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Veneno y antídoto

Fuentes: La Jornada

El legendario periodista Bill Moyers escribió recientemente: «Un virus infecta nuestra política y ahora está floreciendo con un color escarlata. Se alimenta de temor, paranoia e intolerancia. Todo lo que necesitaba para propagarse era una oportunidad momentánea y un oportunista sin escrúpulos»; este «virus» se expresa desde la ola antimigrante y la terrible vibra en los actos masivos de Donald Trump, hasta en un incremento en los crímenes de odio.

El veneno que está escurriendo por los laberintos políticos y sociales de Estados Unidos se manifiesta en la serpiente de Donald Trump, y aunque esa demagogia derechista, si no es que fascista, tiene raíces profundas en este país, nunca se había aproximado tanto a la puerta de la Casa Blanca.

Las tinieblas sobre el país se generan por diversas corrientes, no necesariamente coordinadas, pero con un impacto que se ha documentado en el giro derechista de gran parte de la cúpula política y empresarial durante más de 30 años. Trump es cosecha de algo que se ha ido cultivando por diversos intereses a nivel local, estatal y nacional: desde arriba con la imposición de políticas económicas neoliberales y una ofensiva política ultraconservadora coordinada a nivel nacional por una poderosa y extensa red de multimillonarios ultraconservadores, y desde abajo por una combinación de fuerzas fundamentalistas religiosas y la manipulación exquisita del desencanto e ira popular – por la anulación de sus vidas (60 por ciento de abajo viven sin expectativas de algo mejor y unos dos tercios opinan que el país va por un camino equivocado).

«Hay un virus que infecta nuestra política y ahora está floreciendo con un color escarlata. Se alimenta de temor, paranoia e intolerancia. Todo lo que necesitaba para propagarse era una oportunidad momentánea y un oportunista sin escrúpulos», escribe un veterano periodista, el legendario Bill Moyers.

Este virus se expresa desde la ola antimigrante y la terrible vibra en los actos masivos de Trump, hasta en un incremento en los denominados crímenes de odio, con la tragedia en Orlando sólo por citar el más reciente y brutal.

De hecho, según las estadísticas oficiales más recientes de la FBI, hubo 5 mil 462 crímenes de odio en 2014, y la comunidad gay fue la más atacada, seguida por agresiones contra afroestadunidenses, musulmanes, latinos y asiáticos (aunque se sabe que la gran mayoría de este tipo de crímenes jamás son reportados a las autoridades).

Hoy día existen 892 grupos de odio y más de 276 milicias antifederales que operan en Estados Unidos, reporta el Southern Poverty Law Center.

No es nuevo este populismo de derecha dentro del país, que ha incluido figuras abiertamente simpatizantes del fascismo. El más famoso de éstos, el senador Joseph McCarthy, envenenó Estados Unidos con su demagogia peligrosa expresada a través de la destrucción de miles de vidas con su cruzada anticomunista en los años 50.

Por cierto, McCarthy y Trump tienen una persona en común: el abogado Roy Cohn, operador de la cacería de brujas de McCarthy, recordó recientemente el Washington Post. Cuando cayó el senador, Cohn regresó a Nueva York para volverse de nuevo un broker del poder. Trump lo conoció a principios de los 70 y se convirtió en uno de sus asesores más influyentes. De hecho, el presidente de la campaña de Trump fue presentado al magnate por Cohn.

Antídotos

«Donald Trump, la fiesta se ha acabado», grita Chuck D, el famoso rapero de Public Enemy, ahora integrante del nuevo grupo Prophets of Rage, junto con Tom Morello, de Rage Against the Machine y otros, para enfrentar con furia las nuevas expresiones derechistas de las cúpulas y cuyo primer concierto público se realizará contra la Convención Nacional Republicana en Cleveland.

Aunque el enfoque de los últimos meses -sobre todo en los medios internacionales- ha sido sobre Trump, algo tal vez más sorprendente ocurrió al mismo tiempo en este país. Es difícil enfatizar qué tan extraordinario es que Sanders, alguien que se identificó desde el principio como un socialista democrático haya ganado más de 12 millones de votos (Trump ganó unos 13 millones), 8 millones de donaciones individuales y triunfado en 22 estados con su mensaje de promover una revolución política, algo que promete que va a continuar.

Las días electorales llegan y se van. Pero las revoluciones políticas y sociales que intentan transformar nuestra sociedad nunca acaban, declaró el pasado jueves en un mensaje a sus seguidores.

Sanders no ha logrado una revolución todavía, pero sí una rebelión inesperada a nivel nacional, y es, por ahora, el líder de mayor perfil frente a un amplio movimiento heterogéneo que ha surgido en parte de esas luchas diarias de los últimos tiempos que el menciona: las movilizaciones antiguerra, las rebeliones altermundistas,la defensa de los derechos de los inmigrantes, las campañas para elevar el salario mínimo, Ocupa Wall Street, entre otras.

«La tarea inmediata es derrotar a Donald Trump», dijo Sanders, pero afirmó que ese no puede ser el único objetivo. «Hemos iniciado el largo y arduo proceso de transformar a Estados Unidos, una lucha que continuará mañana, la próxima semana, el próximo año y en el futuro.»

La resistencia al veneno está -como siempre- por todas partes, mas allá de las campañas electorales, en el metro, en las cantinas, en las canchas de juego, hasta en la tele y en las películas.

Cómicos como Samantha Bee, John Oliver, actores como Mark Ruffalo, Rosario Dawson y hasta George Clooney, entre otros, han logrado romper, a veces destruir, las narrativas de la amenaza derechista más efectivamente que los políticos o los medios y con un público más amplio.

Ya no podemos mantenernos al margen de la historia. Tiempos peligrosos exigen canciones peligrosas. «Es hora de retomar el poder», afirman Prophets of Rage. La amenaza no es nueva; tampoco la respuesta, incluso en el ámbito artístico. La guitarra del legendario cantaor Woody Guthrie tenía grabado un lema: «esta máquina mata a fascistas». Y cantaba: «todos ustedes fascistas están por perder». Y existe otra versión más reciente, de Billy Bragg.

Las canciones expresan el antídoto, pero sólo será efectivo si todos aprenden a cantar juntos primero un verso añejo pero de nuevo contemporáneo: «no pasarán».

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/06/20/opinion/027o1mun#texto