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McClellan y sus colaboradores en los medios de EE.UU.

Una disputa entre ladrones y mentirosos

Fuentes: Truthout

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Apenas había acusado el ex secretario de prensa de Bush (y ahora autor) Scott McClellan al presidente y a sus antiguos colaboradores de engañar a EE.UU. antes de Iraq, los chillidos de protesta se convirtieron en un poderoso rugido. No hablo de la virulencia que dirigieron en su contra sus antiguos colegas en la Casa Blanca como Karl Rove y Ari Fleischer. Hablo de los otros colaboradores en la guerra de McClellan: las personas influyentes en los medios corporativos. La gente a la que McClellan se refiere en su libro como «facilitadores condescendientes, cómplices» de la propaganda del gobierno de Bush.

Uno tras el otro, las estrellas de las noticias se defendieron con el gastado mito de que en esos días nadie dudaba de las afirmaciones sobre las armas de destrucción masiva de Irak. El cuento de que en retrospectiva todo es normal fue servido más veces que un clip del reverendo Wright en Fox News.

CATIE Couric, cuya cobertura en CBS sobre la ‘oleada’ de las tropas en Iraq ha sido casi zalamera, fue una de las pocas estrellas honradas sobre la cobertura anterior a la invasión, al decir hace algunos días: «Pienso que es uno de los capítulos más embarazosos en el periodismo estadounidense.» Habló de «presión» de la dirección corporativa, no sólo del Equipo Bush, sino para que «realmente se aplastara todo disenso.» Copresentadora de NBC Today en aquel entonces, , dice que los mandamases de la red la criticaron por cuestionar al gobierno.

Al parecer los ejecutivos de NBC no se quejaron cuando – dos semanas después de comenzada la invasión, Couric agradeció a un comandante de la Armada su presencia en el programa, agregando: «¡Y sólo quiero que sepa, pienso que los SEAL [fuerzas especiales] de la Armada son sensacionales!»

Es un momento glorioso para el público estadounidense. Por fin podemos ver a los que abandonaron la tarea de informar para vitorear y mostrar patrioterismo e índices baratos de audiencia, obligados a retorcerse por su papel al enviar a otros chicos de otros padres a Iraq. Digo ‘»chicos de otros padres» porque nunca encontré a alguno de los peces gordos entre aquellos con los que trabajé en las noticias de la televisión que tuviera chicos en las fuerzas armadas.

Ante el modo como las redes de la televisión danzaron según la tonada de la Casa Blanca, cantada por los Rove y los Fleischer y los McClellan, en los primeros años del reino de Bush, es apropiado que hayan sido necesarias las palabras de un conocedor veterano de Bush para imponer su auto-examen sobre Iraq. Máximas personalidades de los medios evadieron durante años críticas bien documentadas sobre su fracaso frente a Iraq, tan religiosamente como habían rehuido las críticas a la guerra en 2003.

Hablando de religión, hace solo dos días el caballo de batalla de NBC, Tom Brokaw, pudo admitir en el aire que el impulso de Bush hacia la invasión fue «más teología que cualquier otra cosa.» En el primer día de la guerra, fue el presentador Brokaw quien se volvió hacia un almirante y declaró: «Unas de las cosas que no quiero hacer es destruir la infraestructura de Iraq, porque en unos pocos días más vamos a ser los dueños de ese país.»

Al ser consultado esta semana sobre la acusación de que los medios transmitieron propaganda de guerra, Brokaw culpó a la Casa Blanca y a su «increíble capacidad para controlar en todo momento el flujo de información, pero especialmente durante el tiempo en que se preparaba para ir a la guerra.» Es un embuste viejo: los peores censores antes de la guerra no fueron los gobiernos, sino importantes centros de información que prefirieron excluir y calumniar a los expertos disidentes.

Wolf Blitzer, cuyo personaje en CNN es el de un voceador de carnaval, defendió la cobertura de su canal: «Pienso que estuvimos harto bien. Pero ciertamente, a posteriori, podríamos haberlo hecho aún mejor.» La cobertura podría haber sido mejor si el jefe de noticias de CNN no hubiera pedido la aprobación del Pentágono para los generales en retiro que presentaron. O si Jordan no hubiera aparecido en el aire para descartar a un experto disidente en armas de destrucción masiva: «La conducta parecida a un camaleón de Scott Ritter realmente desconcertó a mucha gente… Los responsables de EE.UU. ya no otorgan mucha credibilidad a Scott Ritter.»

El presentador de ABC, Charlie Gibson, el más parecido a un presentador de Fox News en cualquiera de las tres grandes redes, se resintió con McClellan: «Pienso que los medios hicieron un trabajo bastante bueno.» Afirmó «que se presentó mucho escepticismo» sobre el discurso de Colin Powell ante la ONU antes de la guerra. El crítico de los medios, Glenn Greenwald, calificó la afirmación de Gibson de «una de las declaraciones más falsas jamás expresadas en la televisión» – y confirmó lo que quería decir, utilizando la cobertura entusiasta sobre Powell hecha por Gibson en aquel entonces.

En febrero de 2003, hubo un inmenso escepticismo en los medios dominantes sobre el discurso en la ONU de Powell… en el extranjero. Pero las redes de televisión en EE.UU. proscribieron los puntos de vista contra la guerra en las dos semanas cruciales que rodearon ese discurso pleno de errores. FAIR estudió todas las fuentes en imagen de los programas noticiosos nocturnos de ABC, CBS, NBC y PBS: menos de un 1% – 3 de 393 fuentes – se pronunciaron contra la guerra. Sólo un 6% consistió de fuentes escépticas. Esto en circunstancias de que un 60% de los estadounidenses encuestados querían más tiempo para la diplomacia y las inspecciones.

Trabajé días de 10 horas dentro de la sala de noticias de MSNBC como productor del programa de Phil Donahue durante el mejor horario (cancelado tres semanas antes de la guerra aunque era el show más visto del canal). Creédmelo: demasiado escepticismo sobre las afirmaciones respecto a la guerra era una ofensa punible. La dirección máxima nos ordenó, a mí y a todos los demás productores de Donahue, que comprometiéramos a paneles que favorecieran el lado pro-invasión. Vi como reprobaban a otro productor por reservar un programa con opiniones equilibradas.

En MSNBC, oí como calumniaban a Scott Ritter – en el aire y fuera – como vocero pagado de Sadam Husein. Después que tuvimos en el programa al ex Fiscal General de EE.UU. Ramsey Clark, escéptico ante la guerra, supimos que estaba en una especie de lista negra de la televisión.

Cuando MSNBC despidió a Donahue, se esperaba que seríamos reemplazados por un programa nocturno presentado por Jesse Ventura. Pero éste nunca tuvo lugar. Ventura dice que fue porque él, como Donahue, estaba opuesto a la invasión de Iraq; le pagaron millones por no aparecer. Otra estrella de MSNBC, Ashleigh Banfield, fue degradado y luego perdió su puesto después de criticar las primeras semanas de una cobertura de la guerra «muy esterilizada». Con cada mordaza, la autocensura tendía a proliferar.

No defiendo a Scott McClellan. Hay quien pueda decir que tiene sangre en sus manos – y que no ha merecido ningún tipo de redención.

Pero, siendo alguien que todavía arde de furia por lo que vio desde el interior de las noticias en la televisión durante ese momento histórico crucial, hago lo posible por gozar ante esta disputa entre ladrones y mentirosos.

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JEFF COHEN ES FUNDADOR DE FAIR Y AUTOR DEL NUEVO LIBRO: «CABLE NEWS CONFIDENTIAL: MY MISADVENTURES IN CORPORATE MEDIA.»

http://www.zcommunications.org/znet/viewArticle/17779