Traducido del italiano para Rebelión por Susana Merino
El nuevo gobierno presidido por Habib Essid ha obtenido la confianza de la nueva Asamblea de representantes del Pueblo, surgida de las urnas el pasado noviembre. Un gobierno que ha nacido de la alianza entre partidos llamados «modernistas» (y liberales) Nidaa Tounes, Afek Tounes, UPL y el partido islámico y liberal Ennahdha. Esta alianza ha provocado malestar y malhumor tanto en el seno de Nidaa Tounes, que basó su campaña electoral en el «voto útil» contra la «amenaza islámica», como dentro de Ennahdha, que según algunos de sus miembros habría establecido un pacto contra natura con los representantes de la anterior dictadura benalista. La parte más consistente de la oposición está representada por los 15 diputados del Frente Popular (coalición de partidos de izquierda y nacionalistas árabes). Para algunos observadores la «grosse koalition» constituye la única posibilidad de otorgar cierta estabilidad al país, para otros se trata de silenciar todo tipo de disenso e instalar una «dictadura blanda» que favorezca la instauración de una larga lista de medidas económicas decididamente impopulares.
Pero ¿qué es lo que está sucediendo en el país real?
Se puede decir que el precedente gobierno de «tecnócratas» parecía haber saciado mágicamente la sed de «modernidad y de libertad» de quienes habían combatido ferozmente el «oscurantismo islámico», llegando incluso a invocar en su país un escenario al estilo egipcio. La represión policial, la tortura aún existente en las comisarías y en las cárceles, los procesos a los jóvenes revolucionarios (http://www.tunisiainred.org/tir/?p=3906) desaparecen de los medios mainstream para dejar su lugar a las supuestas ventajas del gobierno «técnico». Citaré tan solo un flagrante ejemplo del que fui testigo: el juicio de apelación contra los policías que en el 2012 violaron a una joven que se hallaba con su novio en un lugar apartado. El pasado 6 de noviembre de 2014 solo hubo 6 o 7 personas apoyando a Myriam Ben Mohamed (nombre ficticio) mientras que, cuando estaban los islamistas en el gobierno, se reunieron centenares de personas frente a los Tribunales tunecinos, especialmente elegantes señores de los barrios chic de la capital, para apoyar a la muchacha frente a sus violadores.
Desde el triunfo en las elecciones legislativas de noviembre 2014, que otorgó la mayoría relativa a Nidaa Tounes, un aura benéfica parece envolver Túnez y… dejar en silencio a los demócratas sinceros de otro tiempo. Los que culpaban a Ennahdha hasta de las periódicas inundaciones que afectan desde siempre a las regiones más pobres del país (por la mala gestión del territorio y por décadas de abandono), los que gritaban en defensa de la libertad de expresión y de prensa (aunque la mayoría de los medios se alinearan contra los islamistas del gobierno), ahora se quedan silenciosos frente a una serie de episodios que muestran que el viejo aparato represivo ha permanecido intacto. A ello se añade un periodismo que no solo se autocensura, callando toda clase de abusos y tentativas de ataques a las libertades fundamentales, sino que, en los casos peores y en especial durante la campaña electoral para las presidenciales, ataca con los mismos métodos usados durante la dictadura, es decir difamación y difusión de informaciones falsas (un miserable ejemplo fue el artículo aparecido en el diario Businessnews contra los intelectuales que invitaban a votar a Moncef Marzouki, rival de Beji Caid Essebsi: http://www.businessnews.com.tn/details_article.php?t=520&a=51341&temp=3&lang). Innumerables han sido los ataques a la instancia Verdad y Dignidad, la comisión elegida por la Asamblea Constituyente y encargada de investigar, dentro del ámbito de la justicia transicional, los abusos y los crímenes cometidos entre 1955 y la fecha de su entrada en funciones (hasta ahora se han recogido casi 7 mil expedientes). Una campaña dolosa que intenta sepultar la memoria de todo un país.
El 24 de diciembre de 2014, al día siguiente de la elección como presidente de Beji Caid Essebsi, Yassine Ayari, uno de los bloggers más activos durante la revolución, fue arrestado al llegar al aeropuerto de Túnez, bajo la acusación de difamación y ultraje a los oficiales del ejército y a los cuadros del Ministerio del Interior, propagación de insultos y de falsas informaciones para perturbar la unidad militar, así como de acusaciones sin pruebas de corrupción y de abusos administrativos y financieros a algunos dirigentes.
Yassine Ayari
Ayari, hijo de un oficial asesinado en 2011 en un enfrentamiento con algunos terroristas, que había criticado ferozmente al ejército en su página de Facebook, ha sido condenado por un tribunal militar a un año de prisión sin atenuantes el 20 de enero de 2015. El juicio de apelación se celebrará el próximo 24 de febrero. Pero mientras tanto los sinceros demócratas de otros tiempos se callan o, peor aún, llegan al extremo de justificar el hecho de que en tiempos de paz un tribunal militar pueda administrar justicia civil. Human Rights Wacht denuncia esta condena como un atentado a la libertad de expresión y destaca que el derecho internacional, aplicable a Túnez, prohíbe a los tribunales militares procesar a simples ciudadanos. Pero Ayari es una figura que crea problemas por su simpatía hacia ambientes islámicos y, para la «nueva» opinión pública, se le aplican por lo tanto los principios de la llamada «democracia de geometría variable».
Así como, para algunos militantes de la izquierda, la dictadura militar egipcia fue útil para el derrocamiento de los Hermanos Musulmanes, pero hay que condenarla cuando mata a la joven militante socialista Chaaima Al-Sabbagh (afirmación de un militante del Frente Popular, durante una concentración de protesta delante de la embajada egipcia en Túnez).
Y no ha sido tampoco bajo la «dictadura islámica» que ha sido condenado a dos años de prisión un ciudadano sueco por ser homosexual, sin que nadie haya pedido la revisión del artículo del código penal (en vigor ya bajo Ben Alí) que prevé esa sanción.
Pero lo que más impacta es especialmente la falta de reacción de la sociedad tunecina frente a la sanguinaria represión de los levantamientos populares ocurridos en estos días en Dheiba (pequeña ciudad del sur de Túnez, próxima a la frontera con Libia) que le costó la vida al joven Saber Malyen, muerto por un disparo de la policía el pasado 8 de febrero. Numerosos heridos fueron ingresados en los hospitales de la zona tras ser alcanzados por perdigones de caza, los mismos que se usaron durante la represión de la revuelta de Siliana a fines del 2012, bajo el gobierno de la mayoría islamista, revuelta que en aquel momento registró gran solidaridad por parte de la mayor parte de la población.
Choques en Dheiba
A diferencia de entonces, gran parte de los medios justifican las acciones policiales porque, afirman, los rebeldes empedernidos estarían siendo manipulados por los contrabandistas y porque se incendiaron sedes de la Guardia nacional y de la Gobernación (hechos desmentidos por una serie de videos grabados por algunos ciudadanos (Ver: http://www.webdo.tn/2015/02/09/des-tunisiens-de-dhiba-creent-leur-media-dehibat-24-limage-de-france-24/). Y sin embargo los motivos de la rebelión en Siliana fueron similares a los que ahora han generado las protestas de Dheibha y Ben Guerdane, donde el contrabando es el único medio para llegar a fin de mes… También entonces se atacaron los lugares símbolo del poder… Solo que en 2012 gobernaban los «barbudos» mientras que ahora se defiende «el prestigio del Estado»…y de su policía. Terminado el recreo, se vuelve a la normalidad, también porque la lucha contra el terrorismo exige paz social.
Son los motivos de siempre los que anidan bajo las cenizas y que se pueden comprender leyendo una reciente investigación realizada por el «Centre des études économiques et sociales» en colaboración con la Universidad de Túnez. De este estudio se desprende que el número de pobres ha aumentado en los últimos 4 años un 30% y que el 10% de la población es dueña del 80% de los recursos de Túnez.
Frente a la inédita alianza de los dos partidos liberales, Nidaa Tounes y Ennahdha, solo nos queda esperar que el Frente Popular se halle obligado a cubrir dignamente el papel de la oposición, a lo mejor con una mirada hacia la otra costa del Mediterráneo, es decir a las experiencias de Podemos en España y Syriza en Grecia, pero enriqueciendo el propio patrimonio cultural con la incorporación de los derechos humanos, los de todos y todas.
Porque sería deber de una izquierda digna de este nombre darle voz a las luchas sociales y a las reivindicaciones revolucionarias, en lugar de dejar el vacío en la periferia y en las regiones del interior del país, volviéndolas presa fácil de las nuevas mafias y del extremismo religioso.
Fuente: http://www.tunisiainred.org/tir/?p=4977
rSA