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Extremadura

Un nuevo tejido social cuestiona el desarrollismo industrial obsoleto

Fuentes: Diagonal

El modelo de desarrollo extremeño está a debate, un entramado político y empresarial que recurre a las estrategias más caciquiles para atraer dinero público y coaccionar a las diversas plataformas sociales. El modelo de crecimiento en Extremadura coincide con el del resto de la península en el peso exagerado de la construcción y la especulación […]

El modelo de desarrollo extremeño está a debate, un entramado político y empresarial que recurre a las estrategias más caciquiles para atraer dinero público y coaccionar a las diversas plataformas sociales.

El modelo de crecimiento en Extremadura coincide con el del resto de la península en el peso exagerado de la construcción y la especulación inmobiliaria, así como en el despliegue de grandes infraestructuras viarias, pero tiene la peculiaridad de añadir proyectos industriales de generación de energía, entre otros : la instalación de varias centrales térmicas y una refinería de petróleo con su necesario oleoducto hasta el puerto de Huelva. Algo llamativo y paradójico en una región que, con dos reactores nucleares, muchos embalses y el actual empuje de las instalaciones fotovoltaicas, genera mucha más energía eléctrica de la que consume.

Estos proyectos energéticos intensivos en capital y de duro impacto social y ambiental han suscitado un gran rechazo popular que se ha autoorganizado, al margen de instituciones, partidos y sindicatos, en plataformas ciudadanas (Refinería No, Térmicas No, Cerrar Almaraz, etc.), desplegando una lucha sostenida que ha logrado un alto grado de visibilidad y presencia social en una región secularmente azotada por la desmovilización y la apatía política. Con sus diversas luchas locales de resistencia, este movimiento ambientalista ha puesto sobre la palestra el modelo de desarrollo económico y humano que debe tomar esta región. Un modelo que ha puesto en evidencia el alto grado de divorcio entre unas instituciones públicas, alineadas con el desarrollismo industrial obsoleto, y una sociedad civil muy heterogénea ; en parte permeable a los discursos desarrollistas del «empleo por encima de todo», pero también alarmada por estos procesos supuestamente modernizadores y que aspiran a defender y conservar los recursos naturales, los paisajes y el entramado socio-cultural de los ecosistemas regionales.

En este sentido, las luchas contra las térmicas, contra la refinería, contra la urbanización de la Isla del embalse de Valdecañas, contra Almaraz y tantas otras barbaridades se encuentran frente a un conglomerado muy compacto de intereses económicos y políticos que se entremezclan y actúan en connivencia. Valgan como ejemplos la participación directa de la Junta en la refinería con un 20% del capital a través de la Sociedad de Fomento Industrial de Extremadura, SOFIEX, por no hablar de que Alfonso Gallardo, dueño del grupo industrial más poderoso de la región, es un viejo beneficiario de la mayor parte de las ayudas industriales públicas ; que varias decenas de concejales y alcaldes de los pueblos vecinos de la central nuclear trabajan en la propia central ; el apoyo cerrado de CC OO y UGT a todos estos proyectos, o que muchas alcaldías de los municipios pequeños (la gran mayoría de los de la región) estén en manos de promotores y constructores.

Este conglomerado público-privado, político-empresarial, no duda en violar su propia legislación ambiental, ni en usar fraudulentamente la declaración de «interés público», ni en ocultar información, ni en impedir el acceso a Canal Extremadura de las voces opuestas a sus proyectos, e incluso emplea acciones de amedrentamiento y coacción como el acoso las recogidas de firmas contra las térmicas por parte de la policía municipal de Mérida, o la denuncia falsa contra diez miembros de Refinería No por la inventada agresión al alcalde de Villafranca de los Barros, o los ataques a la vivienda de la coordinadora de Ecologistas en Acción, incluso con artefactos incendiarios, en el Gordo (Cáceres) ; o las presiones internas y externas contra los técnicos y agentes del Medio Ambiente comprometidos o las represalias de alcaldes contra los ecologistas de sus municipios… toda una microconflictividad social y política que revela el carácter poco democrático o decididamente autoritario del sistema institucional en todos sus niveles, que ha logrado tejer una densa red de clientelismo, corrupción y caciquismo de nuevo cuño que ve en el movimiento de resistencia ambiental casi el único enemigo a batir toda vez que las voces del disenso proletario, campesino o de género han quedado laminadas o integradas.

En este escenario de dura polarización ideológica, los movimientos ciudadanos están teniendo el mérito de plantear, más allá de la defensa del territorio y los recursos comunes, la necesidad de romper con el autoritario cerco económico, cultural y político en el que la sociedad civil está atrapada, poniendo en discusión no sólo los aberrantes proyectos concretos, sino también el modelo de desarrollo que nos están imponiendo desde lo más global a lo municipal.

El ‘atraso’ como oportunidad de ecodesarrollo

El atraso económico extremeño está siendo reinterpretado por el ambientalismo como una oportunidad para el cambio radical de estructura económica que la actual crisis sistémica demanda. La región cuenta todavía con un importante sector primario y un alto porcentaje de población rural, ecosistemas agrarios hortícolas, frutícolas, cerealísticos productivos y aún no muy contaminados, susceptibles de transformación progresiva a modelos ecológicos de producción. Olivares, viñedos, dehesas que son un tesoro económico, ecológico y cultural. Unos pueblos en crisis, pero aún vivos en los que se puede rastrear los antiguos conocimientos y prácticas del manejo blando de los ecosistemas… El futuro de la región pasa por la revitalización y transformación ecoeficiente del sector agroganadero y los espacios rurales, por la conservación de su rico mosaico de paisajes. Otro activo importante son los bosques del norte, auténticos pulmones verdes, que pueden desarrollarse mucho más : con prevención de incendios, ganadería extensiva, mejoras y aprovechamientos silvícolas.

Fernando Llorente participa en el movimiento antinuclear de la Vera-Cáceres.