Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
A medida que el calentamiento global agrava la sequía y las inundaciones, los ingresos de los agricultores se reducen y niñas de solo 13 años son entregadas para evitar la pobreza.
La inundación se encargó de que el primer año de Ntonya Sande como una adolescente también fuera el primer año de su vida de casada. Hasta el momento en que el agua arrasó el campo de sus padres en Kachaso, en el distrito Nsanje de Malawi se habían estado ganando la vida. Luego se vieron reducidos a buscar barriles de leña para vender.
Entonces, cuando un joven llegó a su puerta y pidió matrimonio a la niña de 13 años, los padres no lo pensaron mucho tiempo, no se fuera a buscar en otro lado. Ntonya les suplicó que cambiaran de opinión. Era demasiado joven, suplicó. No quería irse. Pero fue en vano. Sus padres la sentaron y le hablaron clarito: el clima había cambiado y les quitó todo. No había suficiente comida. No podían permitirse otra boca en la mesa.
Esa noche se acostó en la cama por primera vez con un hombre al que nunca había visto y siguió las indicaciones de su tía, que la había instruido sobre el importante tema del sexo. Diez meses después dio a luz a su primera hija.
Alrededor de 1,5 millones de niñas en Malaui están en riesgo de casarse debido al cambio climático. Es un gran número.
Cada uno tiene su propia idea de cómo se ve el cambio climático. Para algunos es la lucha de la morsa por encontrar espacio en los témpanos de hielo que se derriten que publica Blue Planet II. Para otros es una visión apocalíptica de las ciudades que desaparecen bajo las olas. Pero cada vez para más niñas en toda África la manifestación más palpable del cambio climático es un bebé en sus brazos mientras se sientan a mirar a sus amigos que van a la escuela. El informe del proyecto Brides of the Sun, financiado por el European Journalism Center, se propuso de evaluar la escala de lo que muchos expertos señalan que es una crisis real y creciente: la aparición de una generación de niñas novias como resultado directo de un clima cambiante
Y una y otra vez en aldeas desde el sur de Malaui hasta la costa este de Mozambique, las novias y sus padres contaron una historia cada vez más familiar. En los últimos años notaron que las temperaturas subían, las lluvias se volvían menos predecibles y llegaban más tarde y algunas veces inundaron lugares en los que nunca había habido inundaciones. Las familias que una vez pudieron permitirse alimentar y educar a varios niños informaron de que ahora se enfrentaban a una situación inviable.
Ninguna de las aldeas tenía forma alguna de registrar los cambios científicamente y en realidad ni siquiera sentían la necesidad de hacerlo. Todo lo que sabían era que el clima había cambiado y que antes podían pagar la educación de sus hijas que iban a la escuela y ahora no. Y la única solución era que una o más hijas se casaran.
A veces fueron los padres quienes tomaron la decisión. Por el bien del resto de la familia, una hija tuvo que ser sacrificada. La sacarían de la escuela y le encontraría un marido, una boca menos que alimentar. A veces era ella la que tomaba la decisión y así forzaban a sus padres. Infeliz, hambrienta, esperaba que un marido pudiera ser la respuesta.
Fátima Mussa, de 16 años y embarazada de nueve meses vive en Nataka, en el distrito de Larde, cerca de la costa en el este de Mozambique
Carlina Nortino (imagen principal, primera a la izquierda) se sienta con su esposo, Horacio, en la arena seca que es todo lo que queda del río que una vez pasó junto al pueblo de Nataka en el distrito Larde de la provincia de Nampula, en la costa este de Mozambique. Desde la tierra nada recuerda al río. Pero un dron con cámara enviado para sobrevolar por encima revela el fantasma del río, una línea más oscura de crecimiento verde serpenteando a través de la llanura.
Carlina tiene 15 años, Horacio 16. Se casaron cuando ella tenía 13 años, dos años después de que el río desapareciese, dice ella.
«Recuerdo cuando veía gente aquí a pescar. Solían vender el pescado, lo cogía de los pescadores e iba a venderlo al pueblo. Había agua por todos lados. Recuerdo haber visto a Horacio con los otros pescadores. Pero sin lluvia, la pesca murió».
Su familia solía cosechar hasta 20 bolsas de 50 kg de yuca. Hoy llegan a una o dos bolsas. Ella culpa a la falta de lluvia.
Horacio mira hacia el lugar donde una vez corría el río. «No puedo pescar más porque los peces ya no tienen agua. El agua desapareció. Ahora trabajo en la agricultura. Antes la lluvia comenzaba en septiembre y llegaba regularmente hasta marzo. Ahora la lluvia solo llega en enero y febrero y eso es todo».
Carlina había soñado con convertirse en partera: la escuela era la parte más importante de su vida. «Nunca fue mi deseo casarme a esta temprana edad. Yo quería ir a la escuela pero mi padre me obligó a casarme. La familia no tenía suficiente comida para sobrevivir. Entonces mi padre aceptó la propuesta porque no podía apoyarme para ir a la escuela».
Dio a luz a su primer hijo, un niño, a principios de este año. Hubo problemas desde el principio. La familia no podía permitirse ir a un hospital con una incubadora y el niño murió. «Estoy segura de que si mi padre y mi esposo no fueran tan pobres mi hijo estaría vivo», dice.
No fue su elección casarla, dice su padre, Carlitos Camilo. El hombre de 49 años mantenía a su familia con la pesca y la agricultura. Luego el clima cambió y no hubo más peces. «Si pudiera alimentar a mis hijos no la habría empujado a casarse tan joven. Mira a mis otras hijas, crecieron, fueron a la escuela, se casaron a una edad normal».
En 2015 el Fondo para las poblaciones de las Naciones Unidas estimó que 13,5 millones de niños se casarían por debajo de los 18 años en ese año, 37.000 matrimonios de niñas al día, incluyendo 4,4 millones de casadas antes de los 15 años. Unicef advirtió en 2015 de que el número total de novias menores en todo el continente africano podría llegar a 310 millones para el año 2050 si las tendencias actuales continúan.
Hay muchas razones para que las niñas se casen jóvenes. En algunas sociedades se considera simplemente práctico; cuando las niñas llegan a la pubertad el comportamiento sexual comienza a acarrear el riesgo de embarazo. En otros lugares el motor es la pobreza, cuando los padres no pueden permitirse alimentar a varios niños tienden a ser las niñas las que tienen que irse.
Pero hay una creciente conciencia del problema y un deseo declarado de los gobiernos de abordarlo. Malaui ilegalizó el matrimonio por debajo de los 18 años en 2015 y lo escribió en su constitución este año. La tasa de matrimonio infantil debería estar disminuyendo. Sin embargo persiste. En realidad en Mozambique el número de novias infantiles está aumentando como resultado de la creciente población. Algo más ha entrado en la ecuación.
Niñas pequeñas recogen agua en la aldea de Kachaso, distrito de Nsanje, Malaui. La pobreza extrema en la región puede obligarlas a casarse antes de que estén preparadas
El nuevo factor es el cambio climático, dice Mac Bain Mkandawire, director ejecutivo de Youth Net and Counseling, que hace campaña por los derechos de las mujeres y las niñas desde su base en Zomba, Malaui.
«No tenemos cifras detalladas, pero diría que del 30 % al 40 % de los matrimonios infantiles en Malaui se deben a las inundaciones y las sequías causadas por el cambio climático», dice. No hay cifras detalladas, explica, porque nadie había pensado previamente en conectar los dos temas y hacer las preguntas correctas.
«De los cuatro o cinco millones de niñas en riesgo de casarse en Malaui, alrededor de 1,5 millones corren el riesgo de casarse debido a eventos relacionados con el cambio climático. Ese es un número muy grande».
Las cifras publicadas pueden subestimar la magnitud del problema porque muchos matrimonios son de orden informal, no registrados oficialmente. A menudo son simplemente un acuerdo entre dos familias, o si no hay padres, entre el niño y la niña. A veces el esposo o su familia pagan una pequeña dote.
Así fue para Filomena Antonio. Tenía 15 años cuando Momande Churute, de 21 años, se acercó a su padre, Antonio, y le ofreció 2.000 meticales mozambiqueños (£ 25) para casarse con su hija.
Antonio Momade Jamal tiene 50 años. Ha vivido en Moma, en la provincia de Nampula, toda su vida. Empezó a pescar en 1985 cuando todavía era un negocio rentable. Entonces los compradores solían venir de la ciudad de Nampula para competir por la captura. Entonces el clima comenzó a cambiar.
«Vemos que hace demasiado calor. Hablamos de eso y todos estamos de acuerdo en que es difícil capturar suficientes peces debido a estas altas temperaturas «, dice. «En las áreas a las que solíamos ir el nivel del mar está subiendo y las olas son mucho más fuertes».
Pensó que Filomena era demasiado joven para casarse, pero sintió que no tenía otra opción y cuando Momande se ofreció a apoyarla para seguir en la escuela, estuvo de acuerdo. Dice que no es el único.
«He visto a otros vecinos que, debido a que tienen problemas, permiten que sus hijas se casen. Tengo otros cinco hijos que van a la escuela secundaria. Tengo otras dos hijas, una de 13 y otra de 11 años. Si un hombre viniera a pedir su mano lo pensaría, lo consideraría. Este hombre podría ayudarme a apoyar no solo a mi hija, sino también a ayudar a mis otros hijos a continuar con su educación».
Filomena se sienta a su lado, escuchando. Parece haber aceptado su destino, siempre que eso signifique que puede ir a estudiar a la ciudad. Quiere ser enfermera.
«Nos encontramos aquí en el vecindario y me pidió que estuviera con él», dice, indicando a Momande. «Me gustaba. Pensé que era un hombre hermoso».
El río en Nataka. Su curso aún es visible desde el aire. El distrito de Larde, en Mozambique era una fuente vital de peces y agua para el riego hasta que las lluvias se volvieron poco confiables y el río se secó.
Ella le dijo que tenía que pedir permiso a su padre. «Mi padre aceptó porque tenía malas condiciones, por lo que creía que mi esposo podría ayudarme a ir a la escuela. Acepté porque mi padre me lo permitió. Como mi padre es pobre pensé que me casaría para que mi esposo me ayudara. Creo que si mi padre hubiera continuado bien con la pesca no habría aceptado la propuesta porque entonces podría pagar mi educación, las tasas escolares, mis libros».
Mozambique es uno de los países más pobres del mundo, con casi el 70 % de sus 28 millones de personas viviendo por debajo del umbral de la pobreza. Es particularmente vulnerable al cambio climático: la Comisión de Evaluación Ambiental de los Países Bajos advierte de que «los peligros relacionados con el clima, como las sequías, las inundaciones y los ciclones, ocurren cada vez con mayor frecuencia».
La edad legal para contraer matrimonio es de 18 años (16 con el consentimiento de los padres) pero Mozambique tiene una de las tasas más altas de matrimonio infantil del mundo, con casi una de cada dos niñas casadas a los 18 años y una de cada siete a los 15. La más alta de las tasas de matrimonio infantil se encuentra en las provincias del norte, incluida Nampula, que también tiene el mayor número de embarazos de adolescentes.
Fatima Mussa tiene 16 años y está embarazada de nueve meses. Realmente no quería casarse. Por otro lado, su padre ya no podía permitirse el lujo de tenerla. Se casó con Priorino Antonio de 18 años el año pasado cuando tenía 15 años después de que él se acercó a su padre en el pueblo de Nataka, en la provincia de Nampula, y le ofreció 2.000 meticales. No hubo ceremonia.
«Mi padre dijo: ‘Nunca pensé en permitir que mi hija se casase ahora, porque es joven. Pero se casará porque no tengo suficiente dinero para enviarla a la escuela secundaria’. No quería casarme a una edad tan joven, pero no sabía qué hacer, ya que no podía ir a la escuela. Así que vi la oportunidad de casarme con alguien que tal vez podría mejorar un poco mi vida».
Dentro de las fronteras de Malaui, casi la mitad de las niñas del país se casan a los 18 años y casi una de cada 10 a los 15, dejando a Malaui clasificada por UNICEF como el undécimo país peor del mundo para el matrimonio infantil. La edad legal para contraer matrimonio se elevó a 18 años en 2015, pero no ha habido informes de enjuiciamientos.
La pobreza es el factor clave, cada vez más impulsado por el cambio climático. El Fondo Monetario Internacional dice que el 70 % de la población de 19 millones de personas vive por debajo del umbral de la pobreza y el 25 % vive en la pobreza extrema: «Considerando que un número significativo de personas no pobres en las áreas rurales son altamente vulnerables a las crisis climáticas, se espera que la tasa de pobreza aumente debido a las recientes inundaciones y sequías».
Para Lucy Anusa fue la sequía de 2016 lo que la llevó al límite. Tenía 14 años, era la menor de las tres hermanas que vivían con sus padres agricultores en Namalaka, cerca del extremo sur del lago Malaui, cuando la sequía arrasó sus cultivos.
Lucy Anusa, ahora una madre de 15 años, ha vuelto a vivir con su familia cerca del lago Malaui
«Conocí a este hombre que me propuso matrimonio. Tuve que aceptar a pesar de que mis padres me seguían diciendo cosas buenas sobre la educación. Pero opté por el matrimonio dado el estado de las cosas en casa».
Sus padres no estaban contentos, pero ella era demasiado terca. Solo cuando se quedó embarazada y el marido la expulsó de su hogar comenzó a arrepentirse de su decisión.
Ahora, con 15 años, dio a luz a su hija a principios de este año. «Mi madre tuvo que darme la bienvenida nuevamente. Pero no dejaba de recordarme: «Hija mía, te conté sobre esto. Eres demasiado joven para el matrimonio. Tienes muchos desafíos cuando te vas a casar tan joven».
Según Amos Mtonya, del departamento de cambio climático y servicios meteorológicos de Malaui, los cambios climáticos son perjudiciales para los agricultores. «Cuando comienza a llover, inmediatamente comienzan a plantar, pero luego, tres semanas después, se dan cuenta de que todo lo que plantaron está seco», dice. «Entonces, para algunos, entregar a su hija puede ser un alivio. También puede ayudar a la familia del esposo, ya que la esposa ayuda con las tareas domésticas. Por supuesto la tradición cumple su función, pero el cambio climático alentará a las personas a casarse antes de tiempo».
El propio informe del Gobierno sobre las inundaciones de 2015 mencionó el matrimonio infantil como uno de los efectos secundarios, una opinión compartida por el grupo de campaña contra el matrimonio infantil Girls Not Brides. «Si no actuamos ahora corremos el riesgo de que se pierda otra generación infantil», dice su director ejecutivo Lakshmi Sundaram.
Maliya Mapira abandonó la escuela porque un maestro la dejó embarazada. Tenía 15 años en ese momento. Sus padres son productores de tabaco y el empeoramiento de las cosechas significaba que estaban viviendo precariamente. Cuando descubrieron quién era el padre querían que Maliya se casara con él. «Pero luego vimos que el maestro no podía apoyarme, ni siquiera al bebé. Si mis padres me hubieran podido ayudar habría preferido continuar con la educación en vez de casarme. Pero no quería presionarlos. Así que decidí casarme con este hombre para sobrevivir».
Pero el matrimonio ha cambiado poco para ella. Ella y el productor de tabaco Maliki Hestone tratan de criar a su hijo de seis meses, Bashiru Akim, enfrentan los mismos problemas que sus padres no pudieron superar. «A veces, debido a las inundaciones, los cultivos se pierden. Al final del día obtenemos muy poca cosecha», dice ella. «No quiero tener más hijos porque estamos luchando por cuidar el que tengo. Simplemente haría las cosas más difíciles».
A ochocientas millas de distancia, en el patio de una casa a las afueras de Moma, Majuma Julio está revolviendo una olla de maíz, preparando el almuerzo para su marido, Juma Momade, que sostiene a su hija de un año, Fátima, en su regazo.
Majuma Julio, ahora de 17 años, se casó a los 15 y tiene una hija de casi dos: ‘No culpo a nadie. El clima simplemente cambió».
La pareja se casó hace dos años cuando Majuma tenía 15 años y Juma tenía 19. No es lo que ella quería, dice Majuma. Pero ella se estaba quedando con un tío, un granjero que estaba pagando para mantenerla en la escuela. El clima cambió y no hubo más dinero, el matrimonio fue la única solución.
«Fue por el sol. Había demasiado sol y no caía suficiente lluvia. Su producción comenzó a disminuir tres años antes del matrimonio», dice Majuma. «Solía llover durante dos meses, pero después de un tiempo comenzó a llover cada vez menos. No culpo a nadie. El clima simplemente cambió. Mi tío me llamó y me informó de que había un hombre que quería casarse conmigo. Yo acepté. No me gustó la idea, pero acabé por aceptar porque quería estudiar».
Majuma sabía que el matrimonio significaría hijos. Pero Juma había prometido apoyarla. «Juma y el imán llegaron a la casa de mi tío, hicieron la ceremonia y nos casamos. Estoy bien ahora. Me siento mejor que cuando estaba en la casa de mi tío porque mi esposo me trata bien, sigo yendo a la escuela, no hay problema. «No dejaré que mi hija se case a los 15 años. Ella tiene que estudiar».
Desde la costa de Moma, el administrador Brigi Rupio mira hacia la amplia extensión azul del río Larde. «Cuando llegué aquí en 2014 había una casa justo al lado del río», dice, señalando que la corriente está socavando el banco. «Pero en 2015 hubo graves inundaciones que destruyeron casas y aumentaron el nivel del río. Luego hubo sequía. Tuvimos áreas donde solíamos producir arroz. Pero debido a los períodos de sequía ya no es posible. El clima está cambiando, Incluso aquellos que no saben leer ni escribir pueden notarlo».
Las chicas jóvenes que dejan la escuela para casarse temprano pueden dar fe de eso.
Fotografías de Gethin Chamberlain
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.