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Unabomber, la turbulenta vida de una víctima del Control Mental de la CIA

Fuentes: CounterPunch - Imagen: Lord Jim – CC BY 2.0

Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

Fue un matemático, un joven que obtuvo una beca y logró ser admitido a temprana edad en la Universidad de Harvard. A lo largo de su educación superior destacó académicamente y mostró un intelecto notable. Sin embargo, con el paso del tiempo, se desilusionó por el impacto perjudicial que las instituciones estatales y privadas infligían a la sociedad. Esta frustración le llevó a abandonar su vida anterior y a desarrollar un odio profundo por la destrucción de la sociedad y los recursos naturales causada por las tecnologías modernas. En su angustia, recurrió a la violencia, convirtiéndose en un lobo solitario que aterrorizó a los Estados Unidos de América durante aproximadamente 17 años. Operando desde su cabaña en el bosque de Montana, consiguió detonar unas 16 bombas enviadas por correo.

Para detener su campaña de atentados, orquestó un plan que implicaba que el New York Times y el Washington Post publicaran su extenso ensayo titulado «La sociedad industrial y su futuro», de treinta y cinco mil palabras. Los periódicos accedieron a su petición y, tras la publicación, dejó de cometer atentados. Pero su hermano acabó denunciándolo a las autoridades, lo que condujo a su detención y a la conclusión de lo que se convirtió en la operación más cara de la historia del FBI.

Theodore (Ted) Kaczynski, también conocido como «Unabomber», falleció hace un mes en prisión a la edad de 81 años. Las autoridades estadounidenses consideraron su muerte un suicidio. Entender la vida de Kaczynski es fundamental, ya que ofrece información valiosa sobre la intrincada relación entre el Estado manifiesto, el Estado profundo y el público. Despreciaba con vehemencia a los izquierdistas cobardes y oportunistas. Además de estudiar las grandes transformaciones sociales a lo largo de la historia, escribió sin miedo sobre ellas, aportando una perspectiva única.

Kaczynski señaló en una ocasión: «Quien afirma que las revoluciones francesa y rusa fracasaron, puede tener que enfrentarte a objeciones. La mayoría de las revoluciones tienen dos objetivos: la destrucción de la vieja sociedad y el establecimiento de un nuevo modelo social imaginado por los revolucionarios. Afortunadamente, los revolucionarios franceses y rusos lograron lo primero, pero no consiguieron crear las nuevas sociedades con las que soñaban. Sin embargo, tuvieron mucho éxito en el desmantelamiento del viejo orden. No deberíamos hacernos ilusiones sobre la posibilidad de construir una forma nueva e ideal de sociedad. Pero muchas de las llamadas revoluciones sólo pretenden destruir la sociedad existente». Mediante numerosos artículos publicados bajo diversos anónimos, analizó ampliamente una amplia gama de cuestiones sociales, políticas y económicas.

Es un hecho extraordinario que alguien ingrese en Harvard a los 16 años, siga una carrera como profesor de matemáticas y lo abandone todo abruptamente para convertirse en terrorista. Antes de profundizar en la vida de Kaczynski, es crucial tener en cuenta el panorama social y político de la época en que vivió y cuando asistió a Harvard.

En este periodo se cumplieron cinco años del final de la Segunda Guerra Mundial. La Alemania nazi había sido derrotada y países como Japón e Italia, antiguos adversarios de la Alianza Occidental, empezaron a alinearse con las naciones occidentales. Mientras tanto, la administración estadounidense se centraba en un proyecto distinto: socavar el poder de la Unión Soviética liderada por Joseph Stalin. Stalin había apoyado a los Aliados durante la guerra, contribuyendo a la derrota de Alemania y a la conclusión del conflicto mundial, y ahora Estados Unidos pretendía establecer la unipolaridad.

Para lograr este complejo objetivo, Estados Unidos se dirigió a diversos segmentos de la sociedad estadounidense, iniciando diferentes subproyectos que más tarde se conocieron como Guerra Fría. Era crucial experimentar con la población para fortalecer la estructura del Estado y mantener su posición como superpotencia mundial. El énfasis principal se centró en manipular las mentes de la gente para cumplir los objetivos del Estado profundo. Aunque estos acontecimientos pudieran parecer elementos de una obra de ficción, se llevaron a cabo en los laboratorios de investigación de numerosas instituciones de los Estados Unidos de América, lo que supuso un coste considerable.

Algunos de estos proyectos fueron posteriormente desclasificados, aunque fuertemente censurados, en documentos publicados por la CIA para su acceso público. Uno de los proyectos más conocidos fue MK-Ultra, un programa de investigación llevado a cabo por la Oficina de Inteligencia Científica de la CIA centrado en el control mental y la manipulación química. A través de este proyecto, el mundo se enfrentó a la inquietante realidad de la administración estadounidense, que, a pesar de profesar valores como la libertad individual, la dignidad humana y los derechos humanos, se involucró en acciones inhumanas para mantener su poder. Salió a la luz que el Estado Profundo, el verdadero facilitador de la administración estadounidense, estaba implicado en estas actividades poco éticas. Trágicamente, algunos de los estudiantes universitarios más brillantes de Estados Unidos se convirtieron en víctimas involuntarias de estos experimentos, con graves consecuencias para sus vidas.

Establecido a principios de la década de 1950 con el patrocinio oficial del gobierno, MK-Ultra continuó al menos hasta finales de la década de 1960 e implicó la utilización de incautos ciudadanos estadounidenses como sujetos de prueba. En 1977 Ted Kennedy habló ante el Congreso sobre esta abominable investigación afirmando: «Según la información revelada por el Director Adjunto de la CIA, más de treinta instituciones, incluidas universidades, participaron en este programa de ‘pruebas y experimentación exhaustivas’, que incluía a miembros de todas las clases sociales, tanto nativos como extranjeros. Para las investigaciones se administraron y utilizaron drogas secretas».

En una serie de escalofriantes experimentos, se sometió a sujetos humanos a la administración de la potente droga psicoactiva LSD, sin tener en cuenta en lo más mínimo su bienestar. El Dr. Frank Olson, participante en estas inquietantes investigaciones, tuvo un trágico destino, considerado oficialmente suicidio por las autoridades. La Comisión Rockefeller, encargada de examinar las actividades relacionadas, reconoció la muerte de un médico no identificado, pero guardó silencio sobre Olson. Más tarde se supo que a Olson se le había suministrado LSD a la fuerza y el presidente Ford pidió disculpas a su familia por esta tragedia desgarradora. La CIA admitió la naturaleza ilegal y la insignificancia científica de gran parte de las investigaciones realizadas en el marco del Proyecto MK-Ultra. Para mayor escándalo, los supervisores de estos experimentos carecían de la cualificación científica adecuada. Resulta inquietante que el director de la CIA, Richard Helms, ordenara la destrucción de una parte importante de la información y las pruebas relacionadas con los estudios, lo que obstaculizó las investigaciones posteriores. Como resultado, se perdió información crucial sobre estos experimentos inhumanos, dejando a los comités Church y Rockefeller sin pruebas suficientes para formular las conclusiones y recomendaciones necesarias.

La Universidad de Harvard en concreto fue una de las instituciones implicadas en estos experimentos llevados a cabo en más de treinta organismos gubernamentales y universidades. El Dr. Henry A. Murray, que había proporcionado análisis psicológicos sobre Adolf Hitler a la predecesora de la CIA, la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS, por sus siglas en inglés), fue quien dirigió el proyecto en Harvard. En 1950 Murray encabezó una serie de experimentos de tres años en los que participó un grupo de psicólogos de Harvard. El objetivo de la investigación, similar al de otros proyectos, era explorar clandestinamente el uso de drogas y otras técnicas para manipular los estados mentales individuales y modificar la función cerebral. Sin que él lo supiera, Ted Kaczynski fue uno de los veintidós estudiantes universitarios de Harvard sometidos a estos experimentos de manipulación mental.

Aunque Kaczynski, que procedía de una familia de ascendencia polaca reasentada en Estados Unidos, afirmó durante el juicio que la investigación no había afectado a su mente, muchos investigadores que fueron sondeados en relación con estos experimentos secretos poco éticos expresaron opiniones diferentes. Alston Chase, un licenciado de la Universidad de Harvard que estudió el caso a fondo y escribió el libro «Harvard y el Unabomber: La educación de un terrorista americano», llegó a la conclusión de que Kaczynski y sus compañeros fueron víctimas involuntarias de los métodos de investigación poco éticos de Murray. Fueron forzados a experimentar emociones como tristeza, fantasías sexuales, ansias de poder, ira incontrolable y dolor.

Como consecuencia de estos experimentos, los individuos eran inevitablemente susceptibles a la radicalización y la violencia. Por tanto, la responsabilidad no sólo debe recaer en Murray y su equipo, sino también en la CIA, patrocinadora de esas inhumanas y antidemocráticas investigaciones. Es innegable que los crímenes de la organización pueden haber contribuido a diversos trastornos mentales. Ted Kaczynski, más tarde calificado como «terrorista doméstico», es otro desafortunado ejemplo de cómo el Estado profundo subvierte los atributos positivos y los deberes públicos del Estado legítimo, explotándolos para su propia agenda.

Si Kaczynski podría haber empleado métodos y estrategias diferentes para transmitir su mensaje es un tema aparte. Sin embargo, los hechos que presentó en sus escritos han ido adquiriendo una relevancia cada vez mayor con el paso del tiempo. La realidad más desconcertante reside en el impacto desconocido e incalculable que dejan tras su muerte los solitarios como Kaczynski, que pasan años intentando provocar un cambio social mediante la difusión de ideas políticas profundas junto con actos de violencia. ¿Es posible evitar que los restos de estos individuos, que la sociedad percibe como » malvados criminales «, se manifiesten de distintas formas y broten en distintos individuos? Esta pregunta suscita profundas inquietudes.

Nilantha Ilangamuwa es un escritor nacido en Sri Lanka. Fue editor del diario digital Sri Lanka Guardian. También fue editor de Torture: Asian and Global Perspectives, revista impresa bimensual coeditada por el Instituto Danés contra la Tortura (DIGNITY), con sede en Copenhague (Dinamarca).

Fuente: https://www.counterpunch.org/2023/06/16/unabomber-troubled-life-of-a-cia-mind-control-victim/

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