Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Foto del ejército estadounidense CC BY 2.0
A medida que nos aproximamos al décimoquinto aniversario de la injustificada invasión de Iraq, que todavía estamos pagando de tantas maneras, es necesario recordar el uso malintencionado de la inteligencia que proporcionó una justificación falsa para esa guerra. Es especialmente importante hacerlo así en estos momentos porque el presidente Donald Trump está hablando de una opción militar contra Corea del Norte o Irán (o, ya puestos, contra Venezuela). Como no hay causa que pueda argumentar esas guerras, es muy probable que se utilice de nuevo información de inteligencia politizada que facilite la justificación ante las audiencias nacionales y extranjeras.
En 2002 y 2003, la Casa Blanca, el Departamento de Defensa y la Agencia Central de Inteligencia colaboraron en un esfuerzo para describir la falsa probabilidad de un programa de armamento nuclear que había que interrumpir. En palabras de los responsables de la administración Bush, EE. UU. no iba a permitir «que la pistola humeante resultara ser un hongo nuclear». El 8 de septiembre de 2002, el vicepresidente Cheney y la asesora de seguridad nacional Condi Rice utilizaron esa frase en la CNN y en el programa «Meet the Press» de la NBC, respectivamente, para sostener que Sadam Husein estaba «utilizando su sistema de contrataciones para adquirir el equipamiento necesario para enriquecer uranio y construir armas nucleares».
En octubre de 2002, la CIA orquestó una evaluación nacional de inteligencia para sostener falsamente que Iraq estaba adquiriendo uranio de Níger para utilizarlo en armamento nuclear. Los altos responsables de toda la comunidad de la inteligencia sabían que el supuesto informe de Níger era un fraude elaborado por miembros del servicio de inteligencia militar italiano, y varios agentes de inteligencia informaron en el Congreso y en la Casa Blanca de que dudaban de la veracidad de esos informes de compras de uranio a Níger por parte de Iraq. Sin embargo, la evaluación nacional de inteligencia citada generó una historia ficticia de peligro claro y presente basado en falsos informes de supuestos acopios de armas químicas y biológicas, armas nucleares, vehículos aéreos no tripulados y toda una serie de vínculos entre Iraq y al-Qaida que eran inexistentes.
En diciembre de 2002, el presidente George W. Bush consideró que el supuesto de la CIA para la guerra era inadecuado y pidió «algo que la ciudadanía de a pie entendiera o creyera». Bush se dirigió al director de la CIA, George Tenet, y le comentó: «Se me ha entregado toda esta información de inteligencia de que Iraq tiene armas de destrucción masiva y ¿esto es lo mejor que tenemos?». En vez de responder con sinceridad, Tenet contestó: «¡No se preocupe, eso es pan comido!». Varios días después, Alan Foley, jefe del Equipo para el Control de Armas, Proliferación e Inteligencia Armamentística, dijo a sus analistas que prepararan un informe para el presidente. «Si el presidente quiere inteligencia para apoyar la decisión de ir a la guerra», dijo Foley, «es deber de la agencia proporcionársela». A principios de enero, el vicedirector de la CIA, John McLaughlin, aportó a la Casa Blanca el falso informe conteniendo la «jugada maestra».
La Oficina de Planes Especiales del Pentágono distribuyó una inteligencia deficiente e infundada que ni siquiera la CIA iba a avalar. El subsecretario de defensa para política, Douglas Feith, suministró información falsa de inteligencia a la Casa Blanca sobre las armas de destrucción masivas iraquíes y los vínculos con organizaciones terroristas para ir preparando la guerra, y después «filtró» esta inteligencia a periodistas clave como Judith Miller en The New York Times. Miller publicó un artículo en portada en el Times del 8 de septiembre de 2002, citando a funcionarios de la administración que afirmaban que Sadam estaba buscando tubos de aluminio «especialmente diseñados» para enriquecer uranio, las supuestas «pistolas humeantes». Varios días después, el presidente Bush insertó la afirmación del Times en su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.
La cuestión del tubo de aluminio fue fundamental para el discurso del secretario de Estado Colin Powell ante la ONU en febrero de 2003, basado en la falsa evaluación de la CIA de octubre de 2002. Como escribió Lawrence Wilkerson, jefe de gabinete de Powell, en The New York Times en febrero de 2018, el «carisma del secretario de Estado fue parte importante del esfuerzo que durante dos años puso en marcha la administración Bush para conseguir que los estadounidenses se subieran al carro. Fue el director adjunto de la CIA, McLaughlin, quien mintió al secretario de Estado Powell sobre la fiabilidad de la inteligencia en el discurso de Powell. McLaughlin fue el principal defensor de la falsa inteligencia sobre laboratorios biológicos móviles que fueron a parar a ese discurso.
El presidente Bush habría ido a la guerra con o sin inteligencia, y una vez más nos vemos enfrentados por un presidente que puede estar dispuesto a ir a la guerra con o sin inteligencia. Hace quince años, tuvimos un director de la CIA del Capitolio que era leal al presidente y se mostraba reticente de decirle la verdad al poder. Y una vez más, tenemos a una directora de la CIA, Gina Haspel, que es leal a la Casa Blanca y no se puede contar con que vaya a decirle la verdad al poder. Haspel fue una de las principales animadoras de las torturas y abusos, y quien envió el mensaje que ordenaba la destrucción de los videos de las torturas. Y el exdirector de la CIA, Mike Pompeo, un neocon de línea dura, es ahora secretario de Estado, un nuevo puesto que ha conseguido por ser un leal absoluto que nunca le diría la verdad al poder. ¿Queda alguna voz moderada en la Casa Blanca?
La guerra de Bush desestabilizó todo el Oriente Medio. Cualquier guerra de Trump podría implicar la utilización de armas nucleares, algo que podría provocar la desestabilización del mundo entero.
Melvin A. Goodman es investigador del Center for International Policy y profesor de asuntos gubernamentales de la Universidad Johns Hopkins. Exanalista de la CIA, Gooman es autor de » Failure of Intelligence: The Decline and Fall of the CIA » , « National Insecurity: The Cost of American Militarism » y «The Path to Dissent: A Whistleblower at CIA» (City Lights Publishers, 2015). Goodman es columnista de seguridad nacional de counterpunch.org .
Fuente: https://www.counterpunch.org/2018/03/15/how-the-iraq-war-destabilized-the-entire-middle-east/
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