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Venid a buscar vuestras medallas de la libertad

Fuentes: ICH

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

El 13 de enero, George W. Bush presentó «medallas presidenciales de la libertad,» supuestamente el más alto reconocimiento de EE.UU. para la devoción a la libertad y la paz. Entre los galardonados estaba Tony Blair, quien, con Bush, es responsable por la destrucción física, social y cultural de toda una nación; John Howard, y ex primer ministro de Australia y vasallo menor de EE.UU. quien dirigió el gobierno más abiertamente racista en la era moderna de su país; y Álvaro Uribe, presidente de Colombia, cuyo gobierno según el estudio más reciente de ese Estado asesino, es «responsable por más de un 90% de todos los casos de tortura.»

Tal como la sátira se hizo innecesaria cuando Henry Kissinger y Rupert Murdoch fueron honorados por su contribución a la mejora de la humanidad, la ceremonia de Bush fue, por lo menos, reveladora sobre un sistema del que son productos él y su recién acuñado sucesor. Aunque más espectacular en su histriónica coreografiada, la investidura de Barack Obama transmitió el mismo mensaje orwelliano de verdad invertida: de la falta de piedad del poder criminal, si no la guerra interminable. La continuidad entre los dos gobiernos ha sido tan perfecta como la transferencia de la odiosa fidelidad de Bono, simbolizada por la toma de juramento del presidente Obama sobre las gradas del Congreso – en el que, sólo días antes, la Cámara de Representantes, dominada por el partido del nuevo presidente, votó por 390 contra 5 para respaldar las masacres de Israel en Gaza. El suministro de armas estadounidenses utilizadas en las masacres fue autorizado previamente por el mismo margen. Incluyeron el misil Hellfire que extrae el aire de los pulmones, rompe hígados y amputa brazos y piernas sin necesitar de metralla: un «importante progreso», según la literatura especializada. Como senador, el entonces presidente electo, Obama no objetó a que esas armas «más avanzadas» [sic] fueran despachadas prontamente a Israel – por un valor de 22.000 millones de dólares en 2008 – a tiempo para el ataque planificado hace tiempo contra la población encerrada e indefensa de Gaza. Es comprensible; es cómo funciona el sistema. El Congreso y el presidente, republicanos o demócratas, conservadores o liberales, no dan un apoyo tan absoluto en ningún otro tema. Por comparación, el Reichstag alemán en los años treinta fue un tesoro de debate democrático y basado en principios.

Esto no quiere decir que los presidentes y los miembros del Congreso no reconozcan que los «lobbyistas» de Israel en su medio son matones y chantajistas políticos, aunque nunca lo dicen en público, y por cierto retozan como recolectores de fondos sionistas y en viajes pagados al objeto de su ardor. Pero les temen. Mientras los ojos se llenaban de lágrimas el 20 de enero por el primer presidente afro-estadounidense, ¿quién recordó a Cynthia McKinney, la valerosa congresista afro-estadounidense, la primera a ser elegida de Georgia, quien se pronunció a favor de los palestinos y fue removida de su puesto por una campaña sionista de calumnias? Por su parte, el actual falso «cese al fuego unilateral» israelí en Gaza tiene el objeto de no embarazar, no todavía, a su nuevo hombre en la Casa Blanca, cuyo único reconocimiento del «sufrimiento» de los palestinos fue eclipsado durante mucho tiempo por sus juramentos de lealtad a Tel Aviv (prometiendo incluso Jerusalén como capital de Israel, lo que ni siquiera hizo Bush) y por su nombramiento del gobierno probablemente más favorable al sionismo de toda una generación.

Tan merecedores como Blair, Howard y Uribe de la Medalla de la Libertad de Bush, hay otros que piden a gritos un lugar en su compañía. Con el ataque contra Gaza como momento definidor de verdades y mentiras, principios y cobardía, paz y guerra, justicia e injusticia, presento dos candidatos. El primero es el gobierno y la sociedad de Israel. (Lo comprobé, la Medalla de la Libertad puede ser otorgada colectivamente). «Pocos de nosotros,» escribió Arthur Miller, «podemos renunciar fácilmente a nuestra creencia en que la sociedad debe tener sentido de alguna manera. La idea de que el Estado ha perdido la razón y que esté castigando a tanta gente inocente es intolerable. Y por ello la evidencia tiene que ser negada interiormente.»

La fría y sombría ironía de esto debiera ser clara para todos en Israel, pero su negación ha dado ánimo a un culto militarista, racista, que utiliza todo epíteto contra los palestinos que fuera otrora dirigido contra los judíos, con la excepción de exterminación – e incluso éste no ha sido enteramente excluido, como señalara el viceministro de defensa, Matan Vilinai, con su amenaza de una shoa (holocausto).

En 1948, el año en el que se otorgó el derecho a existir a Israel y se anuló el de Palestina, Albert Einstein, Hannah Arendt y otros destacados judíos en EE.UU. advirtieron al gobierno que no se involucrara con fascistas como Menachem Begin quien describió a los palestinos de la manera como los nazis utilizaron Untermenschen, como «animales con dos piernas.» Se convirtió en primer ministro de Israel. Ese fascismo, que no fue desdeñado abiertamente, fue el precursor del Likud y Kadima. Son ahora partidos políticos «de la tendencia dominante», cuya influencia en el tratamiento a los palestinos, cubre un «consenso» nacional, la humillación y la crueldad estatutaria. El espejo de esto es la violencia doméstica en el interior. Los soldados alistados vuelven de su «guerra» contra las mujeres y los niños palestinos y hacen su propia guerra. Los jóvenes blancos alistados en el ejército sudafricano del apartheid hicieron lo mismo. La inhumanidad en una escala semejante no puede ser enterrada indefinidamente. Cuando Desmond Tutu describió su experiencia en Palestina e Israel como «peor que el apartheid», señaló que ni siquiera en Sudáfrica blanca supremacista hubo el equivalente de carreteras «sólo para judíos.» Uri Avnery, uno de los disidentes más valerosos de Israel, dice que los dirigentes de su país sufren de «demencia moral»: un requisito previo, quisiera agregar, para recibir una Medalla de la Libertad de Bush.

Mi otro candidato para una Medalla de la Libertad de Bush es ese grupo amorfo conocido como periodismo occidental, que siempre se ha vanagloriado de su libertad e imparcialidad. Basta con escuchar el modo como son entrevistados los «portavoces» y embajadores israelíes. Con cuánto respeto reciben sus mentiras oficiales; cómo son mínimamente cuestionadas. Son uno de nosotros, sabe: tranquilos y con timbre occidental, incluso rubios, femeninos y atractivos. La voz aterrorizada, incoherente, en la línea desde Gaza no proviene de uno de nosotros. Es el mensaje subliminal. Se oye a presentadores de noticias, que utilizan sólo peyorativos para los palestinos: palabras como «militantes» en vez de resistentes contra la invasión, muchos de ellos héroes, una palabra jamás utilizada, y «conflicto» en vez de masacre. Nótese la propaganda permanente que sugiere que hay dos poderes iguales que libran una «guerra,» no un pueblo angustiado, atacado y hambreado por la cuarta potencia militar por su tamaño del mundo que asegura que no haya sitios donde refugiarse. Y nótense las omisiones – la BBC no prologa sus informes con la advertencia de que una potencia extranjeras controla los movimientos de sus periodistas, como lo hizo en Serbia y en Argentina, ni explica por qué muestra sólo vistazos de la extraordinaria cobertura de al-Jazeera desde el interior de Gaza.

También hay mitos omnipresentes: que Israel ha sufrido terriblemente por los miles de misiles disparados desde Gaza. En realidad, el primer cohete casero Qassam fue disparado a través de la frontera israelí en octubre de 2001, y la primera fatalidad ocurrió en junio de 2004. Unos 24 israelíes han sido muertos de esta manera, en comparación con 5.000 palestinos, más de la mitad de ellos en Gaza, por lo menos un tercio de ellos, niños. Ahora imaginad si los 1,5 millones de gazanos hubieran sido judíos, o refugiados kosovares. «El único camino honorable para Europa y EE.UU. es utilizar la fuerza militar para tratar de proteger al pueblo de Kosovo…» declaró el Guardian el 23 de marzo de 1999. Inexplicablemente, el Guardian todavía no ha pedido un tal «camino honorable» para proteger al pueblo de Gaza.

Es la regla de las víctimas aceptables y de las víctimas inaceptables. Cuando los periodistas rompen esa regla son acusados de «prejuicio contra Israel» y algo peor, y su vida es convertida en una miseria por un ciber-ejército hiperactivo que redacta quejas, suministra material genérico y entrena a gente en todo el mundo en la técnica de calumniar como «anti-judío» un trabajo que no ha visto. Esas campañas vociferantes con complementadas por amenazas anónimas de muerte, que yo y otros hemos sufrido. Su última táctica es el jaqueo malicioso de sitios en Internet. Pero eso es desesperado, ya que los tiempos cambian.

En todo el mundo, gente que era indiferente al arcano «conflicto» en Oriente Próximo, pregunta ahora lo que la BBC y CNN pocas veces preguntan: ¿Por qué tiene Israel derecho a existir, pero Palestina no? Preguntan, también, ¿por qué los enemigos del derecho gozan de semejante impunidad en el prístino mundo del equilibrio y la objetividad? El «portavoz» israelí de habla tan perfecta representa al régimen más desmandado el mundo, incluidas las tiranías exóticas, según un conteo de las resoluciones de Naciones Unidas desafiadas y las Convenciones de Ginebra violadas. En Francia, 80 organizaciones trabajan en la preparación de actas de acusación contra los dirigentes de Israel. El 15 de enero, el excelente periodista israelí, Gideon Levy, escribió en Ha’aretz que los generales israelíes «no serán los únicos que se ocultarán en aviones de El Al por miedo a ser arrestados [en el extranjero]».

Llegará el día, en que otros periodistas y sus editores y productores tendrán que explicar no sólo porque no dijeron la verdad sobre esos criminales, sino incluso tendrán que compartir el banquillo del acusado con ellos. No hay Medalla de la Libertad de Bush que valga la pena.

www.johnpilger.com

http://www.informationclearinghouse.info/article21814.htm