La prohibición de ingresar a Estados Unidos para ciudadanos de países con población de mayoría musulmana dictada por Donald Trump no incluye a los de Arabia Saudita. «No solo es malintencionada y, ojalá, inconstitucional, porque es irracional ya que no incluye al país más responsable de difundir el terrorismo en todo el mundo», escribe en […]
La prohibición de ingresar a Estados Unidos para ciudadanos de países con población de mayoría musulmana dictada por Donald Trump no incluye a los de Arabia Saudita.
«No solo es malintencionada y, ojalá, inconstitucional, porque es irracional ya que no incluye al país más responsable de difundir el terrorismo en todo el mundo», escribe en Common Dreams el 7 de febrero en curso la escritora Medea Benjamin, cofundadora de Global Exchange y autora de los libros «CODEPINK: Mujeres por la Paz» y «Arabia Saudita, Reino de la Injusticia», de próxima aparición.
La interdicción de viajar a Estados Unidos impuesta a personas de siete países de mayoría musulmana se fundamentaba en la necesidad de impedir que potenciales terroristas entren a Estados Unidos. Trump cita como argumento para su orden ejecutiva la tragedia del 11 de septiembre de 2001 y la masacre de San Bernardino del 2 de diciembre de 2015 en California.
Pero Benjamin señala en su artículo que ni un solo ciudadano de alguno de los siete países prohibidos ha sido acusado por alguno de esos crímenes en suelo estadounidense. De hecho es extraño que se omitiera de la lista a Arabia Saudita, país de origen de 15 de los 19 secuestradores del 11 de septiembre de 2001en Estados Unidos. Claro que a nadie sorprende esta diferenciación a favor de Arabia Saudita porque esa ha sido política de los Estados Unidos desde el descubrimiento de petróleo en el país desértico en la década de 1930. No obstante la clara evidencia de que el Gobierno saudita apoyaba al Estado Islámico y Al Qaeda, Obama mantuvo la estrecha relación con los saudíes, incluida la venta de masivas cantidades de armas al reinado. Solo cuando Obama firmó el acuerdo nuclear con Irán, adversario de Arabia Saudita, la relación comenzó a debilitarse.
Ahora -según Benjamin- parece que, a pesar de las duras críticas de Donald Trump al «Reino represivo de los sauditas» durante su campaña, habrá una firme alianza entre el flamante presidente y el régimen saudita que, en 2011, calificó como el donante más grande del mundo al terrorismo. Dijo entonces que el gobierno saudí utiliza «los petrodólares, nuestro propio dinero, para financiar a los terroristas que buscan destruir nuestro pueblo mientras que los sauditas confían en nosotros para protegerlos.»
Trump está sin duda consciente de la conexión terrorista Saudí y la ironía de la relación de Estados Unidos y Arabia Saudita. En 2016, en plena campaña electoral, durante entrevista con Fox News, Trump dijo que quienes hicieron saltar el World Trade Center «no fueron los iraquíes, sino Arabia». También repetidamente criticó a Hillary Clinton por aceptar dinero Saudí para la Fundación Clinton y la instó a devolver el dinero.
Según Medea Benjamin, la omisión de Arabia Saudita de la lista de los prohibidos no parece tan irracional cuando se sabe que la conexión financiera del Reino con la cuenta bancaria de Donald Trump se ha ampliado en ambos sentidos en tiempos recientes.
Las inversiones sauditas en hoteles Trump, han incluido la compra de un piso completo del Hotel Trump Nueva York, y otras operaciones que han aportado $ 5,7 millones a las empresas de Trump desde 2001. En un acto de campaña en Alabama, Trump resaltó el «afecto» que le une a la realeza Saudí: «Me compran apartamentos y propiedades. Gastan $ 40 millones. ¿Acaso debo odiarlos? Al contrario, me agradan mucho.» Trump no es el único con lazos estrechos con Arabia saudita. El flamante Secretario de Estado, Rex Tillerson, estaba también muy vinculado a Arabia Saudita durante su permanencia como máximo dirigente de Exxon, «uno de los mayores inversionistas extranjeros en el Reino.» Es también uno de los mayores clientes de crudo del sector privado de Saudi Aramco. Exxon y empresas estatales sauditas trabajan juntos en la construcción de una enorme instalación de refinería de gas natural a lo largo del Golfo de México para la fabricación de plásticos.
El gobierno Saudita también aplaude la tirantez de los nexos de la administración de Trump con Irán, su viejo adversario. Les alentaba la crítica constante de Trump al acuerdo nuclear durante su campaña y el nombramiento en puestos del gabinete a varios generales de conocidas posiciones contrarias a Irán. La postura de Irán contra Trump se traducirá sin duda en constantes ventas de armas de Estados Unidos a los sauditas y un continuo apoyo de Estados Unidos para la guerra saudita contra Yemen.
En el mundo de Trump -concluye Medea Benjamin- donde el dinero manda, a los pobres yemeníes les está prohibido ingresar en Estados Unidos. Al igual que los sirios, mueren en sus casas y cuando huyen de la violencia son catalogados de terroristas mientras los príncipes saudíes disponen de tránsito seguro a sus lujosos aposentos en las torres Trump de Manhattan.
Blog del autor: http://manuelyepe.wordpress.
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