Recomiendo:
0

Asumió el nuevo Secretario de Defensa estadounidense

Un viejo halcón volará sobre Bagdad

Fuentes: APM

Tras la salida de Rumsfeld, Robert Gates tomó el control del Pentágono, para solucionar la conflictiva situación en Iraq. Un funcionario que se muestra moderado a pesar de su abultado prontuarioEl ex director de la CIA, Robert Gates, asumió como nuevo secretario de defensa de Estados Unidos, luego de que la derrota republicana en las […]

Tras la salida de Rumsfeld, Robert Gates tomó el control del Pentágono, para solucionar la conflictiva situación en Iraq. Un funcionario que se muestra moderado a pesar de su abultado prontuario
El ex director de la CIA, Robert Gates, asumió como nuevo secretario de defensa de Estados Unidos, luego de que la derrota republicana en las elecciones parlamentarias se cobrara la cabeza del artífice de la invasión en Iraq, Donald Rumsfeld.

Es justamente la coyuntura en Medio Oriente lo que mantiene preocupado al presidente George W. Bush, que debió recurrir a un halcón de la vieja guardia para hacerse cargo de la situación. El nombramiento de Gates en la cartera de Defensa obedece a la complicada situación en Iraq, donde día a día recrudece la violencia, y se hacen más fuertes los grupos insurgentes.

De hecho, el propio funcionario electo declaró días atrás ante la pregunta de un periodista que «Estados Unidos no está ganando la guerra en Iraq», lo que generó cierto desconcierto en la prensa local e internacional.

La sensación que causó el nombramiento de Gates para varios analistas internacionales, es que Bush lo eligió en función de su discurso moderado y su insistencia en el camino de la diplomacia. Cabe recordar que el ex secretario de la CIA formó parte del Grupo de Estudios de Iraq (GEI), una comisión bipartidista encargada de evaluar la situación de ese país. En un informe elevado a la presidencia, el GEI recomendó la salida paulatina de tropas en Iraq, así como la necesidad de diálogo con Irán y Siria.

A este contexto político, hay que sumarle otras cuestiones que quedaron en el tintero durante la gestión Rumsfeld. La principal de ellas es la propuesta del Ejército para que el Congreso autorice un aumento del contingente autorizado de tropas, que actualmente es de 500 mil soldados para esa arma, y 178 mil para la Infantería de Marina.

La disyuntiva entre fijar un cronograma de salida para las tropas en Iraq, o aumentar su número, es el tema central en la política exterior estadounidense por estos días. Por su parte, el ex secretario Rumsfeld se encargó de instalar el asunto en una entrevista concedida antes de su retiro. El funcionario saliente afirmó que «quienes se manifiestan en favor de más, más y más soldados, como haría yo en un conflicto convencional, no reconocen que la medida puede producir exactamente el efecto contrario».

Siguiendo esta línea de reflexión en la que el tema central es el retiro o no de tropas, y asumiendo que Gates viene a poner moderación en un conflicto que le está jugando en contra a Estados Unidos, hay dos apreciaciones por hacer.

La primera de ellas es el prontuario del propio Gates, funcionario de la vieja camada de halcones. Durante la gestión de Ronald Reagan, el por entonces codirector de la CIA tuvo un papel central dentro del apoyo estadounidense a los «contras» en Nicaragua, resabios de la vieja Guardia Nacional del dictador Somoza. De hecho, protagonizó un escándalo que no lo dejó asumir como director pleno de la Agencia de Inteligencia, cuando se comprobó que estaba implicado en la venta de armas a Irán, para el financiamiento de las operaciones contrainsurgentes en el país centroamericano.

Años más tarde, Gates se convirtió en uno de los funcionarios predilectos de Bush padre, y fue artífice de la invasión militar a Panamá y de la primera guerra del Golfo, que dejó a Saddam Hussein en el poder.

De esta forma, el moderado funcionario que viene a solucionar la situación en Iraq tiene un abultado prontuario en materia belicista. De hecho, el mismo hombre que en 2006 insiste en las vías diplomáticas, por ejemplo, con Corea del Norte, aconsejaba, hace 10 años atrás, bombardear las instalaciones nucleares de ese país.

Igualmente, hay una segunda apreciación que no puede pasar desapercibida. Se trata del afán belicista característico de los republicanos, que no desaparecerá del escenario político por más que la coyuntura lo encuentre adverso.

Esta costumbre, suscrita a la teoría del «choque de las civilizaciones» de Samuel Huntington, fue evidenciada por Rumsfeld en la citada entrevista. El ex funcionario declaró, sin tapujos, que «hay gente en el mundo que está decidida a desestabilizar a los regímenes musulmanes modernos y restablecer un califato planetario. Y quien quiera informarse sobre ello puede conocer sus intenciones directamente en Internet. Son mortíferos. No van a rendirse. Habrá que capturarlos o asesinarlos. Tendrán que ser disuadidos».

No existen indicios para pensar que Gates no continuará alimentado este afán belicista y ya hay hechos que confirman esta hipótesis. Mientras el GEI propone la vía diplomática con Irán, varios funcionarios del sector duro de los halcones, con Dick Cheney a la cabeza, consideran un ataque a sus bases nucleares. No es poco probable que un viejo halcón con el prontuario de Gates se alinee con esta opción.

El presidente Bush confirmó que esperará hasta enero para anunciar su nuevo plan para Iraq, de modo que Gates posea el tiempo necesario para analizar la situación. Por su parte, el nuevo ministro de defensa visitará el país árabe en los próximos días, para «ver con sus propios ojos» las consecuencias de la invasión. Sólo resta esperar si esos ojos serán los mismos con los que supo ver a Nicaragua o a Panamá.

[email protected]