El 22 de mayo de 1902, la revista LIFE publicó un dibujo en un reportaje sobre la guerra en Filipinas, que dejó plasmado gráficamente la utilización de la técnica del «submarino» o waterboarding con los prisioneros del ejército de Estados Unidos. Tal procedimiento para los interrogatorios han constituido un método habitual, y una fotografía de […]
El 22 de mayo de 1902, la revista LIFE publicó un dibujo en un reportaje sobre la guerra en Filipinas, que dejó plasmado gráficamente la utilización de la técnica del «submarino» o waterboarding con los prisioneros del ejército de Estados Unidos.
Tal procedimiento para los interrogatorios han constituido un método habitual, y una fotografía de la guerra en Vietnam permite demostrar cómo Estados Unidos ha utilizado la tortura. Los uruguayos, durante los años siniestros del Plan Cóndor de Henry Kissinger y de los dictadores latinoamericanos, conocieron de cerca esa práctica con el profesorado y asesoramiento del hombre de la CIA para esos menesteres, Dan Mitrione.
Más reciente, aún ahora, la práctica ha sido empleada con total impunidad, con el consentimiento y ordeno de la Casa Blanca de George W. Bush, en las actuales guerras del imperio: la muy especial y selectiva contra el terrorismo, la de Afganistán, y la de Iraq. Ahí están las prisiones estadounidenses de Bagram (Afganistán), Abu Ghraib y otras en Iraq, las cárceles secretas de la CIA esparcidas por una parte del mundo cómplice, y el centro matriz en la ilegal Base Naval de Guantánamo.
Sin tapujos, con las prerrogativas que se asignan los más fuertes, Estados Unidos ha permitido a la CIA, a los militares, a la policía militar, a los contratistas de seguridad emplear técnicas que les permiten hacer hablar a los detenidos, lo que saben o lo que deben hasta inventar para tratar de salvarse de la bestialidad.
El pasado 6 de febrero, Tony Fratto, el portavoz de la Casa Blanca, declaró que el waterboarding o simulacro de ahogamiento puede ser usado para interrogar a los sospechosos de terrorismo. «Dependerá de las circunstancias», dijo y las definió: «la creencia de que un ataque podría ser inminente, eso podría ser una circunstancia que uno definitivamente querría considerar». Hizo más aún, dio el nombre exacto del responsable, de quien se pudiera juzgar como criminal de guerra por ordenar la tortura: «el presidente (Bush, el hijo) escuchará el juicio considerado de los profesionales de la comunidad de inteligencia y el juicio del fiscal general en términos de las consecuencias legales de emplear una técnica en particular».
Y dejémonos de ingenuidades, la Agencia Central de Inteligencia ha admitido ya que usaron el waterboarding con al menos tres detenidos: Khalid Sheik Mohammed, de quien dicen fue el cerebro del 11 de septiembre de 2001; Abu Zubaydah, detenido en Estados Unidos luego de esos atentados, y Abd Rahim Nashiri, otro supuesto dirigente de Al Qaeda. Para el director de la CIA, Michael Hayden, la membresía en la organización terrorista es suficiente justificación para utilizar contra cualquiera de ellos la tortura, bueno, la caricia del waterboarding.
Así rigen al mundo; pero las imágenes dicen más que las palabras, les mostramos esas pruebas irrefutables, aunque tampoco sean capaces de reflejar toda la ignominia de una práctica que tiene muy larga y añeja bitácora para Estados