La presencia del arzobispo de Bolonia, Matteo Zuppi, en el desarme de ETA ha generado tensiones. Mientras que la Comunidad de San Egidio, a la que pertenece el prelado, juzgó muy positivamente su participación, como «testimonio moral», en la Iglesia de Euskadi no sentó nada bien que asistiera al acto de Bayona porque no fue […]
La presencia del arzobispo de Bolonia, Matteo Zuppi, en el desarme de ETA ha generado tensiones. Mientras que la Comunidad de San Egidio, a la que pertenece el prelado, juzgó muy positivamente su participación, como «testimonio moral», en la Iglesia de Euskadi no sentó nada bien que asistiera al acto de Bayona porque no fue avisada.
Según la Comunidad de San Egidio, la entrega de las armas fue «un hecho histórico en un largo y muy doloroso asunto». En un comunicado, este grupo religioso saludó «la positividad del acontecimiento» y dijo que «el pensamiento va a tantas víctimas de ese periodo y a sus familiares, que aún llevan las heridas de este sufrimiento». «La entrega de las armas ha querido evitar que hubiera nuevas víctimas y constituye un punto de no retorno -proseguía el texto-. Es, de hecho un acontecimiento del proceso de reconciliación que requiere ulteriores pasos de parte de todos».
Zuppi, nombrado arzobispo de Bolonia por Francisco en el 2015, participó en el proceso de paz de Mozambique, culminado en 1992, e incluso le concedieron la ciudadanía honoraria del país africano. También estuvo implicado en diálogos similares en Congo, Burundi y Guatemala.
En Euskadi la visión es distinta. El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, fue explícito, ante Radio María. Munilla aseguró que Zuppi «apareció para sorpresa de todos los obispos vascos». Resaltó que lo hizo «por su cuenta y riesgo». Ante la presencia de Zuppi, cercano al Vaticano, la iglesia vasca se siente desacreditada en su postura muy crítica con el desarme de ETA, que califica de «estrategia política».
Munilla fue rápidamente contestado por el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, que como creyente se mostró «perplejo» por sus palabras, asegurando que está «más cerca de Matteo Zuppi que de los obispos vascos». La afirmación de Ortuzar muestra el pensar del Ejecutivo de Urkullu, alejado de la actual jerarquía eclesiástica vasca y cercano a Roma en el proceso del cese de la violencia. El pasado enero, el propio lehendakari y el secretario de Paz y Convivencia, Jonan Fernández, visitaron la Comunidad de San Egidio y se reunieron con el secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, partidario de la presencia de la Iglesia en el final de ETA, tesis que choca con las posturas más exigentes de la curia vasca y española.
Frente a las críticas, el PNV ha destacado esta semana su vinculación con la Comunidad de San Egidio, que ya participó, con la presencia de Zuppi, en la mediación con ETA en 1995, a través de la plataforma ciudadana Elkarri.
El Colectivo de Víctimas del Terrorismo Covite remitió una carta al Vaticano en la que mostró su «indignación» por la presencia de Zuppi en Bayona. «Ahora que por fin la Iglesia vasca parecía dar pasos para acercarse a las víctimas son las más altas instancias de la Iglesia quienes dan carta de naturaleza a unos terroristas», lamenta su presidenta, Consuelo Ordóñez. Covite insinúa que la visita de Urkullu a Roma pudo ser «el aval del Vaticano al acto propagandístico de ETA».