Desde hace meses, las lluvias han inundado hogares y dejado a cientos de miles de personas desplazadas -46.000 más también en Etiopía- sin alimentos, agua potable y refugio. Ahora, la malaria y la desnutrición agravan una crisis humanitaria que amenaza especialmente a los niños y niñas.
Juba, 29 de octubre de 2020. Las graves inundaciones que afectan a una amplia franja de Sudán del Sur desde el pasado mes de julio afectan ya a unas 800.000 personas, que han visto cómo sus hogares han quedado anegados por las aguas y que a día de hoy no disponen de un refugio adecuado. La mayoría de ellos tampoco cuentan con alimentos ni agua en cantidades suficientes. Los niveles de los ríos continúan aumentando y las lluvias siguen sin remitir, lo cual hace temer que la crisis pueda empeorar aún más.
FOTOS de las inundaciones en Sudán del Sur y Etiopía
VÍDEO de las inundaciones en Pibor, Sudán del Sur
Varios equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) están brindando atención médica en las áreas afectadas por las inundaciones de los estados de Greater Pibor, Jonglei, Alto Nilo y Unidad. Las necesidades de atención médica están aumentando, así como los casos de malaria. La situación actual también incrementa el riesgo de que se produzcan brotes de otras enfermedades epidémicas.
«Las inundaciones de este año están ocurriendo en el contexto de múltiples emergencias, incluido la COVID-19, el aumento de la violencia y de los combates, una creciente crisis económica y altos niveles de inseguridad alimentaria», explica Ibrahim Muhammad, coordinador general de MSF en Sudán del Sur. «Ahora, nos estamos preparando para un aumento de enfermedades en todas las áreas afectadas por las inundaciones, como enfermedades diarreicas y malaria, dados los altos riesgos causados por el desplazamiento y el hacinamiento, las malas condiciones de higiene y la falta de letrinas que estén en funcionamiento».
En la región de Pibor, una de las zonas más afectadas de Sudán del Sur, MSF gestiona clínicas móviles en cinco aldeas y una clínica de emergencia en la ciudad de Pibor. En los últimos dos meses, sus equipos han tratado a más de 13.000 pacientes en Pibor y sus alrededores, incluidos más de 5.000 niños menores de 5 años. La mitad de ellos se trataron por malaria y más de 160 niños por sarampión.
La desnutrición también está aumentando rápidamente en la región y como consecuencia de ello, MSF está preparando también varias clínicas móviles con las que brindar tratamiento nutricional adicional a los niños pequeños. Estas servirán de complemento al trabajo que la organización ya lleva a cabo en el centro de alimentación terapéutica para pacientes hospitalizados con el que cuenta en la ciudad de Pibor. Además, sus equipos han distribuido 60.000 litros de agua potable al día en la región, ya que los pozos han sido contaminados por las inundaciones.
«Con los niveles de agua aún en aumento, estamos preocupados por la viabilidad de nuestra clínica en Pibor y buscamos sitios alternativos en terrenos más altos fuera de la ciudad«, explica Josh Rosenstien, coordinador de MSF en Pibor.
En Old Fangak, una ciudad de unas 30.000 personas en un área de humedales del estado de Jonglei, las inundaciones comenzaron en julio y los niveles del agua continúan aumentando. «Muchas casas se unen cada día a la lista de hogares afectados», explica Dorothy I. Esonwune, coordinadora de MSF en Old Fangak. «Todo el mundo está centrados en sacar agua de los alrededores de sus casas y construir diques de barro».
A pesar de las dificultades por las que atraviesa la ciudad, a finales de septiembre unas 3.000 personas llegaron desde las aldeas circundantes buscando refugio. Los equipos de MSF en el hospital de la ciudad han brindado atención a unas 70 personas de estas personas desplazadas, principalmente por infecciones del tracto respiratorio y por diarrea acuosa aguda. La mayoría de las letrinas de la ciudad se han inundado, lo que aumenta el riesgo de enfermedades transmitidas por el agua.
Por otro lado, en el hospital en Lankien, una población perteneciente al estado de Jonglei, MSF ha constatado un descenso muy marcado en el número de pacientes que acuden a sus instalaciones, ya que el agua hace casi imposible que las personas se desplacen hasta allí desde las áreas circundantes. Además, la pista de aterrizaje local se ha inundado, lo que dificulta la entrega de suministros médicos o la derivación de pacientes a otras instalaciones médicas.
«Los pacientes que llegan a nuestras instalaciones a veces describen un viaje desgarrador. Cuando Yoel, de 13 años, enfermó, su padre Stephen Manyang Chan, viudo y padre de cinco hijos, lo llevó a nuestra clínica en Leer, en estado de Unity. Para llegar allí tuvo que caminar con el agua a la altura del pecho durante casi dos horas«, explica Josh Rosenstien.
En el estado del Alto Nilo, instalamos una clínica de emergencia para las ciudades de Canal y Khorfulus, a las que solo se puede llegar en barco desde la ciudad de Malakal. Allí los equipos de MSF han tratado múltiples casos de malaria y de diarrea, llevaron a cabo una evaluación rápida de la situación nutricional en la que se encuentra la población, brindaron apoyo psicosocial a sus habitantes y distribuyeron artículos domésticos esenciales a 545 hogares.
En las zonas donde las inundaciones son demasiado altas para caminar, la gente usa balsas improvisadas construidas con láminas de plástico o grandes tanques de agua de plástico remodelados como canoas, con una pala por remo. Los que se quedan para proteger sus casas usan sacos de arena o paredes de barro para intentar detener el agua.
«El agua subió sorprendentemente rápido», explica Tbisa Willion, una mujer de 39 años que vive en Canal Town, en el estado del Alto Nilo. “Salimos sin pensarlo para poder salvar la vida. Encontramos refugio en una escuela, pero también acabó destruida por el agua. Tomamos una canoa para regresar a nuestra casa e intentamos salvar algunas pertenencias, pero solo encontramos unos pocos platos. Perdí mis pollos y mis 10 cabras. No tengo dónde vivir «.
A medida que las inundaciones continúan afectando a la población de Sudán del Sur, MSF sigue llevando a cabo una serie de evaluaciones aéreas y terrestres en los estados de Jonglei, Alto Nilo y Unity para identificar las comunidades más afectadas.
Otras 46.000 personas desplazadas en el sur de Etiopía
Las inundaciones también han afectado Etiopía, país fronterizo con Sudán del Sur, inundando grandes áreas y dejando partes de Dasenech, en el sur del país, bajo el agua. Las crecidas y desbordadas aguas del lago Turkana han empeorado aún más la situación. Más de 46.000 personas han sido desplazadas (alrededor del 60% de la población), mientras continúan las lluvias torrenciales y el nivel del agua sigue subiendo.
En esta región, la mayoría de las comunidades nómadas han sido desplazadas. Las inundaciones les impiden migrar a lugares a los que suelen llegar en esta época del año y eso afecta en buena medida a su sustento, ya que son pastores y dependen en gran medida de poder alimentar a su ganado.
Al igual que en Sudán del Sur, ahora mismo, en plena pandemia de COVID-19, existe además un alto riesgo de que se produzca un aumento de enfermedades en las zonas afectadas por las inundaciones, como las enfermedades diarreicas, la malaria y el cólera, causados por el desplazamiento, las duras condiciones de vida, las malas condiciones de higiene y la falta de letrinas en funcionamiento. Además, MSF muestra una especial preocupación por el hecho de que la inseguridad alimentaria aguda aumente la desnutrición, especialmente entre los niños. Sus equipos han examinado hasta ahora a 3.685 niños para detectar desnutrición. De ellos, 95 estaban gravemente desnutridos y 11 tuvieron que ser hospitalizados.
Los equipos de la organización comenzaron a responder a la emergencia el pasado mes de septiembre, brindando atención médica, agua potable y necesidades básicas a la población. En concreto, sus equipos llegaron a nueve puntos donde se concentraban una gran parte de las personas desplazadas. A tres de estos sitios, solo se podía acceder en barco.
La distribución de agua potable y limpia es una de las necesidades más urgentes, y por ello los equipos de MSF están colaborando con las autoridades locales para proporcionar 45.000 litros de agua al día a la población desplazada. También han distribuido 3.590 kits de bidones, jabón, ollas y kits de potabilización de agua.
Fernando Calero García es miembro de Médicos sin Fronteras