A las nueve de la mañana del 11 de septiembre de 2001, en la pequeña buhardilla de una antigua estación de bomberos del barrio neoyorquino de Chinatwon, un grupo de periodistas arrancaban su informativo radial diario. Tan sólo 13 minutos antes, muy cerca de ese estudio, un avión con 92 personas a bordo se estrellaba […]
A las nueve de la mañana del 11 de septiembre de 2001, en la pequeña buhardilla de una antigua estación de bomberos del barrio neoyorquino de Chinatwon, un grupo de periodistas arrancaban su informativo radial diario. Tan sólo 13 minutos antes, muy cerca de ese estudio, un avión con 92 personas a bordo se estrellaba contra la torre 1 del World Trade Center de Nueva York. Esa mañana, que marcaría el rumbo de la historia reciente de EE UU, fue también la detonante de uno de los cambios más trascendentales que han tenido lugar en Democracy Now!
Democracy Now! nació hace 18 años como un programa de noticias sobre las elecciones presidenciales estadounidenses de 1996, transmitido en ocho emisoras de radio comunitarias de la red Pacifica. «Hasta que en la crítica semana del 11 de septiembre de 2001, un canal de televisión de acceso público de Nueva York nos preguntó si podía transmitir Democracy Now! Respondimos que sí, mientras no interfiriese en el sonido de audio para la radio; ya que ése era el corazón de lo que hacíamos», recuerda Amy Goodman, directora, presentadora y fundadora de Democracy Now!
Tras los atentados, Democracy Now! entrevistó a personas que expresaban su oposición al bombardeo de Afganistán al grito de «¡No en nuestro nombre!». Esa cobertura hizo que más televisiones se interesasen por el programa. Y fue así como se convirtió en el primer informativo independiente en transmitir de forma simultánea a través de radio, televisión por cable y vía satélite, e Internet.
La Guerra de Iraq
La actitud de los medios estadounidenses tras el 11S nos lleva a lo que Mike Burke, el productor más veterano de dicho informativo, califica como «una de la historias más determinantes de nuestra generación»: la Guerra de Iraq. Burke recuerda que Democracy Now! fue uno de los pocos medios que tomó una posición crítica frente a lo que estaba ocurriendo en Iraq. Una guerra que es «el ejemplo perfecto del modo tan pobre en que los medios corporativos pueden llegar a cubrir una historia, y de cómo pueden llegar a alinearse con los intereses del Gobierno». Burke describe cómo en ese momento las voces que aparecían en los medios estadounidenses eran mayoritariamente de apoyo a la guerra. «Los activistas en favor de la paz, que eran silenciados en los medios corporativos, tenían un lugar en Democracy Now!, pero no sólo activistas, también inspectores de armas que planteaban dudas sobre las afirmaciones del gobierno. Iraq es sólo un ejemplo. Democracy Now! también cubrió de forma extensa los golpes de Estado apoyados por EE UU en Haití y Honduras. Todas ellas historias en las que el Gobierno tenía una línea de opinión particular, y gran parte de los medios corporativos adoptó esa misma línea», comenta Burke.
Es en esos momentos claves, en los que la gran mayoría de los medios toman las mismas posiciones que el Gobierno o las grandes empresas, cuando una sociedad debe reconocer el valor de los medios independientes. Medios que no aceptan ser financiados por gobiernos o grandes empresas. «Es importante que los medios sean el oxígeno de una sociedad democrática. Que cuando cubrimos una guerra no estemos patrocinados por los fabricantes de armas. Que cuando cubrimos el cambio climático, no estemos patrocinados por la industria del petróleo, del gas, o de la energía nuclear. Que cuando cubrimos temas de sanidad, no estemos patrocinados por compañías de seguros médicos o farmacéuticas. Que seamos independientes, que estemos patrocinados por oyentes, televidentes y lectores. Por personas hambrientas de esa información», señala Goodman.
Ese rol central de la audiencia es otro de los ejes de Democracy Now! El productor Mike Burke destaca cómo, justo antes de la Guerra de Iraq, pusieron a disposición una línea de teléfono donde la audiencia podía dejar grabados mensajes explicando qué estaban haciendo para tratar de evitar la guerra. «Recibimos mensaje de todo el mundo. Y emitimos algunos en el programa. Algo que, supongo, era una versión primitiva de lo que ahora son las redes sociales», dice Burke. Esa conexión con la audiencia es fundamental. «Animamos constantemente a nuestra audiencia a que nos manden sugerencias sobre invitados o entrevistas, ya sea por correo electrónico, Twitter o Facebook», destaca Burke, que explica cómo justo después del terremoto en Haití de 2010, Democracy Now! buscaba desesperadamente contactar con alguien en Puerto Príncipe en un momento en el que allá no había electricidad ni conexión telefónica, así que lanzó mensajes en Twitter pidiendo ayuda para contactar con alguien en la isla. Minutos después de que el primer mensaje fuera publicado, una mujer llamó desde Seattle diciendo que su hijo se encontraba en Puerto Príncipe, fuera de un hotel que se acababa de derrumbar, y que tenía un teléfono vía satélite. De ese modo el programa pudo entrevistar a esa persona en directo al día siguiente.
Internet ha sido siempre fundamental para Democracy Now! Eso se ha debido a una sencilla razón: no había dinero para hacerlo de otro modo. Es por eso por lo que Goodman destaca la importancia de mantener un Internet libre y abierto: «Vivimos en un mundo muy globalizado, pero estamos aislados a la hora de obtener información. Necesitamos medios sin limitaciones para tener esa conversación global, y es ahí donde está el potencial de los medios independientes, y es por eso que la neutralidad en Internet es tan importante».
La pregunta es ¿cómo construimos los medios independientes? «Nuestro modelo se basa en conseguir apoyo de nuestra audiencia. Todos somos ciudadanos del mundo, y estamos hambrientos de información. Por eso, si no queremos que esa información sea patrocinada por las grandes empresas, entonces debe ser patrocinada por nosotros. Y para eso la gente tiene que apoyar a los medios independientes. Porque la información que están recibiendo tiene un coste, hay personas que invierten muchas horas produciéndola y, si quieren que eso continúe, tienen que apoyar a esos medios», afirma Goodman.
Sólo de ese modo los medios podrán ser como esa mesa de cocina en la que nos sentamos junto a nuestra familia y amigos, y hablamos sobre los temas más importantes del día. Una mesa de cocina global en la que cada uno puede dar su opinión y tener una conversación horizontal, que no venga de las élites. Una conversación en la que se puede rebatir a un Gobierno cuando afirma tener motivos para invadir un país, y escuchar a quienes claman: «¡No en nuestro nombre!».
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