El Gobierno estadounidense tiene previsto vender a Arabia Saudí armamento aéreo por valor de 60.000 millones de dólares durante los próximos diez años. El acuerdo, que aún debe aprobar el Congreso, supondría la mayor transacción comercial armamentística de la historia de Estados Unidos. Además, está manteniendo negociaciones con Arabia Saudí para modernizar su armada y […]
El Gobierno estadounidense tiene previsto vender a Arabia Saudí armamento aéreo por valor de 60.000 millones de dólares durante los próximos diez años. El acuerdo, que aún debe aprobar el Congreso, supondría la mayor transacción comercial armamentística de la historia de Estados Unidos. Además, está manteniendo negociaciones con Arabia Saudí para modernizar su armada y su sistema de misiles, lo que podría reportar a las arcas estadounidenses decenas de miles de millones de dólares más. La venta forma parte de una serie de acuerdos comerciales con países del Golfo Pérsico a los que Estados Unidos tiene previsto vender armas por un valor total de 123.000 millones de dólares.
Un par de días antes de que se difundiera la noticia, una comisión del Congreso publicaba un informe en el que afirmaba que en el año 2009 las ventas de armas disminuyeron en todo el mundo un 8,5 por ciento con respecto al año anterior. El informe señala que el comercio armamentístico mundial alcanzó los 57.5000 millones de dólares. Aunque Estados Unidos continúa siendo el mayor exportador mundial de armas, sus ventas cayeron de 38.100 millones de dólares en 2008 a 22.600 millones en 2009.
Sin embargo, como ya señalamos hace unas semanas, un informe del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI) sostiene que el volumen de la venta de armas ha aumentado un 22 por ciento en todo el mundo durante los últimos cinco años en comparación con el lustro anterior. Pese al descenso del último año señalado por el Congreso estadounidense, en términos generales la industria armamentística mundial parece estar atravesando en los últimos años un boyante período de crecimiento.
Keynesianismo militar
En cualquier caso, si se tienen en cuenta las cifras proporcionadas por el Gobierno estadounidense, no resulta extraño que William Hartung, un experto en comercio de armas de la New American Foundation, haya declarado que la venta a Arabia Saudí supone «una enorme operación de rescate para los contratistas militares que se enfrentan a un periodo en el que se ha estancado el gasto del Pentágono».
Según el Wall Street Journal, el primer medio que dio la noticia de la venta de armas a Arabia Saudí, la administración Obama pretende publicitarla como una oportunidad para crear empleo en medio de la crisis y la compañía Boeing Co., que se ocupará de fabricar los cazas F-15 y los helicópteros Apache y Little Bird que forman parte del paquete, ya ha declarado que empleará, directa o indirectamente, a 77.000 trabajadores en 44 estados del país gracias a la venta.
Estas gigantescas ventas son el último ejemplo de lo que se ha dado en llamar «keynesianismo militar», un modelo económico que Estados Unidos lleva practicando desde el final de la segunda guerra mundial y que consiste en fomentar el gasto militar y la industria armamentística para crear empleo y estimular el crecimiento del país. Durante la Guerra Fría se construyó un gigantesco complejo industrial-militar que no ha dejado de crecer, también tras la caída del telón de acero y la Unión Soviética. Un sector en el que, según la Cámara de Comercio de Estados Unidos, trabajaban en 2005 casi cinco millones de estadounidenses (incluidos los miembros de las fuerzas armadas ), un cuatro por ciento de la población activa.
En 2008, la administración Bush aprobó el mayor presupuesto militar de la historia del país desde el fin de la segunda guerra mundial (624.000 millones de dólares que equivalen al 4,3 por ciento del PIB estadounidense) y Obama no ha hecho más que aumentarlo. De hecho, el gasto militar estadounidense no sólo es el mayor del mundo sino que prácticamente equivale a la suma total de los de todos los demás países.
Los efectos a largo plazo de esos gastos son muy negativos para la economía del país. Según informe difundido hace tres años por el think tank Center for Economic and Policy Research, el gasto militar desvía recursos que podrían utilizarse de una forma productiva y finalmente acaba frenando el crecimiento económico y reduciendo la tasa de empleo. Según otro estudio, éste de la Universidad de Massachussets, cada mil millones de dólares que el Estado invierte en gasto militar genera 11.600 puestos de trabajo, frente a 19.600 empleos si invierte en sanidad o 29.100 si lo hace en educación.
Esa economía de guerra ha contribuido en gran medida a aumentar el desproporcionado déficit presupuestario de Estados Unidos, el país más rico del mundo y uno de los más endedudados. Como ha señalado recientemente el economista Joseph Stiglitz, los tres billones de dólares que ha costado la guerra de Iraq han disparado la deuda de Estados Unidos hasta alcanzar cifras estratosféricas y serán los contribuyentes quienes tendrán que cargar con el pago de esa deuda durante muchos años.
Una nueva carrera armamentística en Oriente Medio
Algunos funcionarios del Gobierno estadounidense y el Pentágono ya han declarado que el objetivo de la venta de armamento a Arabia Saudí es «reforzar las defensas de los aliados de Estados Unidos» en Oriente Medio para «acorralar a Irán». Las enormes ventas a los países del Golfo también forman parte de una estrategia más amplia para evitar que Irán se convierta en una potencia militar en la región, una estrategia que incluye el despliegue de misiles estadounidenses en Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Kuwait.
También hay que señalar que la última vez que Arabia Saudí utilizó los cazas F-15 que posee fue el año pasado, y lo hizo para bombardear a los rebeldes huti del norte de Yemen, enfrentados con el Gobierno de Saná desde hace años. En aquellos bombardeos, los cazas saudíes mataron a decenas de civiles. Los huti son un grupo separatista chií que, según la propaganda saudí y yemení, cuenta con apoyo y financiación de Irán, una acusación que no se ha conseguido demostrar y que probablemente sea falsa.
Por otro lado, al cerrar el acuerdo, Estados Unidos ha ofrecido garantías a Israel de que conservará su ventaja técnica con respecto a Arabia Saudí. Por esa razón, los F-15 saudíes no irán equipados con sistemas de misiles de largo alcance y Estados Unidos venderá a Israel aviones de combate F-35, más avanzados que los F-15.
Con las enormes ventas que prevé hacer a los países del Golfo Pérsico, el Gobierno estadounidense está fomentando una carrera armamentística en una zona sumamente inestable cuyas consecuencias podrían llegar a ser desastrosas. Para ello, está empleando la peregrina excusa de contener a Irán, un país sin ambiciones expansionistas, que no ha estado involucrado en una guerra de agresión desde hace siglos y cuyo poderío militar es insignificante comparado con el de la mayor potencia del mundo. Al igual que su predecesora, la administración Obama prefiere la confrontación con Irán a las negociaciones. Pero, como señala el analista Stephen M. Walt, si de lo que se trata es de disuadir a Irán para que no desarrolle un programa de armamento nuclear, lo peor que puede hacer Estados Unidos es seguir amenazándolo constantemente.
rCR