Durante la campaña electoral que lo llevó a la Presidencia de los Estados Unidos, el capitalista Donald Trump, candidato por el Partido Republicano, prometió la construcción de un muro entre las fronteras de su país y México. Señaló que era necesario erigirlo para impedir que siguiesen entrando indeseables extranjeros, los «mexicanos», a los que no […]
Durante la campaña electoral que lo llevó a la Presidencia de los Estados Unidos, el capitalista Donald Trump, candidato por el Partido Republicano, prometió la construcción de un muro entre las fronteras de su país y México. Señaló que era necesario erigirlo para impedir que siguiesen entrando indeseables extranjeros, los «mexicanos», a los que no dudó en calificar como individuos que «traen drogas, traen crimen, son violadores». Con un tono racista y chovinista, Trump anunció la expulsión de tres millones de inmigrantes irregulares: «Vamos a devolverles a sus países o a meterles en prisión. Pero vamos a expulsarles, están aquí ilegalmente». La construcción del Muro se convirtió en un eslogan central de su campaña racista, hasta el punto que al terminar los mítines electorales sus seguidores coreaban el estribillo «Build the wall!» («construye el muro»), como si estuvieran asistiendo a un espectáculo deportivo. Luego de la elección, en escuelas de Estados Unidos alumnos «blancos» comenzaron a insultar a los latinos con ese mismo eslogan. En una escuela de Michigan se registró un video en el que niños de origen latino se veían llorando ante el matoneo a que eran sometidos por los «blancos». ¿Hay algo nuevo en todo esto?
UN MURO EN CONSTRUCCION
La frontera entre Estados Unidos y México, con una extensión de 3200 kilómetros, empezó a ser fortificada hace un cuarto de siglo, lo que quiere decir que la construcción de un muro no es algo novedoso. En realidad se comenzó en 1991, tan solo dos años después de la caída del Muro de Berlín, cuando se inició la construcción de una barda de 22 kilómetros de extensión y 3 metros de altura, que partía de los bordes del océano Pacífico. De ese momento en adelante, los diversos gobiernos, fuesen demócratas o republicanos, siguieron apostándole a levantar el muro, hasta el punto que hoy se encuentran rejas, o construcciones en cemento que cubren unos mil kilómetros, es decir, una tercera parte de toda la frontera. Al mismo tiempo, se ha incrementado la vigilancia y control, con el monitoreo electrónico, patrullaje aéreo y terrestre, utilización de sensores sísmicos e iluminación nocturna, uso de drones y globos aerostáticos y el empleo de 21 mil agentes (durante la administración de Barak Obama). El presupuesto destinado en el 2016 para el control de la frontera con México alcanzó la cifra de 24 mil millones de dólares. Estos datos indican que el Muro en cuestión no es una propuesta novedosa de Donald Trump. Lo nuevo radica en que este último lo convirtió en un eslogan de campaña, con la clara intención de movilizar a su favor al electorado blanco, machista y xenófobo, que en efecto votó por el candidato que enarboló en forma directa y cínica sus propuestas racistas y discriminatorias.
UN MURO QUE NO FRENA LA MIGRACION
Para construir el muro, los diversos gobernantes de los Estados Unidos anuncian que el mismo detendría el flujo de inmigrantes ilegales e indeseables que pretenden ingresar al territorio del Tio Sam. Vana ilusión o pretexto, porque en los últimos 25 años se ha incrementado el incesante paso de personas hacia el otro lado de la frontera, eso sí con un terrible costo humano. No podía ser de otra forma, puesto que la construcción de un nuevo pedazo de muro, desplaza el flujo de migrantes hacia las zonas más inhóspitas, en pleno desierto, zonas montañosas y caudalosos ríos. Desde 2000 han muerto cerca de 6000 migrantes, debidamente registrados, una cifra que es mucho más elevada, porque gran parte de los cadáveres nunca se encuentran. Unas 70 personas mueren cada mes intentando llegar al «sueño americano». En 2014 fueron detenidos 63.000 niños que iban solos, en el lado estadounidense de la frontera. A pesar de estos datos escalofriantes, la gente pobre del sur sigue llegando a Estados Unidos, donde residen doce millones de indocumentados, los cuales trabajan en los oficios más duros y en las peores condiciones. El muro tiene consecuencias ambientales negativas, genera problemas para la fauna, sobre todo para las especies de superficie, corta las corrientes de agua, contamina y destruye ecosistemas y altera el equilibrio ecológico de la región. Tanto los pobres como los ecosistemas son los perdedores del muro, pero también hay ganadores y otros se apuntan al boom de la construcción que se anuncia.
GANADORES Y OPORTUNISTAS
Los anuncios de terminar la construcción del muro por parte de Donald Trump son una declaración de guerra, socia-racial y cultural, contra toda América Latina y no solamente contra México, como a menudo se cree. Pero esto a los capitalistas de la región y a sus clases dominantes poco les importa, con tal de poder acomodarse con el nuevo amo. Si este es proteccionista y antiglobalizador y se opone al libre comercio, Peña, Macri, Santos y compañía van a adaptarse, haciendo a un lado su discurso librecambista. No es raro que ahora ofrezcan sus servicios, mano de obra incluida, para colaborar en la construcción del muro del odio y el racismo. Podría pensarse que esto es una exageración, pero no lo es, porque los dueños del Grupo de Cementos de Chihuahua (empresa mexicana) anunciaron que están dispuestos a colaborar en la construcción del muro, arguyendo que «no podemos ser selectivos. Tenemos que respetar a nuestros clientes en ambos lados de la frontera» , porque «para el negocio en el que estamos, Trump favorece la industria» . Negocios como es habitual es la lógica del capitalismo, sin importar su país de origen, y esa misma lógica es la que está detrás de la falta de solidaridad con los migrantes mexicanos y latinoamericanos por parte de los gobernantes neoliberales que tanto han exaltado la globalización y la apertura de las fronteras, pero que ahora ante la nueva realidad geopolítica, proteccionista, impulsada por el amo imperial, se aprestan a servirle incondicionalmente como siempre lo han hecho. En ese sentido, desde Colombia no sería raro que las empresas cementeras, como Argos, estén soñando con participar en la construcción del muro del odio y el racismo, porque es una genuina oportunidad de hacer negocios y obtener ganancias. Entre más alto y fortificado el muro más cemento, acero y hormigón se va a necesitar y mucho mejor para los empresarios de cemento al sur del Río Bravo.
Publicado en papel en El Colectivo (Medellín), No. 15, enero de 2017.
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