Dianne Feinstein no está segura de ser capaz de ver la película «Milk», incluso aunque se lo ha propuesto. Hay pruebas del 1978 que muestran una sorprendida señora Feinstein durante los minutos iniciales de la nueva biografía cinematográfica de Gus Van Sant sobre Harvey Milk, su colega en el Ayuntamiento de San Francisco y el […]
Dianne Feinstein no está segura de ser capaz de ver la película «Milk», incluso aunque se lo ha propuesto.
Hay pruebas del 1978 que muestran una sorprendida señora Feinstein durante los minutos iniciales de la nueva biografía cinematográfica de Gus Van Sant sobre Harvey Milk, su colega en el Ayuntamiento de San Francisco y el primer concejal electo abiertamente gay en la historia de América. (Sean Penn personifica a Milk).
«Yo fui la que descubrí el cuerpo» me dijo el viernes la senadora por California, de camino desde el aeropuerto a su casa en San Francisco. «Para tomarle el pulso, puse mi dedo en el agujero de una bala. Fue un terrible, terrible momento en la historia de la ciudad».
La película, que secuencia la lucha hostil de los activistas gays en favor de la no discriminación contra los reaccionarios religiosos en la California de los años 70, empieza en medio de una lucha hostil de los primeros contra los segundos en aras a prevenir la discriminación.
Milk fue tiroteado por Dan White, que había trabajado en el ayuntamiento con Milk y Feinstein. White, un católico irlandés, ex policía y veterano del Vietnam, se oponía a las iniciativas de Milk en favor de la igualdad de derechos para los gays. Dimitió e inmediatamente quiso otra vez su puesto, un movimiento político que Milk ayudó al alcalde, George Moscone, a rechazar. White subió, a través de una ventana del sótano del ayuntamiento, con un arma cargada, y disparó primero a Moscone y después a Milk. (En la infame «defensa del Sr. Twinkie» el Sr. White argumentó en su defensa que la comida basura lo había estresado).
Pregunté a la senadora Feinstein, que se convirtió en la alcaldesa después de la tragedia, si vería la película.
«Es muy doloroso para mi», contestó. «Me costó siete años antes de poder sentarme en la silla de George Moscone. Me costó mucho ti
Este mes, activistas gays que respaldaban la candidatura de Barak Obama tuvieron la agridulce experiencia de ver a algunos votantes latinos y negros que acudían a las urnas a votar al Partido Demócrata votar también a favor de la octava enmienda, que convertía al «yo si» en el «tu no puedes». Alrededor de 20.000 parejas gays se habían prometido antes de que la octava enmienda fuera aprobada, votada por una coalición que incluía a Mormones y a oponentes católicos.
Ahora que la información sobre los donantes puede encontrarse en Internet, los activistas gays han apelado a un boicot de todos aquellos que contribuyeron a hacer aprobar la ley, desde pequeños negocios (por ejemplo el restaurante El Coyote en L.A. donde Sharon Tate tomó su última comida y donde Fabio y George Clooney casi se dan de hostias) a los grandes (por ejemplo las instalaciones de esquí de Utah y los cines Park City o Utah, donde se hacen pases de las películas del Festival de Sundance).
Feinstein se mostró segura de que los gays que se han casado en el Estado desde junio aún están casados. «No se puede legislar», dijo. «No se puede anular. Es algo tan intrínseco a la propia Constitución que no se puede derogar mediante el voto de la gente.»
Jerry Brown, el Fiscal General del Estado de California que aparece también en los rollos de archivo de «Milk» en sus días como gobernador, concordó: «Yo creo que son válidos», me dijo, añadiendo que va a argumentar en el proceso de apelación delante del Tribunal Supremo del Estado que no puede haber «una anulación con carácter retroactivo de esas uniones maritales».
Brown rememoró la derrota de la sexta enmienda de la época de Milk, que buscaba echar a los profesores gays de las escuelas públicas de California. («Si fuera verdad que los niños imitan a sus profesores, tendríamos un montón de monjas correteando por ahí», dice Milk en la película).
«Cada vez que se aborda una cuestión que contiene tan profundas implicaciones emocionales y se formula en términos de iniciativa política» Brown dijo, «se apacigua algo el enojo y se convierte en un asunto que la gente puede abordar de un modo mas razonable e imparcial».
Feinstein concordó: «Yo creo que a medida que más y más gente tiene amigos gays, y que conoce más a las asociaciones gays y más percibe el heroísmo de los gays, cambian sus opiniones sobre el tema».
Los gays fueron arrinconados por sus oponentes. Tanto en la sexta enmienda en 1978 como en la octava enmienda de este año, se resucitó el miedo a que los niños fueran incitados a desarrollar una inclinación gay. Feinstein dijo que el anuncio de televisión de los defensores de la octava enmienda insinuando que «el matrimonio gay sería enseñado en la escuela realmente dolió». («Puedo casarme con una princesa» decía una niña con trenzas a su madre en el anuncio.)
«Creo que la gente está empezando a verlo de un modo diferente, este fue mi caso», dijo Feinstein respecto del matrimonio gay. «Al principio yo no estaba a favor. Pero cuanto más he vivido más he visto la felicidad de las personas, la estabilidad que esos compromisos conllevan en sus vidas. Muchos adoptaron niños que hubieran terminado en centros de acogida y que ahora disponen de hogares estructurados donde son educados aprendiendo la diferencia entre el bien y el mal. Es algo muy positivo».
Mandé un e-mail a Larry Kramer, el destacado activista de los derechos de los gays en la época que siguió a la de Milk, para saber su opinión sobre la octava enmienda. (En el año 1983, entrevisté a Kramer a propósito del nuevo azote del SIDA, y el me leyó una lista de un cuaderno verde de 37 amigos que habían muerto).
«¿NO TENEMOS EL DERECHO A TENER DERECHOS?» me respondió por e-mail, dichosamente cascarrabias.»ESTOY AVERGONZADO DE TI POR HACERME ESTA PREGUNTA».
Maureen Dowd es una veterana columnista de The New York Times que en 1999 ganó el premio Pulitzer
Traducción para www.sinpermiso.info : Pol Vidal