Cuando Nerón, en julio del año 64 (D.C.) incendió Roma mientras intentaba sin ningún éxito sacar algunas notas musicales a la Lira, muchos analistas de la época pensaron que ello era simplemente una de las locuras del poderoso emperador romano. Se equivocaron: Nerón y el incendio de Roma, fue más que una expresión de algún […]
Cuando Nerón, en julio del año 64 (D.C.) incendió Roma mientras intentaba sin ningún éxito sacar algunas notas musicales a la Lira, muchos analistas de la época pensaron que ello era simplemente una de las locuras del poderoso emperador romano. Se equivocaron: Nerón y el incendio de Roma, fue más que una expresión de algún problema de carácter mental. Este hecho fue montado maquiavélicamente para usarlo como pretexto en la persecución sanguinaria contra los cristianos de la época quienes sin ninguna prueba fueron acusados de tal hecho. A partir del incendio, Nerón estableció un régimen de terror y ello exteriorizó las contradicciones políticas y sociales que había acumulado el imperio en su largo recorrido de crímenes, injusticias y hechos flagrantes de corrupción en las alturas del Estado romano y en la administración de sus colonias.
Es cierto, Bush no tiene ninguna inclinación de pirómano ni sabe tocar la Lira como su referencial Nerón, pero él también está incendiando no una ciudad, sino más bien el mundo entero y los pueblos oprimidos del planeta. Si el fuego contra Roma costó la vida de algunos cientos de romanos, el fuego marca USA ya se ha llevado de encuentro a unas 100 mil personas desde el año 2000 cuando Bush se constituyó en presidente de los americanos. La sangrienta guerra contra el pueblo de Irak y Afganistán es solamente el inicio de otras calamidades que se avecinan bajo la segunda etapa de régimen Bush.
Cualquier análisis de las elecciones norteamericanas no tienen que tener conclusiones ni fatalistas ni cargadas de resignación. Este hecho hay que enfocarlo dentro de la perspectiva histórica de la revolución social, y de la resistencia de los pueblos contra la opresión y la dominación imperialista. El triunfo electoral de Bush revela en esencia el advenimiento de una extrema agudización de la lucha de clases y configura un cuadro internacional de múltiples guerras imperialistas. Es aquí que se apertura un nuevo periodo de confrontación contra el gobierno norteamericano y los gobiernos títeres de los países oprimidos. El enemigo principal de los pueblos es la administración americana. No importa quien este en el gobierno de esta potencia, ya sea Bush u otro, lo fundamental es tener claro que los Estados Unidos constituyen el gran adversario de los oprimidos y de la libertad.
Sin duda, el triunfo electoral de Bush corresponde a una renovada ofensiva política-militar desplegada desde los años 90 por las fuerzas imperialistas, y en lo fundamental por los Estados Unidos. Esta ofensiva es parte de la nueva geopolítica mundial impuesta por las potencias, y corresponde a un plan reaccionario donde los monopolios y las grandes transnacionales compiten por apoderarse de los recursos y riquezas naturales concentradas en los países pobres. Ofensiva que ha sido diseñada para ser aplicada por Bush, Kerry o cualquier otro representante de las clases ricas de los Estados Unidos y su dos partidos el Demócrata y el Republicano. Algo de esto adelanto días antes de las elecciones Donald Rumsfeld, actual Secretario de la Defensa de los Estados Unidos. El anotó con mucho aplomo que «Vivimos un periodo difícil. Del corazón de Manhattan y de Washington DC a Bagdad, Kabul, Madrid, Bali y las Filipinas, un llamado a las armas a sonado y el resultado de ese combate determinará la naturaleza de nuestro mundo durante futuros decenios». (Donald Rumsfeld, artículo aparecido en el diario belga La Libre Belgique, 27 de octubre 2004).
¿Bush un fenómeno sobresaliente de la democracia de los Estados Unidos?. El materialismo histórico inculca que para analizar un hecho político se tiene que tomar en cuenta el fenómeno dado con las condiciones que la han rodado. En este caso, hablando de la reelección de Bush, hay que anotar que se nota el nexo entre este hecho y la grave crisis y decadencia de la sociedad norteamericana. En la etapa actual, Norteamérica es la sociedad que concentra más contradicciones internas que cualquier país del mundo. Su alta criminalidad social. Su inmenso mercado interno de armas de guerra. Su población, una de las más incultas del planeta. Su inmenso mercado interno para la droga y el narcotráfico. Su estructura gansteril en los barrios, en los bancos y en las capas altas de la sociedad. Su alto grado de religiosidad (de cada 10 norteamericanos 9 profesan una religión). No por nada, Lewis Lapham, director de Harper Magazine (famoso mensual literario de EE.UU.) ha dicho que los ricos americanos desconfían más de un nuevo maquillador que de una nueva idea, y que la administración Bush existe solo a causa de la pereza y la apatía de los ciudadanos que son dormidos por la televisión y los medios de comunicación». (Entrevista publicada en La Libre Match, mayo 2004).
El voto por Bush, no refleja la afirmación ni el fortalecimiento del sistema político liberal ni de la democracia burguesa. Al contrario, este hecho es prueba de que el liberalismo, como doctrina ideológica de la burguesía ha ingresado a su peor momento. Desde el siglo XVII, el liberalismo inicia su ascensión al poder, y en ese camino heroico echó abajo los privilegios del feudalismo y de la omnipotente iglesia castradora de la ciencia, del arte, de la libertad y de todo el saber humano. Pero en el caso americano, el camino del liberalismo al estilo Bush torna a la inversa, y marcha hacía la prehistoria de la humanidad. Bush, para salir victorioso en los comicios electorales ha recurrido a lo más íntimo y retrogrado de la moral y la fe religiosa. En plena campaña electoral dijo que había sido «Cristo el hombre político que más lo había influenciado», o que Dios quien iluminó su camino para que saliera del alcoholismo. Pew Center, un organismo especializado en encuestas reveló antes de las elecciones que la gran masa evangélica, protestantes y católica tienen la idea de que la religión juega un rol importante en la elección presidencial. Entonces no fue raro que de los 58 millones de votos por Bush la mayor parte provinieran de las iglesias y centros religiosos, incluido naturalmente el Kuklu Kan. Según las estadísticas (publicada en La Libre Belgique, 4 de noviembre 2004), el 58% de la masa protestante, el 51% de los católicos, el 24% de los judíos y el 23 de otras pequeñas religiones votaron por George Bush, que les prometió un mundo sin condones, sin matrimonios de homosexuales, y sin investigaciones científicas sobre el embrión humano.
En medio de este panorama sombrío para la humanidad queda claro que lo aconsejable es no ponerse de rodillas ni hacer genuflexiones políticas. La única forma de detener esta bestia sedienta de sangre y de riquezas, es volviendo a las canteras de la ciencia revolucionaria. Aunque suene a estribillo pasado de moda, vale repetirlo. La revolución antiimperialista comienza por casa, y se inicia cuando los hombres de avanzada sean capaces de organizarse en su propio partido revolucionario, y cuando elaboren tácticas y estrategias científicas capaces de conducir a las masas al poder político del Estado. Y esto, no podrá realizarse mientras no se supere la crisis de dirección política a nivel mundial. Mientras no se deslinde y se luche contra esa falsa izquierda que sirve, no a la revolución, sino más bien a perpetuar la explotación y la dominación imperialista. Nada detendrá a los agresores, mientras la lucha antiimperialista se mantenga como una guerra santa y en manos de caudillos religiosos (musulmanes contra católicos, musulmanes contra judíos, etc.). Esta falsa disyuntiva, objetivamente aleja las posibilidades que los pueblos se unan y enfrenten solidamente (en el terreno militar y político) no solamente al gobierno americano sino también a sus cómplices internacionales y locales. No hay otra alternativa que impulsar la revolución de clases si de verdad se quiere detener la ofensiva americana.