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Una revisión de la política hacia Cuba: ¿No son suficientes 54 años de fracaso?

Fuentes: Progreso Semanal

Durante más de cinco décadas, los que hacen la política norteamericana han intentado derrocar al gobierno de Cuba. Sus argumentos para hacerlo han cambiando a través del tiempo, así como sus métodos. Pero el objetivo ha permanecido: negar el derecho de Cuba a la autodeterminación e imponer desde fuera la disposición económica, social y económica […]

Durante más de cinco décadas, los que hacen la política norteamericana han intentado derrocar al gobierno de Cuba. Sus argumentos para hacerlo han cambiando a través del tiempo, así como sus métodos. Pero el objetivo ha permanecido: negar el derecho de Cuba a la autodeterminación e imponer desde fuera la disposición económica, social y económica que decida el gobierno norteamericano.

En 1959-60, después de la revolución cubana, Washington usó a las organizaciones contrarrevolucionarias y agentes de la CIA en Cuba para realizar sabotajes y ataques terroristas a fin de crear condiciones imposibles para el nuevo gobierno. Sin embargo, las fuerzas de seguridad de Cuba, con apoyo popular, capturaron y encarcelaron a los contrarrevolucionarios que no huyeron del país.

En marzo de 1960, antes de que Cuba hiciera ningún pacto con la URSS o nacionalizara gran parte de las propiedades en la isla. El presidente Eisenhower ordenó a la CIA que formulara un plan para derrocar al gobierno cubano. El plan incluía ataques terroristas que iban desde el sabotaje de propiedades estratégicas hasta el asesinato de líderes cubanos. En abril de 1961, el golpe de gracia fue realizado por una invasión de exiliados cubanos respaldada por la CIA. El presidente Kennedy ordenó a la CIA que lanzara el ataque, una decisión de la que se arrepintió tan solo tres días después, cuando la incursión se dio a conocer como el «fracaso» de Bahía de Cochinos.

Desde entonces, Washington ha tratado la mera existencia de Cuba como un reto a su reclamo de propiedad regional del Caribe. En enero de 1961, Washington rompió relaciones con Cuba debido a sus pecados de desobediencia: forja de vínculos diplomáticos y económicos con nuestro enemigo soviético de la Guerra Fría, exportación de la revolución y expropiación de propiedades norteamericanas.

La política de Washington evolucionó hacia la violencia patrocinada por la CIA. Inicialmente funcionarios de la agencia apoyaron a grupos en Miami, los cuales durante décadas trataron de invadir, realizar ataques relámpagos e incluso desembarco de guerrilleros, pero estos esfuerzos fracasaron también para desalojar o debilitar al gobierno de Cuba. La CIA continuó usando sus recursos para promover ataques terroristas al pueblo y a propiedades cubanos.

En 1962, Kennedy adoptó medidas económicas más fuertes que las de Eisenhower e impuso a la isla un devastador embargo económico. Este castigo coincidió con un esfuerzo diplomático por aislar a la isla de sus relaciones con las demás naciones. EE.UU. tuvo éxito en aislar a Cuba del Hemisferio.

En 1976, dos exilados cubanos de la CIA volaron un avión civil de Cubana de Aviacion sobre Barbados, matando a73 personas a bordo. Más recientemente en el 2000, cuatro exilados cubanos casi destruyen un edificio universitario en Panamá donde Fidel castro debía de hablarle a miles de estudiantes.

Solo durante la administración Carter (1977-1981) se restauraron relaciones diplomáticas y consulares de bajo nivel. Pero Reagan (1981-89) reemplazó las acciones de buena voluntad de Carter con propaganda desagradable. Los seguidores de Reagan emitieron hacia la isla programas de radio y TV llenos de retórica contrarrevolucionaria y se opusieron activamente al apoyo de Cuba a sus aliados progresistas en el exterior. Es más, Reagan fue más allá de la ley norteamericana al enviar suministros a las fuerzas contrarrevolucionarias en Nicaragua, Angola y El Salvador, pero no aceptó intentos evidentes para derrocar al gobierno de La Habana. Sin embargo, los reaganeanos ayudaron a ricos cubanoamericanos a crear un cabildo que emulaba al AIPAC (Comité Norteamericano-Israelí de Asuntos Públicos) para conformar la política hacia Cuba.

En 1991-1992, con la caída del bloque soviético, EE.UU. anularon los planes para Cuba, presentados como diplomacia de garrote y zanahoria, y los rehicieron como una política bipartidista para derribar al gobierno cubano -sin que los decisores de política siquiera revisaran los resultados anteriores con enfoques similares.

El cambio post Guerra Fría de la retórica norteamericana también llevó a una nueva retórica destinada a subvertir el gobierno cubano. Al codificar el embargo (Ley Helms-Burton, 1996) y agregar la «construcción de democracia» con las nuevas medidas tecnológicas -como promover los servicios de Internet para apoyar a «disidentes»- el Congreso emergió como un factor activo en la política subversiva de EE.UU. hacia Cuba. Las nuevas leyes dieron a la USAID la responsabilidad de contratar a compañías privadas para realizar tareas que tratan de socavar al gobierno cubano, a pesar de llamarlas «construcción de democracia».

Este ideal norteamericano del siglo 21 envió a Cuba a agentes que se hacen pasar por turistas para reclutar a cubanos que construyan una «sociedad civil». Como la elite norteamericana consideró a la Cuba real inaceptable como vecina, agentes de USAID dentro de Cuba alentaron a disidentes para que trataran de establecer una sociedad alternativa paralela.

Los polacos de la década de 1980 tenían un verdadero movimiento sindical independiente, por ejemplo, pero en Cuba, los agentes norteamericanos trataron de inventar o fabricar una fuerza nada real de «trabajo independiente», como hizo con los «bibliotecarios independientes» y los «médicos independientes». Estos planes no funcionaron, Los cubanos reclutados por funcionarios o contratistas norteamericanos querían ganar dólares para subsidiarse el sustento -una especie de «discar en busca de dólares contrarrevolucionarios». Muchos de esos supuestos agentes de EE.UU. en realidad trabajaban para el servicio secreto cubano.

Aunque ni un solo plan anterior de EE.UU. ha tenido éxito, a los decisores de la política norteamericana parece no importarles la realidad y los hechos cubanos no los afectan. Es más, la iniciativa del siglo 21 se convirtió en una operación virtual de oposición que a fin de cuentas ocupó solo la «realidad» virtual.

Gracias a la ayuda de EE.UU., los disidentes cubanos ahora pueden organizar una oposición interna virtual. Es decir, se sientan en su casa con una PC, una tablet o un teléfono inteligente y se preparan para la revuelta de Twitter. Mientras tanto, los revolucionarios continúan manteniendo organizaciones de verdaderas raíces en las masas, por medio de las cuales movilizan a la mayoría. «Radio Bemba», la red cubana de rumores, es tan vieja como el pueblo cubano y derrotará siempre a la tecnología viral.

Sin embargo, ningún alto funcionario de la seguridad nacional de EE.UU. quiere conocer los hechos por los cuales el gobierno cubano continúa gozando del apoyo popular, y el servicio de inteligencia de Cuba se adelanta a los planificadores norteamericanos.

Sin hacer uso de datos reales o de la historia para sustentar su política, Washington a producido 54 años consecutivos de fracasos. En sus esfuerzos de destruir la independencia del gobierno cubano, han debilitado la ley internacional, aislado a Estados Unidos y violado principios fundamentales de decencia humana. Para establecer una nueva política hacia Cuba, que la comunidad internacional y el público norteamericano demanda, la Oficina Oval y el Departamento de Estado tienen que cambiar las nociones anteriores que no se basan en la realidad.

Los filmes de Saul Landau Fidel y Por favor, que el verdadero terrorista se ponga de pie están disponibles en DVD por medio de cinemalibrestudio.com. Nelson Valdés es Profesor Emérito de la Universidad de Nuevo México.

Fuente: http://progreso-semanal.com/ini/index.php/eeuu/6715-no-son-suficientes-54-anos-de-fracaso