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Una elección que solo los demócratas podrían perder

Fuentes: Revista Jacobin - Imagen: Verso Books (Yesterday's Man: The Case Against Joe Biden)

Biden y los demócratas casi pierden las elecciones, algo impensable dado el repudio generalizado hacia Trump. Para comenzar a entender las razones de esto, debemos mirar más allá del relato dominante según el cual Estados Unidos es un país racista y su única esperanza de salvación es el extremo centro. Debemos echarle la culpa al Partido Demócrata.

Todavía no sabemos qué va a pasar con las elecciones estadounidenses, y tal vez no lo sepamos hasta el fin de semana. Pero aún más deprimente que los decepcionantes resultados del martes pasado ha sido la reacción de una parte del progresismo estadounidense, que está repitiendo las mismas excusas que el Partido Demócrata: Trump era demasiado fuerte, demasiado popular; y Estados Unidos era demasiado racista como para que Trump sufra una derrota contundente. No había nadie, dicen, que podría haberlo hecho mejor que Joe Biden.

Este argumento, no me canso de decirlo, es un disparate extravagante. Miremos los hechos:

I. Joe Biden era un candidato tan senil y poco inspirador que su propia estrategia de campaña consistía en hacerse lo más invisible e inaudible que pudiera frente al electorado. Esto fue aplaudido por los medios como si se tratara de un golpe de genio político.

II. De hecho, en septiembre –faltando apenas sesenta días para las elecciones– Biden decidió tomarse un tercio del mes de vacaciones. Su equipo se contentaba con anunciar, a veces al mediodía, a veces a las nueve de la mañana, que Biden estaba descansando y que no viajaría ni haría actividades de campaña.

III. La estrategia electoral de Biden este año fue la misma que promovió desde la década de los ochenta: olvidarse de la base demócrata tradicional (afro-estadounidenses, latinos, pobres, trabajadores y trabajadoras sindicalizados, etc.) para intentar, en cambio, conquistar el voto republicano de la gente vieja, adinerada y blanca que vive en los suburbios, ofreciendo una candidatura corporativa y conservadora que no agite mucho las aguas para enfrentar a un republicano de extrema derecha capaz de movilizar a sus bases (como Trump).

Ahora bien, en los últimos 40 años hemos tenido solo dos presidentes demócratas. En lo que va de este siglo tuvimos solo uno. Y cuando ganaron la presidencia lo hicieron movilizando el voto afroestadounidense, joven, latino, etc. Justamente los segmentos de la población que, tal como hicieron con Clinton en 2016, parecen haber abandonado a Biden en estas elecciones.

IV. En este mismo sentido, hay que decir que Biden hizo una campaña idéntica a la que hizo Clinton cuatro años atrás, a tal punto que se ganó el apoyo de las mismas figuras de la extrema derecha y de los criminales de guerra. La lógica de ambos se basó en que Trump era tan odioso que la gente votaría en su contra por puro instinto. Fracasó en 2016. Revivieron la misma táctica con la esperanza de que, ahora, en medio de una gigantesca crisis sanitaria y económica, el sentimiento anti-Trump sería suficiente para ganar las elecciones. A lo mejor las cosas son tan terribles que esto resulta. Pero las elecciones no deberían haber sido tan parejas.

V. El equipo de Trump copió la estrategia electoral de Obama y pasó los últimos meses haciendo campaña de puerta en puerta (¡un millón por día!). Biden, en cambio, comenzó a emplear esta estrategia recién en octubre, y solo como respuesta a la critica pública e interna. Pensaban que no tenía importancia. Pero ahora reconocen que fue esto lo que hizo la diferencia en Florida, estado que Trump ganó y que siempre ha sido imprescindible para sumar mayorías en el colegio electoral.

VI. Otro motivo para la derrota de Biden en Florida: Trump arrasó –de manera totalmente inesperada– entre la población latina y afroestadounidense. Esto parece replicarse a lo largo y ancho del país. De hecho, según los sondeos a boca de urna, las bases de apoyo de Trump crecieron en todos los grupos étnicos y en todos los géneros en comparación con 2016, con la excepción significativa de un sector: los hombres blancos.

VII. Estoy leyendo el New York Times, y los republicanos –por ahora– ganaron mucho terreno en comparación con 2016 en aquellos territorios de mayoría latina, urbana, universitaria y negra. Mientras tanto, Biden solo aumentó su apoyo entre votantes de más de 65 años, y, por un margen pequeño, entre electores blancos sin titulo universitario. En un condado de Texas donde el 96% de la población es latina, donde Clinton ganó por 60 puntos, Biden ganó por –que suenen los tambores– 5 puntos.

Que quede bien claro: esto es un fracaso vergonzoso, no solo de un candidato que apenas existe, sino también de la industria de las consultorías y las sanguijuelas de la política que prefirieron correr el riesgo de cuatro años más de calamidad antes que perder a sus contribuyentes financieros o frustrar su oportunidad de ganar un puesto en las altas esferas del mundo corporativo prometiendo una visión política audaz.

Todo esto sucede en medio de un colapso social y político de proporciones épicas frente al que Trump, por su parte, se muestra totalmente incapaz (o más bien desinteresado). A su vez, se trata de un escenario en el cual los multimillonarios han incrementado su patrimonio alrededor de 10 billones de dólares, mientras millones de estadounidenses pierden su cobertura médica de un día a otro en medio de la pandemia. Frente a esto, Biden se ha negado a contemplar la posibilidad de un sistema de salud universal (una medida que goza de gran popularidad) e incluso parece estar comenzando a renunciar a las reformas superficiales del sistema sanitario que se había comprometido a implementar.

Bien puede suceder que los votos por correo terminen dándole la victoria a Biden, pero las elecciones no deberían haber estado tan peleadas. Debería haber sido un triunfo aplastante como los que Estados Unidos presenció en 1932 o 1980.

Trump no es invencible. No es un genio. No tiene a la población hipnotizada con algún hechizo racista. Es un líder profundamente repudiado, corrupto e inepto que tuvo la buena suerte de enfrentarse al adversario más complaciente e inútil que pueda imaginarse. Gane o pierda, lo que está sucediendo no refleja su fortaleza sino la profunda debilidad de Biden y del establishment demócrata.

Fuente: https://jacobinlat.com/2020/11/05/una-eleccion-que-solo-los-democratas-podrian-perder/