate desigual entre los iraquíes y las tropas norteamericanas, del éxito de la resistencia iraquí y de la derrota del ejército estadounidense dependerán muchas cosas en el futuro cercano. Vayan estas líneas para los dignos árabes iraquíes que organizan la resistencia en Iraq contra las tropas norteamericanas.

Prólogo del libro de Higinio Polo, USA: el Estado delincuente, Barcelona, 2004, Editorial El Viejo Topo.