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Y que sigan dándose de baja

Fuentes: Rebelión

No sé con qué sofismas, con qué encadenamiento de silogismos, se saldrán quienes hacen oídos sordos a la advertencia de que la hegemonía norteamericana está en franca decadencia. El mutis de la gran prensa no ha sido esta vez óbice para que analistas militares de todo el planeta «diseccionen» una noticia proporcionada por la activa […]

No sé con qué sofismas, con qué encadenamiento de silogismos, se saldrán quienes hacen oídos sordos a la advertencia de que la hegemonía norteamericana está en franca decadencia. El mutis de la gran prensa no ha sido esta vez óbice para que analistas militares de todo el planeta «diseccionen» una noticia proporcionada por la activa Rossíyskaya Gazeta.

De acuerdo con el colega Antón Valaguien, el mismísimo Departamento de Estado reconoció que, tras su encuentro en el Mar Negro con un avión de combate Su-24, la tripulación del destructor USS Donald Cook quedó seriamente desmoralizada. Y mire que se han pavoneado los halcones gringos con la supernave, equipada con el sistema de combate integrado y de última generación Aegis, «que conecta entre sí los medios de defensa antimisiles de todos los barcos en los que está instalado, creando una red general que permite controlar y atacar cientos de objetivos al mismo tiempo […] dispone igualmente de cuatro enormes radares universales de antena de una potencia similar a la de varias estaciones de radar. Además de los misiles Tomahawk, en sus lanzaderas de proa y popa figura medio centenar de misiles antiaéreos guiados de distintas clases».

Las «malas lenguas» juran y perjuran que 27 marineros pidieron la baja, asustados por lo inconcebible. El 12 de abril, dos días después de que arribaran a la zona, el bombardero táctico los sobrevolaba. Bajo su fuselaje, solo un contenedor con un artilugio electrónico llamado Jibiny, que le puso al barco fuera de servicio los radares, circuitos de control, la transmisión de información… Para mayor inri de los navegantes, luego de esto «el Su-24 simuló un ataque con misiles contra el USS Donald Cook […] totalmente ciego y sordo. Y repitió esa acción […] 12 veces. Cuando el Su-24 se alejó, el USS Donald Cook se dirigió rápidamente a un puerto rumano y no volvió a acercarse a aguas rusas».

El director del Centro de Investigación Científica sobre Guerra Electrónica y Valoración de la Eficacia en Medios de Reducción de Visibilidad de la Academia Aérea Militar, Vladímir Balybin, explicaba que «cuanto más complejo es un sistema radioelectrónico, más sencillo resulta interrumpir su funcionamiento con medios de guerra electrónica».

O sea, por medio de una contienda asimétrica, deplorada por los mandamases norteamericanos, a los que ahora sí estoy a punto de creerles las jeremiadas acerca del desafío que constituyen Moscú y Beijing tanto en el dominio cibernético como en el espacial lanzadas ante el Congreso por la Inteligencia Nacional. Más aún conociendo que, además del temido Jibiny, «las unidades de las Tropas Aerotransportadas rusas han comenzado a ser equipadas con el sistema Infauna. Instalado en un tanque o en cualquier otro vehículo militar, este sistema encuentra y aísla la comunicación por radio enemiga en bandas HF y VHF del espectro electromagnético, ‘adormeciendo’ sus armas de control remoto. Estas armas llegan a disparar, pero solo después de que las columnas de tanques rusos hayan pasado sobre ellas y se hayan alejado a una distancia segura».

Pero la cuestión no acaba ahí. Los sensores ópticos instalados en sus laterales detectan los fogonazos de los disparos y dan la orden de crear una cortina de humo que cubre la columna de tanques del fuego enemigo. Como si no bastara, el dispositivo Lesochek desempeña las mismas funciones, pero es mucho más compacto: se puede llevar en una mochila o en un pequeño maletín. «Con este equipo resulta muy cómodo acudir a importantes reuniones, evitando que los más avanzados servicios de inteligencia logren espiar una palabra de lo que se discute».

Y más: «La base de la protección electrónica de las comunicaciones del Ejército de Rusia es el sistema Borisoglebsk-2. Este cuenta con un punto automático de control y cuatro tipos de estaciones de interferencias de radio que rastrean las fuentes activas de comunicaciones enemigas y las inutilizan. El dispositivo Zhítel localiza y bloquea teléfonos satelitales y celulares, así como sistemas de navegación GPS. Su eficacia quedó demostrada durante el conflicto en Osetia del Sur, donde consiguió desorientar a los vehículos georgianos no tripulados».

Decididamente, no fue entonces fortuita la manera, como en puntillas, inadvertida por Occidente, con que las fuerzas del gigante euroasiático irrumpieron -se colaron- en Crimea, cuando los más de los ciudadanos se pronunciaron por la secesión y la consiguiente unión con el vecino. A todas luces, a menor hegemonía de una potencia que ha pifiado en Irak, Libia, Ucrania, mayor fortalecimiento sobre todo castrense de un Estado que, casi vendido ayer por sus dirigentes, hoy parece haber despertado a la necesidad de la multipolaridad para la supervivencia. Esto, en un mundo donde a los cuantiosos artefactos bélicos la mejor respuesta podría ser la ensayada: una contienda asimétrica. Y que sigan los marines dándose de baja.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.