Recomiendo:
0

Uranio, más allá del cambio climático

Fuentes: Ecoportal.net

Es indudable que hemos ingresado en un nuevo milenio con la incertidumbre de los distraídos, con la indiferencia de los egoístas y la visión de los ignorantes, seguramente con el mismo espíritu que inspirara a Martin Niemöller (1892 – 1984) pastor luterano alemán cuando escribiera su mejor y más conocido poema «Cuando los nazis vinieron…», […]

Es indudable que hemos ingresado en un nuevo milenio con la incertidumbre de los distraídos, con la indiferencia de los egoístas y la visión de los ignorantes, seguramente con el mismo espíritu que inspirara a Martin Niemöller (1892 – 1984) pastor luterano alemán cuando escribiera su mejor y más conocido poema «Cuando los nazis vinieron…», el mismo trata acerca de las consecuencias de no resistir las tiranías en los primeros intentos de su establecimiento. Martín Niemöller, su autor, menciona que no se trataba originalmente de un poema, sino de un sermón en la semana santa de 1946 en Kaiserslautern, Alemania «.

Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,

Cuando vinieron a buscar a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,

Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.

(nota del editor: Erróneamente este poema se le atribuye, en muchos idiomas, al dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht.)

Ante semejante y despiadada realidad que nos toca vivir y que tan bien describe el sermón del pastor luterano alemán, no queda otra que revisar nuestro accionar, tanto individual como colectivo y modificar el rumbo de nuestra sociedad, es indudable que cuando nos demos cuenta que hemos perdido el camino, ya será tarde.

Hoy somos dueños de la más amplia indiferencia que podríamos haber soñado tener, la que ampara la avaricia que llevamos incrustada en nuestras almas, la que nos ayuda a justificar nuestra permanente inacción suicida.

Como sociedad somos lo que nos desintegra, somos los monarcas del no te metas, somos los reyes del egoísmo.

Cuando los ambientalistas alertaron sobre el cambio climático,
guardé silencio,
pues donde yo vivía no se notaba,

Cuando las megamineras comenzaron a destruir y contaminar,
guardé silencio,
pues a mi no me afectaba,

Cuando comenzaron a talar los bosques,
guardé silencio,
pues yo no tenía ningún bosque

Cuando las industrias envenenaron los rios y el aire,
no protesté,
porque yo no tenía rios cerca,

Cuando en el campo empezaron a fumigar,
no protesté,
pues yo vivía en la ciudad,

Cuando se inició la modificación genética de los alimentos,
no protesté,
pues yo tenía mi propia huerta.

Cuando comiencen a extraer el uranio por todas partes, habrá alguien que proteste?
o todos harán lo que yo siempre hice?

Cuando la radiación contaminante que emana de la minería uranífera golpee nuestra puerta, lo más probable es que ya sea tarde para soluciones, pues la ciencia ni siquiera conoce la forma de controlar ni neutralizar esta letal contaminación que destruye y mata la vida por donde pasa.

Hoy asistimos a una nueva embestida de la energía nuclear, sus promotores la sindican como la solución para que el mundo pueda seguir funcionando como una sociedad de consumo descontrolado, pese a todos los llamados de alerta de cierta parte de la comunidad científica conciente, el poder eco-suicida desoye los letales presagios de una industria que solo traerá muerte y desolación.

La industria nuclear solo sirve para dos cosas, alimentar centrales nucleares y fabricar bombas atómicas, en ambos casos, la «ciencia» desconoce que hacer con los deshechos radioactivos, ni tampoco conoce la forma de neutralizar la radiación ionizante que esta actividad genera y que perdura en el ambiente, contaminándolo por millones de años.

El planeta está casi en un jaque mate definitivo, la causa no es el cambio climático, el verdadero motivo de esta situación terminal que hoy se vive, es la actividad altamente depredadora que el ser humano realiza en casi todos sus actividades. Pero como si necesitáramos una frutilla para el postre, ahora resulta que se le quiere hacer creer a la comunidad mundial que aún queda una oportunidad para seguir con un ritmo atroz de consumismo destructivo y justamente una actividad altamente contaminante como lo es la industria nuclear, será la salvadora.

Nada más lejos de la realidad, nada más cerca de la hecatombe total.

Ni la energía nucleoeléctrica es la salvadora, al contrario, ni se puede seguir con el frenético ritmo de consumo que ha llevado al mundo a esta situación terminal.

Hoy nuestro país vive un fuerte acecho, al igual que otros países de la región y del mundo sin desarrollar, de parte de empresas multinacionales, con el apoyo de los Estados Unidos de Norteamérica y otros países «desarrollados», quienes continúan con la idea de contaminar lejos de sus cómodos hogares, como si la contaminación ionizante respetara fronteras o distancias terrestres, estúpida ecuación la que intenta hacerles creer que «ojos que no ven corazón que no siente», pero la minería uranífera no hace caso a esta verdad aplicable a otras cuestiones más emotivas, con esto no funciona, pues el gas radón al combinarse con elementos del aire muta y se convierte en lo que se conoce como «las hijas del radón», de características altamente contaminantes, contaminación que puede viajar hasta 1.000 km con un viento de 16 km/h. Si bien la radioactividad no se ve, no se huele, no se palpa, no se oye ni se percibe de ninguna forma, su carácter letal es para nosotros casi eterno, pues dura y persiste contaminando por millones de años todo lo que toca a su paso.

Suena tragicómico, en vez de dejar de contaminar se propone hacerlo con algo más letal y casi eterno.

Algunas personas nos preguntamos quienes serán los que digitan estas tenebrosas ideas, Serán grupos de poder trasnochados que no han medido las consecuencias? Serán líderes políticos alcohólicos que no se han dado cuenta que sin personas no tendrán a quien engañar? Serán empresarios morfinómanos que no han calculado que sin clientes no tendrán a quien venderles sus productos? Serán científicos locos que quieren destruir el mundo? Será algún conductor televisivo armando un nuevo ciclo llamado contaminando por un sueño? Serán alienígenas en busca de un planeta libre de idiotas? Quienes serán? ¡Por favor, si alguien tiene la respuesta hágala pública!

Pues resulta imposible comprender que gente «inteligente» no tenga en cuenta que la hecatombe final NO distinguirá entre ricos o pobres, lindo o feos, sabios o ignorantes, buenos o malos, NO, muy por el contrario, nadie quedará exceptuado del nuevo orden natural.

El mundo se acerca cada día más a una situación irreversible e imprevisible, pero sus habitantes siguen narcotizados por la propaganda mediocre de una sociedad de consumo que solo promueve la ilusión como único logro válido para ser feliz.

Esto recién empieza y más allá del cambio climático está la miseria humana de la cual este proviene, nadie niega la gran catástrofe a la que nos dirigimos, pero esto no importa, los que pueden, siguen priorizando un aparato electrónico a un alimento orgánico, los que no pueden, se hunden en el hambre y la pobreza, por eso el costo que la sociedad actual deberá pagar por su falta de compromiso con el cuidado ambiental, será tan doloroso, profundo y global que nadie podrá escapar indemne.

No comprometerse, no participar, no solidarizarse, no ayudar, son tan solo algunas muestras de la idiosincrasia que hoy posee la humanidad. En las grandes urbes como en la pequeñas, tanto en el campo como en la ciudad, la miseria humana resplandece por doquier, el «no te metas» tan común para los argentinos hoy se esparce por todo el planeta. Esta mezquina actitud individual juega a favor del avance de los grandes conglomerados económicos que manejan las empresas y las actividades más contaminantes del planeta. Ese silencio permanente de los pueblos, respalda el accionar inescrupuloso de quienes dirigen el rumbo de este sistema económico, el que también colapsará, como todo lo demás.

Justamente y no por casualidad, en estos días asistimos a los primeros quiebres de un sistema económico que se cae a pedazos, esto no es un hecho aislado, sino que simplemente marca el reflejo del fracaso definitivo de una forma de vivir que ha llevado a la totalidad del planeta a la situación que hoy todos conocemos y que ya hemos empezado a sufrir.

Más allá del cambio climático, más allá de la farsante actitud de los poderosos, ahora la explotación uranífera se quiere mostrar y vender al mundo como la solución para evitar los gases de efecto invernadero que produce una civilización que no quiere dejar de consumir, aunque ese consumo signifique su propia extinción. Ahora se ofrece cambiar los gases de efecto invernadero por la contaminación ionizante, como si nuestro destino ya estuviese decidido por los grandes sabios de la humanidad, esos sabios que no supieron alertar sobre la contaminación ni a los gobiernos ni a las organizaciones internacionales, esos sabios que recién reconocieron la llegada del cambio climático cuando este ya era irreversible, esos sabios que parecen saber tanto, pero que en realidad no saben nada.

Más allá del cambio climático, de la contaminación y de la mentira, la humanidad mira con desconcierto como se esfuma el sueño colectivo del poder antropocéntrico, como se desvanece la supuesta inteligencia del ser humano y de su superioridad con respecto a los otros animales, como se derrumba definitivamente la idea de que el universo gira alrededor de la desopilante existencia de un absurdo espécimen que se autodefine como humano.

Mientras tanto los actores principales de la mediocre novela mundana, siguen peleando por un puesto político o una buena posición económica, aturdidos por sus propias promesas incumplidas se vanaglorian de haber sido elegidos democráticamente y luchan denodadamente por mantener el engaño el mayor tiempo posible.

Ante tanta incertidumbre e insensibilidad tal vez solo quede nuestra propia voz, el grito de NO, las manos unidas para bloquear la mentira, las mentes claras para ver el futuro y el espíritu calmo para recibir el destino.

Debemos tener en cuenta que NO participar puede significar sentenciar la habitabilidad futura del planeta a una inevitable y catastrófica desaparición

Aunque no parezca, nuestra obligación como «seres humanos» es dejar un mundo habitable para las generaciones futuras.

¿Ser o no ser? esta es la pregunta que todos debemos hacernos, ha llegado la hora de decidir si se aceptará la contaminación letal o se luchará para evitarla.

¿Qué podemos hacer? Simplemente participar y expresar nuestra posición!!!

* Manuel Alfredo Martí es periodista, escritor, defensor ambiental, creador y fundador de EcoMerlo www.ecomerlo.org.ar una agrupación dedicada al cuidado del ambiente y de Merlo Despierta http://merlodespierta.blogspot.com
Merlo, San Luis, República Argentina.