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Vientres de alquiler: ¿Prohibición o regulación?

Fuentes: Rebelión

«Ni existen mujeres ricas o famosas que gesten para hombres de clase trabajadora, ni existen personas pobres que puedan permitirse un vientre de alquiler, por lo que es obvio que estamos ante una explotación de los privilegiados sobre las oprimidas. Ser padre o madre no es un derecho. Puedes serlo o no, pero en ningún […]

«Ni existen mujeres ricas o famosas que gesten para hombres de clase trabajadora, ni existen personas pobres que puedan permitirse un vientre de alquiler, por lo que es obvio que estamos ante una explotación de los privilegiados sobre las oprimidas. Ser padre o madre no es un derecho. Puedes serlo o no, pero en ningún caso te ampara como ciudadano o ciudadana un derecho elemental para tener descendencia«
(Barbijaputa)

La constante tendencia del capitalismo a mercantilizar todos los aspectos, necesidades y derechos de la vida humana, parece no tener límites, y la última hornada de prácticas en este sentido afecta a lo que hemos venido en llamar «Vientres de alquiler» o más técnicamente «Gestación subrogada». La consideración del cuerpo humano como un objeto de explotación del que se puede obtener beneficio (desde el tráfico de personas al completo, pasando por el tráfico de órganos humanos, y ahora por la gestación de un bebé para otros padres) está en la base filosófica y política del asunto, aunque muchos quieran hacernos entender otro enfoque distinto. Para el capitalismo todo puede ser comprado, vendido, troceado, enajenado o separado de su poseedor o de su legítimo destinatario. Y desde este punto de vista, los famosos «mercados» no ofrecen escrúpulos en introducirse en cada vez más necesidades humanas, para intentar gestionarlas como un negocio. Se apoyan falazmente en los avances científicos y tecnológicos, sin detenerse a pensar en los aspectos éticos de dichas transacciones económicas. Y así, la globalización económica amenaza con una mercantilización absoluta y descontrolada de todas las facetas de la vida, donde el cuerpo humano es la última frontera. A esta frontera bien podríamos llamarla «Explotación reproductiva», donde el caso de los vientres de alquiler viene a ser su última manifestación.

Por tanto, detrás de las campañas cada vez más insistentes para normalizar y regularizar esta práctica, se esconde simplemente una expresión más del pensamiento y de la práctica neoliberal de la vida. Lo primero que nos hace notar Gloria Fortún en este artículo es que la designación sobre «Vientres de alquiler» es imprecisa, pues no se alquila sólo el vientre, sino la mujer entera. Durante nueve meses de «gestación subrogada», se alquilan sus cuerpos, sus sentimientos, sus experiencias, su dedicación, su tiempo. Durante ese período las mujeres se convierten en posesiones de las personas contratantes (y de las empresas intermediarias, si es el caso), quienes tienen derechos de propiedad sobre ellas, durante todo el tiempo del embarazo. Los defensores de esta práctica alegan que la regulación debe huir de todo lucro económico, pero es un claro oxímoron que si existen empresas dedicadas, lo vayan a hacer por amor al prójimo. Por otra parte, también hacen alegatos muy conmovedores hacia la sensibilidad emocional, reclamando el derecho de unas hipotéticas parejas a contar con toda la tecnología al alcance de realizar sus sueños de ser padres y madres. Reclaman la libertad de las mujeres a hacer lo que les plazca con su cuerpo, y claman por la realización del sueño de formar una familia para los contratantes del «servicio». Despliegan toda una falaz mística de las emociones, para intentar legitimar una práctica que en el fondo es una manifestación más de la violencia contra las mujeres.

Parece claro que desde una posición feminista y anticapitalista, no podemos estar a favor de esta regulación de la explotación reproductiva que supone la práctica de los vientres de alquiler. No podemos estar a favor ni tolerar un sistema que mercantiliza hasta las capacidades humanas más elementales, donde la venta de la capacidad sexual o reproductiva puede llegar a ser cuestión de supervivencia para muchas mujeres. Quede claro que no estamos en contra de la existencia de las diversas técnicas de reproducción asistida, las cuales han sido desarrolladas por los avances médicos y biológicos. Pero sí estamos en contra de que estas técnicas supongan el apoyo científico que conviertan en un mero negocio el vientre de las mujeres y su gestación. La gestación subrogada, por muy elegante que se le presente, no es más que una industria más ligada al afán capitalista de obtener beneficios económicos en todas las facetas de la vida, y de todos los derechos humanos fundamentales. Ya lo consiguieron con la vivienda, con el trabajo, con la educación, con la sanidad, y continúan intentando hacerlo con subsiguientes aspectos. Y como expresa Antonio Gómez Movellán en este artículo: «Los vientres de alquiler constituyen una práctica donde los ricos del mundo utilizan a las mujeres de los países pobres y a las clases inferiores como criadoras para tener hijos genéticos. Es un retorno al principio del patriarcado, donde las mujeres son meras criadoras». Y añade que esta práctica de bebés ha sido realizada durante siglos por las órdenes religiosas, y hoy se realizan mediante prácticas de reproducción asistida en clínicas de México, Rumanía, Polonia, Ucrania o la India, que son los países donde más ha florecido este negocio.

Y así, las personas más pudientes acuden a clínicas estadounidenses, donde un bebé puede costar en torno a 150.000 dólares, mientras que las clases medias van a la India o a Ucrania, donde suelen costar la mitad. Justificar este negocio en la libertad de las mujeres es un absoluto despropósito. Y concluye Gómez Movellán: «No estamos hablando de igualdad, ni de liberación ni de emancipación, estamos hablando de patriarcado y explotación bajo la apariencia de la libre decisión». Porque ya sabemos que el neoliberalismo disfraza sus atentados contra la humanidad bajo la apariencia de nuevos derechos: derecho a la libre elección de centro de enseñanza, derecho de los padres a elegir la educación de los hijos, y en este caso, derecho a que yo (mujer) pueda hacer con mi cuerpo lo que quiera, cuando en realidad lo que se esconde es otro mensaje diferente, que bien pudiera ser: «Déjame que yo exprima libremente a los que no pueden elegir como yo». Es decir, la máxima del neoliberalismo que aboga porque los privilegiados del mundo hagan lo que les apetezca sin límites, obstáculos, impedimentos ni cortapisas, aprovechándose de que la inmensa mayoría social no puede elegir como ellos. Lo vemos en el mercado laboral, en el mercado sanitario, y en muchos otros, donde la mano de obra o los productos o servicios más baratos, procedan de donde procedan, y se fabriquen como se fabriquen, y bajo cualesquiera condiciones denigrantes (para las personas, los animales y el medio ambiente), tienen prelación sobre todo lo demás.

Se trata de un debate similar al de la prostitución (de hecho Gómez Movellán califica a la práctica de los vientres de alquiler como la «hermana pequeña de la prostitución»), en el que los neoliberales intentan convencernos de que las mujeres que la ejercen la eligen libremente, cuando todos sabemos que la inmensa mayoría de las mujeres prostituidas lo hacen porque han sido engañadas y están siendo controladas por perversas mafias que se enriquecen con su esclavitud sexual. De esta forma consiguen invisibilizar el problema que se esconde detrás de la prostitución, que no es otro que el de mujeres pobres sin otra alternativa vital, que sufren violencia de múltiples formas. Los que defienden los vientres de alquiler utilizan el mismo discurso, los mismos razonamientos. Por tanto, no caigamos en las trampas del discurso neoliberal, y al igual que nadie cuestiona que no esté permitida la venta de órganos humanos, concluyamos que no es lícito ni ético alquilar un cuerpo de mujer durante nueve meses, con todas sus consecuencias, para quedarse después con el bebé nacido de dicha gestación, y todo ello por dinero. ¿Es eso lo que queremos regular? ¿Tan bajo hemos caído como civilización? ¿En tan poco han quedado nuestros valores? ¿Hasta cuándo vamos a ceder en los intentos de mercantilizar todas las manifestaciones, actividades y derechos humanos?

No es el derecho de una determinada pareja (de cualquier orientación sexual, que no hay que hacer discriminaciones) o persona individual (familia monoparental o monomarental) a ser padres y madres lo que se discute, pues ese derecho no existe, y además la opción de la adopción siempre está disponible. El derecho reconocido bajo una sociedad justa y avanzada es el correspondiente a los niños y niñas ya nacidos/as a tener una familia, pero por ellos, por los niños, no porque los adultos tengamos derecho a ejercer la paternidad o maternidad. Sin embargo, bajo una sociedad como la nuestra, donde la pobreza infantil crece a un ritmo insoportable, se plantea la «necesidad de regular» la práctica de los vientres de alquiler. Otra muestra más de la decadencia de nuestra sociedad capitalista, insensible a la protección de los derechos más elementales, pero proclive a la introducción del negocio en todas las vertientes. Porque como muy bien nos sugiere Judith Bosch en este artículo, defender aquí el uso de vientres de alquiler en nombre de la libertad es como defender que deje de prohibirse en el ámbito laboral sobrepasar cierto número de horas extra, trabajar sin medios de seguridad, rechazar vacaciones, etc. Porque claro, como «cada uno puede hacer lo que quiera»… Es el imperio de la ley del más fuerte, de la sociedad salvaje, del individualismo por encima de todo. Todo lo cual es justo la esencia del neoliberalismo.

Y luego también, por supuesto, está el argumento determinista, que más o menos se enuncia así: «Estas prácticas existen. Se pueden ocultar o no, legalizar o no, así que o se regula ya sobre ellas, o las mafias seguirán sacando tajada de las más pobres». Son las mismas que dicen que «la prostitución es el oficio más viejo del mundo», o que «Ya que el asesinato existe desde hace miles de años, mejor legalizarlo o los asesinos seguirán escondiendo cadáveres» (tomando de nuevo un símil de Judith Bosch con el que estamos muy de acuerdo). Por tanto, la pasividad, torpeza, cobardía e impotencia de una sociedad para enfrentarse con graves problemas, sean éstos locales o globales, no puede convertir a dicha sociedad en más perversa aún de lo que ya sea. No puede defenderse la idea de que la gestación subrogada sea un contrato o acuerdo entre personas que libremente satisfacen sus necesidades. Es una perversa lectura que obvia las desigualdades de base de la sociedad. La práctica de los vientres de alquiler es un acuerdo, claro está, pero entre una persona adulta que quiere o necesita dinero (o se le ha inculcado que su útero es un bien social a disposición de los demás) y otra persona adulta que no puede gestar de manera natural, tiene dinero y se le ha inculcado que ser padre o madre es un derecho. Se vulnera por tanto la dignidad de la mujer, en varias dimensiones.

Y aún tenemos que denunciar otra falacia en relación con este asunto, que es el de la donación de semen u óvulos, en su comparación con el vientre de alquiler. Porque no podemos comparar el hecho de donar células de nuestro cuerpo con el hecho de ceder nuestro cuerpo. La donación de células u órganos para trasplantes (en vida o después de la muerte) no altera la dignidad de ninguna persona, como sí lo hace el alquiler de un útero, es decir, del cuerpo femenino, durante los nueve meses que dura un embarazo, con todo lo que ello comporta. Y la criatura resultante de dicho vientre alquilado, evidentemente, tampoco puede donarse, por lo cual el asunto de la gestación subrogada supera todos los límites éticos y jurídicos que podamos imaginar. Es hora por tanto de poner límites a la voracidad capitalista neoliberal. Es hora de enfrentarse a la devastación que dicho sistema genera en las vidas humanas, en el profundo desprecio que vierte hacia los más elementales derechos humanos, y es hora de enfrentarse a este indecente patriarcado que lleva desde hace muchos siglos cosificando y despreciando el cuerpo y las capacidades de las mujeres. ¡Basta de violencia, de explotación y de mercantilización con los cuerpos de las mujeres! ¡Basta ya de tanta retórica libertaria sobre derechos que no existen, para legitimar las aberrantes prácticas capitalistas! ¡NO a la regulación de los vientres de alquiler!

Blog del autor: http://rafaelsilva.over-blog.es

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