Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Cyril Ramaphosa tomó posesión como presidente de Sudáfrica ayer [16 de febrero de 2018] en su condición de representante electo del Congreso Nacional Africano (ANC, por sus siglas en inglés) y con el apoyo entusiasta de las principales potencias imperialistas y corporaciones.
Su ascenso al puesto más alto del Estado personifica no solo la quiebra política de la perspectiva del nacionalismo burgués sino la transformación en instrumentos directos del orden imperialista de los viejos movimientos nacionalistas, que en su día profesaron unos objetivos antiimperialistas e incluso socialistas. Por otra parte, los trabajadores de cualquier país reconocerán en Ramaphosa una expresión particularmente corrupta del papel que desempeñan en todas partes los burócratas sindicales como leales servidores del Estado y de los empleadores.
Dos cosas hacen recomendable a Ramaphosa ante la burguesía mundial: su fabulosa fortuna y el hecho de que la ganara gracias a estar dispuesto a tratar sin piedad a la clase trabajadora, cuyas luchas llevaron al poder a la ANC por primera vez hace 24 años.
En su discurso de toma de posesión de ayer Ramaphosa prometió seguir el «largo camino» hacia la libertad, en el que «todos podamos compartir la riqueza de nuestra tierra y tener una vida mejor», y hacer realidad la visión de Nelson Mandela «de una sociedad democrática, justa y equitativa». Pero la promesa de Ramaphosa de acabar con la corrupción y con la «apropiación del Estado» por parte de la multimillonaria familia Gupta, que caracterizó el gobierno [de su predecesor] Jacob Zuma se basa en políticas favorables al mundo de los negocios que solo pueden empeorar la desesperada situación a la que se enfrentan los trabajadores y la juventud.
Ramaphosa actuará en nombre de las corporaciones que refrenan el clientelismo y el nepotismo del gobierno del ANC porque supone un impedimento para su capacidad de explotar totalmente los ricos recursos de Sudáfrica en diamantes, metales preciosos y minerales. El vicepresidente de [la empresa] Anglo American SA Norman Mbazima declaró: «Resulta muy útil si el presidente del país entiende tu industria».
El Financial Times escribió acerca de la necesidad de «un pacto entre el Estado, el mundo de los negocios y los trabajadores en interés de la competitividad de Sudáfrica». Cuando el principal diario de negocios de Gran Bretaña habla de «trabajadores» quiere decir la burocracia del Congress of South African Trade Unions (COSATU, Congreso de Sindicatos Sudafricanos), el pilar clave del ANC en la Alianza Tripartita con el estalinista Partido Comunista de de Sudáfrica a la hora de imponer sus ataques a los empleos, los salarios y las condiciones laborales.
¡La cruzada contra la corrupción la va a emprende el hombre que es con mucho el individuo más corrupto de Sudáfrica!
Ramaphosa lideró la National Union of Mineworkers (NUM, Unión Nacional de Mineros) durante la lucha contra el régimen de apartheid. Desde esta posición privilegiada desempeñó un papel fundamental en vincular a la clase trabajadora con la perspectiva procapitalista de la Carta de la Libertad del ANC, que separaba la lucha contra la supremacía blanca y por la igualdad legal para las personas negras sudafricanas de la oposición al sistema capitalista.
Llegó a convertirse en el representante arquetípico del autoenriquecimiento de una recién creada capa de capitalistas negros, que fue la función principal de la política del ANC de Empoderamiento Económico Negro (Black Economic Empowerment, BEE). En 1996 el ANC eligió a Ramaphosa para encabezar su penetración en el sector privado. Por medio del Consorcio de Empoderamiento Nacional (National Empowerment Consortium) utilizó los fondos de pensiones sindicales junto con su capacidad para asegurarse contratos estatales para ganar posiciones en la juntas directivas de algunas de las principales empresas del país.
Cada uno de los tratos que cerró le proporcionó una generosa cantidad de acciones de modo que para 2017 se había convertido en el «empresario de licitaciones*» fundamental, con una fortuna personal valorada en más de 500 millones de dólares. Ramaphosa es la segunda persona negra más rica de Sudáfrica después de Patrice Motsepe, su cuñado y el único multimillonario negro del país.
Se le confió la presidencia a Ramaphosa sobre todo por el papel que había desempeñado como carnicero de Marikana.
Ningún acontecimiento demuestra de forma tan brutal la transformación de la burocracia sindical en una fuerza de policía contra la clase trabajadora y a favor del capital como la masacre de agosto de 2012 de 34 mineros en la mina de platino de [la empresa] Lonmin.
Los mineros, en huelga por un salario digno, estaban en abierta rebelión contra la NUM. La empresa de Ramaphosa era socia de Lonmin, con un 9 % de las acciones. Debido a eso el 12 de agosto Ramaphosa contactó con el entonces ministro de la Policía Nathi Mthethwa y le presionó para que enviara más policías a Marikana. El 15 de agosto Ramaphosa escribió al ministro de recursos minerales que los mineros de Marikana no estaban llevando a cabo una disputa laboral sino un «cobarde acto criminal».
A instancias de Ramaphosa el ANC envió a la policía a que disparara, matara y dejara inválidos a los trabajadores en huelga, y detuvo a 270 acusados de asesinato y de intento de asesinato según la ley de «propósito común»** de la época del apartheid.
Menos de seis meses después Ramaphosa fue elegido líder adjunto del ANC, junto con Zuma, en una muestra de la lealtad del gobierno hacia las principales corporaciones. Como afirmó el año pasado el activista de Marikana, Napoleon Webster: «Sabemos que la comunidad de los negocios adora a Cyril [Ramaphosa]… Cyril sigue siendo el mismo monstruo que provocó la masacre de Lonmin».
En su discurso en el Parlamento el miércoles pasado Ramaphosa afirmó acerca de la destitución de Zuma: «Esto no es todavía uhuru (la libertad)… Vamos a tratar de mejorar la vida de nuestro pueblo todos los días y desde 1994 hemos hecho precisamente eso». Nada podría estar más lejos de la verdad. El ANC llegó al poder en abril-mayo de 1994 al frente de un movimiento revolucionario de la clase trabajadora, no solo contra el régimen de apartheid sino también contra las inmensas privaciones que padecían millones de personas.
Sin embargo, la Carta de la Libertad del ANC se basó en la perspectiva estalinista de «una revolución en dos fases». Establecer la democracia iba a ser el objetivo principal al que se debían subordinar (por medio del aparato sindical de COSATU) las aspiraciones socialistas de la clase trabajadora hasta una fecha futura sin especificare.
En el poder desde entonces el gobierno de la Alianza Tripartita ha impuesto sin piedad los dictados del capital global y de la burguesía sudafricana, con lo que ha enriquecido a una exigua capa de hombres de negocios, políticos y gestores negros sin emprender jamás ni una medida para beneficiar verdaderamente a la clase trabajadora.
La amarga realidad es que la situación social de la clase trabajadora es peor que en la que tenía bajo el apartheid. La desigualdad de los ingresos es extremadamente alta, aproximadamente un 60 % de la población gana menos de 7.000 dólares al año, mientras que un 2.2 % de la población gana más de 50.000 dólares al año. La posesión de la riqueza está aún más crudamente polarizada: un 10 % de la población posee al menos el 90-95 % de todos los activos.
Más de la mitad de la población vive oficialmente en la pobreza ya que gana menos de 43 dólares al mes, mientras que 13.8 millones de personas está en una situación de pobreza extrema. La cifra oficial de paro asciende al 28 % y la no oficial al 36 %. Entre los jóvenes asciende a la pasmosa cifra del 68 %.
Ninguna de las necesidades democráticas y sociales de la clase trabajadora y de las masas oprimidas se pueden satisfacer bajo el gobierno de la burguesía nacional, que está vinculada orgánicamente al imperialismo y cuyos propios privilegios dependen de la explotación brutal de los trabajadores y de los agricultores pobres.
Los trabajadores avanzados y sobre todo la generación joven cuyas vidas han sido arruinadas por la defensa por parte del ANC del orden mundial imperialista y del capitalismo deben emprender ahora la construcción de un nuevo liderazgo revolucionario, cuya perspectiva debe ser tomar el poder del Estado y formar un gobierno de trabajadores para implementar políticas socialistas que se hagan con la banca, la minería y otras corporaciones importantes, y gestionarlas con el fin de satisfacer las necesidades sociales y no el beneficio privado.
En una economía globalizada la lucha contra la dominación de todo el mundo por parte de potencias imperialistas y de corporaciones transnacionales gigantes solo se puede emprender con éxito basándose en la estrategia esbozada por Leon Trotsky en su Teoría de la revolución permanente y elaborada hoy en día por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (ICFI, por sus siglas en inglés) .
La clase trabajadora de Sudáfrica debe adoptar su propia estrategia socialista internacional tratando conscientemente de unir su lucha contra la ANC, COSATU y sus respaldos corporativos e imperialistas con la que llevan a cabo sus hermanos y hermanas de toda África y el mundo. Esto significa empezar a crear una sección del ICFI, el partido mundial de la revolución socialista.
Notas de la traductora:
* El término utilizado es «tenderpreneur» un juego de palabras con los términos «tender», licitación, y «entrepreneur», empresario.
** Se trata de una doctrina legal que estipula que todos los participantes en un crimen son responsables de sus consecuencias aunque no fuera la intención original. Así, por ejemplo, si una banda de delincuentes decide asaltar un banco después de golpear al guardia, todos son considerados culpables de asesinato si quien lo golpea mata al guardia.
Fuente: http://www.wsws.org/en/articles/2018/02/17/pers-f17.html
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.