El Partido Republicano quiere distanciarse de su candidato presidencial más popular. Pero la retórica odiosa de Trump es totalmente coherente con sus políticas. La candidatura presidencial de Donald Trump es lo mejor que puede haber pasado a la política estadounidense en mucho tiempo, aunque sólo sea porque está exponiendo la barbarie republicana. Mientras que el […]
El Partido Republicano quiere distanciarse de su candidato presidencial más popular. Pero la retórica odiosa de Trump es totalmente coherente con sus políticas. La candidatura presidencial de Donald Trump es lo mejor que puede haber pasado a la política estadounidense en mucho tiempo, aunque sólo sea porque está exponiendo la barbarie republicana.
Mientras que el Partido Republicano ha tratado falsamente de separarse de las tendencias políticas de Trump, el empresario grandilocuente expresa abiertamente lo que su partido realiza en forma de medidas, pero no se atreve a decirlo.
La última disputa sobre sus comentarios sexistas a Megyn Kelly de Fox News demuestra esa doble moral. Cuando Kelly se enfrentó a Trump durante el debate del Partido Republicano reclamando por su lenguaje históricamente deshumanizante dirigido a las mujeres, Trump replicó al día siguiente de una manera que ejemplifica su misoginia, implicando que ella es simplemente una mujer histérica menstruando. Luego del intercambio televisado escribió un tweet llamándola «bimbo».
Como era de esperar, los republicanos respondieron con desdén a los estúpidos comentarios de Trump después del debate. Rápidamente fue retirada la invitación a la conferencia conservadora RedState organizada por Erick Erickson. Y Kelly fue invitada en su lugar. En una entrevista con el Washington Post, Erickson explicó que, «hay una línea de decencia que incluso un político profesional no puede cruzar», y «hay límites de lo que es aceptable en un discurso». Sin embargo, el mismo Erickson, que ha sido denominado el conservador más poderoso de América, tiene problemas con las mujeres, con frecuencia ha utilizado públicamente el término «feminazis», se ha referido a las mujeres que lideran la Convención Nacional Demócrata como «Monólogos de la Vagina», y llamó a Michelle Obama una «arpía marxista».
Pero el vasto y difícil grupo de candidatos republicanos están cortejando activamente a Erickson, porque Trump, Erickson y todo el resto de los candidatos del Partido Republicano son parte de un mismo club. Lo qué Erickson y sus cohortes objetan es la forma en que Trump dice las cosas que ellos piensan pero no lo dicen. Jeb Bush por ejemplo, considerado uno de los candidatos republicanos «moderados» y uno de los candidatos más populares después de Trump. El ex gobernador de Florida, como la mayoría de los líderes del Partido Republicano, se frota las manos ante la perspectiva de desfinanciar los servicios de salud de Planned Parenthood, organización que ayuda a las mujeres de bajos ingresos. Durante las recientes declaraciones sobre el tema, Bush dijo con bastante ligereza: «No estoy seguro de que necesitemos quinientos mil millones de dólares para los problemas de salud de las mujeres». La mayoría de los candidatos del Partido Republicano basan su estrategia de campaña en cerrar Planned Parenthood. Al hacerlo, están confirmando la acusación de que están librando una «guerra contra las mujeres».
La controversia anterior con la que Trump inspiró la ira de sus colegas Republicanos había sido su racismo. Durante un anuncio en su campaña, Trump usó las palabras «violadores», «asesinos» y «matones» para referirse a los inmigrantes latinos y se comprometió a construir un muro entre EE.UU. y México.
El asesinato del 1ro de julio de una joven mujer blanca llamada Kate Steinle en San Francisco, dio a Trump la excusa perfecta para su postura anti-inmigrante. El sospechoso del asesinato resultó ser un inmigrante indocumentado que citó la llamada política de «ciudad santuario» de San Francisco para justificar su presencia en la ciudad. Trump dijo que era «un ejemplo más de por qué tenemos que amurallar nuestra frontera inmediatamente».
Candidatos presidenciales como Bush y el senador Ted Cruz también capitalizaron rápidamente sobre el tema. Durante el reciente debate del Partido Republicano, se mostraron deseosos de apoyar «la ley de Kate», que significa cortar la financiación federal para las ciudades santuario. De hecho, el mismo Cruz fue el autor del proyecto. Los republicanos en la Cámara de Representantes ya han pasado su versión de la «Ley de Kate». Hablando en términos generales, Trump ha articulado lo que el Partido Republicano desde hace años ha venido patrocinando. Bush, quien supuestamente es el candidato más cercano a los inmigrantes en el campo republicano, basó su plataforma sobre inmigración en una mayor seguridad en la frontera como paso previo para cualquier tipo de reforma migratoria. El gobernador de Wisconsin, Scott Walker, que se encuentra entre los tres principales candidatos más populares junto a Trump y Bush, no apoya ni siquiera la política extremadamente moderada del presidente Obama de diferir la deportación para una pequeña fracción de inmigrantes indocumentados. En su lugar, ha castigado a los inmigrantes, diciendo que los EE.UU. «es una nación de leyes», y se ha retractado de su posición anterior de apoyar un camino a la ciudadanía. Wisconsin, bajo el gobierno de Walker, se ha unido a docenas de otros estados controlados por los republicanos en la demanda contra el gobierno federal por la política limitada de reducir las deportaciones.
Trump y sus colegas republicanos están mucho más cerca unos de otros de lo que quisieran admitir, especialmente cuando se trata de temas candentes. Pero al igual que con sus comentarios despectivos sobre las mujeres, los líderes republicanos se preocupan de que Trump les avergüence a través de su retórica anti-inmigrante. Una parte significativa del electorado republicano quiere exactamente lo mismo que quiere Trump, y es esta población la que está en desacuerdo con los votantes latinos que el Partido Republicano está desesperado por cortejar. El hecho de que una encuesta post-debate mostró a Donald Trump todavía liderando entre los votantes conservadores significa que hay un fuerte respaldo por su retórica y políticas.
Lisa Navarrete, del Consejo Nacional de La Raza (una organización pro-Partido Demócrata), explicó: «Parte de la razón por la que los latinos están tan alienados del partido Republicano en estos días es que hay una sensación de que hay personas que realmente creen [lo que dijo Trump]». (Ciertamente, el Partido Demócrata juega similares, aunque menos extremos, juegos de hipocresía).
Los votantes conservadores que están encantados con la candidatura de Trump son los que el Partido Republicano ha estado cultivando durante años, cortejando sus votos a costa de los derechos de la mujer, derechos de los inmigrantes, y más, utilizando un lenguaje codificado para no exponer o admitir directamente sus actitudes sexistas y racistas como lo hace Trump. Pero no pueden tener las dos cosas.
Trump ha dicho en el pasado, «Yo digo lo que pienso». Sería bueno que el resto del Partido Republicano haga lo mismo y admita públicamente lo que promueven discretamente a través de sus políticas.
Sonali Kolhatkar es la presentadora y productora ejecutiva de Uprising, un programa de radio que sale al aire todos los días en KPFK Radio Pacífica. También es la directora de la Misión de Mujeres Afganas, una organización no lucrativa con sede en Estados Unidos que apoya a activistas de los derechos de las mujeres en Afganistán y co-autora de «Bleeding Afganistán: Washington, señores de la guerra, y de la Propaganda del Silencio».