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Un septiembre sin Fiesta del PCE

Fuentes: Rebelión

A las gentes de edad con propensión a la exageración, la nostalgia revolucionaria, la literaria guerra fría (que vuelve como épica y farsa al tiempo) y la desmemoria (ya sólo recuerdo -igual que hacía mi admirado Andréi Gromyko- lo que me interesa, cuando me interesa), deberían darnos pocos disgustos. Sería conveniente, incluso necesario, que la […]

A las gentes de edad con propensión a la exageración, la nostalgia revolucionaria, la literaria guerra fría (que vuelve como épica y farsa al tiempo) y la desmemoria (ya sólo recuerdo -igual que hacía mi admirado Andréi Gromyko- lo que me interesa, cuando me interesa), deberían darnos pocos disgustos. Sería conveniente, incluso necesario, que la vida transcurriera sin sobresaltos ni asperezas, que las comidas fueran sin sal, poco aceite, de ligera digestión y a sus horas, invariable la sonrisa del médico (inquieto, mira el reloj, tiene varios pacientes por hora y no está la cosa para perder el tiempo con las recetas e historias del personal) y que las pastillas estuvieran bien acomodadas -cada una de un color diferente, tendencia multicolor made in USA, y en su pequeño compartimento- en el plateado pastillero de vieja plata, que diría, o algo parecido, el gran Alejo Carpentier en las primeras líneas de su exótico Concierto barroco. Sería conveniente, incluso razonable, que la realidad -eso que han inventado (tras tanto afán y reflexión en los múltiples think tanks) para que nosotros, mortales, seamos felices y que en nada se parece a lo real- siguiera el curso natural de las cosas. Sería razonable, conveniente, no alterar demasiado el cauce de los ríos, evitar inventos innecesarios (he visto que hay libros que se pueden mojar y que sirven para que los que nunca han leído se los lleven a la playa y/o piscina; estaría bien, dicho sea de paso y sin ánimo de molestar, ver en ese innovador formato plástico la nueva reflexión otoñal del veterano combatiente Santiago Carrillo flotando, a la deriva, camino de las Azores); que lloviera cuando le toca, que las flores brotaran en primavera y que fuera imposible -el mercado mundial se opone con fuerza de tarjeta de crédito- encontrar frutas y verduras curiosas fuera de su natural temporada. Sería deseable, por no decir práctico para la comunicación mundial (ahora que estamos todos sometidos a las técnicas narrativas del storytelling), que las personas -sobre todo las que tienen altavoces mediáticos o responsabilidades públicas- supieran de qué hablan -al menos un poco, aunque fuera por decoro- cuando hablan de algo (bien sobre la independencia de Kosovo o de Osetia del sur -como si fueran situaciones geoestratégicas comparables, sostiene la OTAN y la EU-, bien sobre la desaceleración, sic, económica y la ex-bubble inmobiliaria), y que los periódicos contarán, estos sí, como siempre, para no perder la rutina, lo que les venga en gana sin atender, faltaría más, a cómo han ocurrido los hechos que describen o analizan. En resumen, sería justo y necesario, que al personal de edad, a todos aquellos que hemos transitado, malvivido y vencido, aunque sea por longevidad, al franquismo político y moral y al dictador ecuestre, pequeñín y asesino, nos dieran pocos sustos (ya nos da bastantes Manoliño Fraga con sus declaraciones sobre el caudillo). Y en estas estaba yo, leyendo tranquila la prensa independiente, ahora global y mexicana, de la mañana, cuando me entero de golpe, sin previa acomodación interior ni examen de conciencia, como si llamaran a la puerta y apareciera Carlitos Slim con alguna recomendación -me lo cuenta mi nieta Lola, con esa mala educación y algo de mala leche que muestra la juventud para las cosas importantes y de comer (nunca mejor dicho tratándose de lo que se trata, niña, coño, que con la comida no se juega)- que este septiembre, recuerdo todavía el agua bendita aquel lejano 16 de junio de 1977 en Torrelodones, no habrá Fiesta del PCE, que la han suspendido por razones diversas, todas muy bien explicadas (explicaditas, hubiera dicho mi madre, con cierta sorna), en un elaborado y bien escrito documento (que más parece, por su forma, una explicatio non petita). Un septiembre sin fiesta del PCE -se decía, no sin falso orgullo, que la Fiesta abría el curso político, ahora lo abre la señora Campos en Telefive con Rodríguez Z.- ya no es un verdadero septiembre. Desconsolada, teatral mi gesto, me pregunto en voz alta. ¿Dónde voy a comprar ahora los libros que no se encuentran en las librerías? ¿En qué lugar voy a encontrarme con los amigos, algunos hasta camaradas, que veo una vez al año? ¿Cuándo podré escuchar, rodeada de gente afín (es un decir), las palabras del Secretario General? Lola, con su perversa inocencia me cuenta que en Wikipedia, entrada «Fiesta del PCE», está todo contado. Mi incredulidad avanza. Malo, por el carácter simbólico del fracaso, es que no haya fiesta, ni encuentros, ni conferencias, ni chorizos, ni langosta congelada cubana, pero que lo cuenten en Wikipedia, así, como si fuera una novela histórica, me parece peor. Lola me ayuda en este lance, sonríe todo el tiempo, y nos vamos juntas de viaje por la red. Transcribo, para mi propio asombro, lo que leo: Fiesta del PCE, Historia, tercer párrafo. » En 2007 se celebró el 30 aniversario, con menor asistencia debido entre otras cosas a la Noche en Blanco , que programó el Ayuntamiento de Madrid para el mismo fin de semana. Se celebró además sin la habitual zona de acampada, los ingresos fueron menores y hubo varios problemas; por lo que en 2008 se decidió suspender la fiesta para el mes de septiembre, pensando en la posibilidad de realizarla en la primavera de 2009. » Apago el ordenador. Quizá exagere pero esto de que el PCE no pueda, no sea capaz (por las razones que sea, todas válidas, seguro) de montar su Fiesta no suena bien. No quiero imaginarme -prefiero no pensar- si tuviera que organizar, así, como el que no quiere la cosa, la Revolución con sus soviets y todo.