A simple vista, nada en Rehibat la distingue de cualquier otra localidad en las montañas de Nafusa. Las casas son del color ocre habitual, lo mismo que los minaretes, o los depósitos de agua con los que se disputan las alturas sobre la ciudad. Ese es el patrón por toda la cordillera, se trate de […]
A simple vista, nada en Rehibat la distingue de cualquier otra localidad en las montañas de Nafusa. Las casas son del color ocre habitual, lo mismo que los minaretes, o los depósitos de agua con los que se disputan las alturas sobre la ciudad. Ese es el patrón por toda la cordillera, se trate de pueblos árabes o amazighs. Precisamente, Rehibat se desmarca del resto por ser el único lugar en el que las dos comunidades viven juntas, algo sin duda llamativo en una parte del mundo donde ambos pueblos llevan siglos dándose la espalda.
Muchos achacan dicha singularidad a la mayor tasa de natalidad entre los árabes, a los asentamientos durante las campañas de arabización de Gadafi… Pero los árabes llegaron a las montañas de Libia hace más de mil años. Yousef Harami, activista local amazigh, lo cuenta casi como si hubiera sido testigo directo de aquello.
«Nalut, Jadu, Kabao o el resto de los pueblos de las montañas lucharon contra aquellas primeras tribus beduinas que llegaban del valle pero nosotros optamos por pagar a una tribu, los Rehib, para proteger la ciudad», relata Harami, con un orgullo indisimulado hacia un capítulo de la historia que el resto de los amazigh de Nafusa sigue considerando vergonzante. Así, la antigua Amsin amazigh pasó a llamarse Rehibat, la cual se convertiría en una plaza fuerte de la cordillera durante la ocupación otomana.
En cualquier caso, el hecho de que árabes y bereberes sean aquí vecinos contra todo pronóstico no implica que exista una armonía entre la comunidad. «Podemos cenar juntos y matarnos a la mañana siguiente. La desconfianza es total entre nosotros», apunta Harami, quien dice desconocer la existencia de un solo matrimonio mixto entre los 25.000 habitantes de Rehibat.
Expertos apuntan a que la rigurosa segregación entre ambas comunidades libias está trazada históricamente por líneas étnicas, pero también confesionales. Si bien ambos pueblos son musulmanes, los árabes en Libia pertenecen a la corriente suní mientras que los amazigh son ibadíes.
Uno de los detalles más ilustrativos de dicha división en Rehibat es el que haya dos cafeterías, una para cada comunidad. Como no podía ser de otra forma, Najad Malti, activista local, nos cita en la de los amazigh, que también es la más céntrica. Esta química de 43 años es la candidata por Rehibat del Consejo Supremo Amazigh, una entidad que engloba a diez localidades bereberes del país. Las otras nueve celebraron elecciones el pasado 31 de agosto pero en Rehibat el proceso electoral amazigh va con retraso por
problemas de seguridad, pero también por el fracaso de su candidatura en las elecciones municipales de 2014.
«Los árabes se organizaron mucho mejor y presentaron a un único candidato a las elecciones mientras que los amazigh no llegamos a ponernos de acuerdo entre nosotros», lamenta Malti. «El alcalde de la localidad es árabe y lo único que ha hecho ha sido decir no a todas nuestras demandas y hacer como si no existiéramos», denuncia la activista.
Ante dicha coyuntura, Malti dice que los amazigh de Rehibat no descartan la posibilidad de crear un nuevo municipio. De hecho, la activista apunta a un «primer contacto muy positivo» con el Gobierno de Trípoli en este sentido.
No sería descabellado dada la actual división en Libia, con dos Gobiernos, en Trípoli y Tobruk, y sendos Parlamentos. Mientras los amazigh se alinean con primero por razones más geográficas que ideológicas, los árabes de Nafusa, incluidos los de Rehibat , apuestan por el de Tobruk.
«Gadafi nos tuvo amordazados y bajo control durante décadas pero las cosas empezaron a cambiar en 2011. Los árabes aquí lo saben y nos odian por ello», lamenta Malti, mientras apura su segundo café cortado. Por el momento, dice, el siguiente paso a dar es la celebración de elecciones al Consejo Supremo Amazigh.
«Todos somos libios»
Desde el Ayuntamiento de Rehibat, el alcalde, Mustafa Gaid, explica a GARA que una de las principales prioridades del municipio es hacer frente al gran número de desplazados internos procedentes del valle. Este abogado de 36 años asegura que la corporación trabaja «estrechamente» con el Gobierno de Tobruk para acoger a familias Warshafana; junto con los Gadafa, o los Warfala, una de las tribus leales al depuesto Gadafi.
Gaid recuerda lo difíciles que fueron los meses de la guerra de 2011. A diferencia de otras localidades de Nafusa, aquí hubo un sector importante entre los árabes que se alineó con Gadafi, y que incluso llegó a controlas partes del pueblo. «Aquella fractura está superada y no existen rencillas entre nosotros», acota tajante el alcalde.
La lectura es la misma en lo que respecta a la relación entre árabes y amazighs en Rehibat: «No hay diferencia entre nosotros, todos somos libios», subraya Gaid, que asegura desconocer tanto el plan de crear un nuevo municipio al que apuntaba Malti, como el proyecto para celebrar elecciones en breve del Consejo Supremo Amazigh.
Preguntado por la supuesta negativa del municipio a atender las demandas de los amazigh, Gaid tampoco vacila: «Nunca han pedido nada».
Sector árabe
La cafetería árabe de Rehibat no puede competir con las pizzas de la de los amazigh pero un se puede tomar un café en una terraza con vistas a una intersección de carretera donde un Ford Camaro no para de hacer trompos.
Al igual que el resto, Louay Mohamed un policía local, asiste al espectáculo con un café y un cigarro.
«¿Qué otra cosa puedo hacer? Aquí no hay ley, ni jueces, ni cárcel… Y si lo llevo a comisaría me expongo a que su milicia venga a liberarlo con armamento pesado», explica el agente, sin quitar la vista del conductor. Dice que le reconoce a pesar de su visera de hip hop, sus gafas de colores y su barba.
Mohamed asegura que la relación entre árabes y amazighs es «normal» y Yousef Lamsi, un decorador tunecino que lleva 30 años en Rehibat, apunta en la misma dirección. Ninguno de los dos sabe nada sobre el proyecto de secesión municipal, Sobre las elecciones del Consejo Supremo Amazigh, ambos dicen desconocer la existencia de dicha entidad.
Entretanto, Jaffar Gaidy se ha unido a la conversación para subrayar que no existe conflicto alguno entre ambas comunidades.
«Hasta 2011 nunca oímos hablar de ninguna diferencia entre árabes y amazighs, éramos todos hermanos», asegura este mecánico de 50 años. «La culpa es de ustedes, los periodistas, que no paran de escribir mentiras para romper el país», añade, justo antes de tirar su cigarro al suelo. «Yo amo a los amazigh, ¿sabe usted?, Insiste. ¿Es usted espía? No lo diría aunque lo fuera pero aquí todos sabemos quién es quién».
Consejo Supremo Amazigh: ¿un tercer Gobierno en Libia?
También llamados «bereberes», los amazigh se extienden desde la costa de Marruecos hasta la orilla occidental del Nilo, en Egipto, y comparten una lengua común con los tuareg. Su número en Libia se estima en torno a los 600.000 el 10% de la población. La llegada de los árabes a la región en el siglo VII inició un inexorable proceso de arabización que se aceleró durante el mandato de Gadafi. Su llamada «revolución cultural» de 1973 pasó por la prohibición de libros cuyos principios no sintonizaran con los de su «libro verde». Entre otros muchos, se destruyeron volúmenes sobre la lengua y cultura amazigh y se desmanteló la primera asociación de esta comunidad en Libia. «Amazigh» significa, literalmente, «hombre libre», pero para Gadafi no eran sino «hijos de Satanás», además de «un engendro del colonialismo para dividir Libia». Así, presos políticos eran ejecutados o encerrados de por vida tras ser acusados de «sedición y separatismo», o de «espiar para Israel».
Durante la guerra de 2011, Fathi Ben Khalifa, un reconocido disidente amazigh de Libia, integró el Consejo nacional de Transición libio (el Gobierno paralelo formado por líderes opositores a Gadafi). Como reconocería a este medio en una entrevista hecha entonces en Trípoli, los amazigh decidieron cortar relaciones con el CNT incluso antes del final de la guerra «por «diferencias irreconciliables» con el resto de sus integrantes.
El Consejo Supremo Amazigh celebró su primer congreso el 27 de septiembre de 2011, demandando la oficialidad de su lengua, el tamazight, en la futura Carta Magna libia. Los organizadores también decidieron formar comités representativos para cada una de las localidades amazigh de Libia y ya en noviembre de 2011, el enclave costero de Zuara se convertía en la primera localidad en la historia de Libia que elegía a su consistorio de forma democrática.
La creciente inestabilidad en el país desembocó en la fractura entre los Gobiernos de Trípoli y Tobruk en 2013. La principal minoría del país se veía forzada a hacer un gesto hacia Trípoli mientras consolidaba la estructura paralela creada en 2011.
El 30 de agosto 2015, y coincidiendo con el Día de la Bandera Amazigh, el Consejo Supremo Amazigh conducía las primeras elecciones de forma simultánea en nueve de los diez municipios bajo su arco (la situación de seguridad en Rehibat ha demorado el proceso). Los 30 miembros Ejecutivos del CSA eran elegidos en grupos de tres por cada localidad: un representante del municipio, un hombre y una mujer.
Desde entonces, los miembros del consejo se reúnen en Trípoli entre una y dos veces al mes dependiendo de las necesidades. Boraui Hajag, representante electo de Kabao trasladaba recientemente a este medio que las principales líneas de actuación del CSA son interrumpir las campañas de arabización impulsadas por Gadafi aún en vigor, cortar relaciones con el Gobierno de Trípoli (con Tobruk son inexistentes) y estrechar vínculos con Occidente en aras de conseguir protección.
Hisham Ahmadi, representante de Jadu, explicaba a GARA que la celebración de los comicios para el CSA habían generado un rechazo masivo tanto desde Trípoli como de Tobruk. Según Ahmadi, el rechazo a los amazigh es uno de los pocos puntos de confluencia de ambos Ejecutivos.
Otro de los puntos que más debate está suscitando dentro del CSA es la posibilidad de declarar una región autónoma amazigh. Si bien prácticamente cada localidad libia goza de una autonomía de facto, muchos representantes amazigh temen que una declaración de carácter oficial pueda provocar una hostilidad aún mayor hacia ellos desde la mayoría árabe.