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Washington no podrá con dos guerras frías

Fuentes: Diario ¡Por esto! (Mérida)

Patrick Joseph Buchanan es un escritor, locutor y comentarista político estadounidense clasificado -por su orientación ideológica- de fascista y paleoconservador. Comenzó su carrera política con Richard Nixon y pasó luego a trabajar como asesor principal de Gerald Ford y Ronald Reagan. Se postuló en varias ocasiones para la candidatura republicana a la presidencia de Estados […]

Patrick Joseph Buchanan es un escritor, locutor y comentarista político estadounidense clasificado -por su orientación ideológica- de fascista y paleoconservador. Comenzó su carrera política con Richard Nixon y pasó luego a trabajar como asesor principal de Gerald Ford y Ronald Reagan. Se postuló en varias ocasiones para la candidatura republicana a la presidencia de Estados Unidos. En 1982 comenzó a trabajar en el programa de televisión Buchanan-Braden auspiciado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y se convirtió en voz principal de CNN, MSNBC y Fox News hasta que en 2012 fue echado por racista.

Con tal currículo, se comprende por qué Pat Buchanan se pregunta el 18 de diciembre en su sitio Web oficial ¿Pudiera Estados Unidos llevar a cabo una política de contención de Guerra Fría contra las otras dos grandes potencias militares actuales, manteniendo sus compromisos de defensa con decenas de países de todo el mundo? Y, de ser así, ¿por cuánto tiempo podríamos seguir haciéndolo y a qué precio? Atribuye sus dudas a tres motivaciones: «Primero, porque hemos intervenido militar y repetidamente en un Oriente Medio donde ningún interés vital de Estados Unidos estaba en peligro, quedando atrapados en la guerra eterna de esa región musulmana.

«En segundo lugar, por haber ampliado la alianza de la OTAN a Europa Oriental, los Balcanes y el Báltico, desencadenando así una Segunda Guerra Fría con Rusia.

«Y tercero porque Estados Unidos ha estado sustentando a China durante décadas antes de reconocer que se estaba convirtiendo en una superpotencia cuyas ambiciones en Asia y el Pacífico sólo podrían realizarse a expensas de países amigos de Estados Unidos». La pregunta que ahora se hace Buchanan es otra: ¿Puede EEUU Estados Unidos llevar a cabo una política de contención de Guerra Fría contra las otras dos grandes potencias militares de nuestro tiempo, incluso mientras mantiene sus compromisos de Guerra Fría respecto a decenas de países de todo el mundo? Y, de ser así, ¿por cuánto tiempo podemos seguir haciéndolo y a qué precio?

«Tarde ha reconocido el establishment estadounidense -dice Buchanan- la locura histórica de haber acompañado a China en el escenario mundial tratando de comprar su amistad duradera con la venta de billones de dólares de nuestros excedentes comerciales desde Bush hasta la actualidad».

Para Buchanan, el problema reside en que China no ha correspondido debidamente al cortejo de Estados Unidos y no en el impresionante auge económico que el Gigante Asiático ha estado logrando sin el ahogo a que estuvo sometido por Occidente hasta al fin de la guerra fría. «Beijing ha reafirmado su soberanía en el Mar del Sur de China, ha construido bases aéreas y de misiles en media docena de islotes en disputa, y ha advertido a los barcos y aviones de Estados Unidos que se mantengan alejados.

«China ha construido y arrendado puertos y bases desde el Océano Índico hasta África. Ha prestado miles de millones a países pobres de Asia y África, como las Maldivas, para luego exigirles el cumplimiento de los compromisos contraídos como base para esas concesiones cuando estas naciones no cumplieron con las deudas contraídas para construir sus instalaciones».

China ha enviado cientos de miles de estudiantes a colegios y universidades de Estados Unidos, y Buchanan supone que muchos de ellos se han dedicado al espionaje. Buchanan acusa a China de todos los males que ha estado confrontando el sistema capitalista a escala global. Considera que Beijing mantuvo su moneda por debajo de su valor de mercado para mantener su ventaja comercial y atraer a China a las corporaciones estadounidenses donde, según calcula, son presionadas para que les transfieran sus secretos tecnológicos.

Entre otras culpas, atribuye a China la participación en robos cibernéticos de archivos de personal de millones de solicitantes y empleados federales de Estados Unidos, de los números de tarjetas de crédito y pasaportes de millones de huéspedes de los hoteles estadounidenses en todo el mundo a lo largo de los años, e incluso de las fallas en la ciberseguridad que facilitaron el robo de datos sobre los aviones F-22 y F-35 de Estados Unidos, información que se supone ha jugado un importante papel en el desarrollo de la quinta generación de cazas de combate de Beijing.

«Durante décadas -dice Buchanan- hemos estado financiando el desarrollo de una China cuya ambición es expulsarnos de Asia Oriental y el Pacífico Occidental y reemplazarnos como la primera potencia del mundo». Sin embargo, el compromiso de Washington con China ha fracasado y le ha dejado enfrentado a un nuevo adversario con una población y una economía diez veces mayores que las de Rusia.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.