Desde el ya muy lejano 1979, en que la llamada revolución de los ayatolas derrocó a la monarquía proimperialista del sha Reza Pahlevi, la antigua Persia fue convertida por Estados Unidos en el gran enemigo de Occidente, en la bestia negra del imperialismo. Y en estos casi 40 años Washington no ha cejado en sus […]
Desde el ya muy lejano 1979, en que la llamada revolución de los ayatolas derrocó a la monarquía proimperialista del sha Reza Pahlevi, la antigua Persia fue convertida por Estados Unidos en el gran enemigo de Occidente, en la bestia negra del imperialismo. Y en estos casi 40 años Washington no ha cejado en sus malignos esfuerzos por devolver a Irán a la órbita colonial abandonada en 1979.
Entre esos malignos esfuerzos, el mayor y más sangriento y costoso fue la guerra que, por mandato de Washington, Irak desató contra Irán entre 1980 y 1998, pretextando reclamaciones territoriales. Pero el conflicto que costó a ambas partes cientos de miles de muertos terminó con la derrota y retirada del invasor iraquí y la consecuente victoria y fortalecimiento de la revolución islámica de 1979.
A pesar de esa tremenda derrota EU sigue empeñado en el derrocamiento del gobierno iraní. Y para ello Washington acude al conocido expediente del bloqueo económico, comercial y financiero de la economía de Irán, con el propósito último de generar, por hambre y desesperación, las condiciones internas de una revuelta popular que, con abundante ayuda de Estados Unidos, conduzca a la caída del régimen. Una reedición de la vieja política utilizada contra Cuba, la Nicaragua sandinista, el Chile allendista, el Irak del ex amigo y ex cómplice Saddam Hussein. Y ahora mismo en Venezuela, Rusia y, hasta el momento, en Corea del Norte.
Para enderezar la nueva cruzada contra Irán, Donald Trump ha repudiado el acuerdo nuclear firmado apenas en 2015 por el país musulmán, las potencias europeas y el propio Washington, y demanda un nuevo pacto. Este sería aún mas limitativo de las capacidades de defensa militar de Irán, lo que lo hace muy improbable. Pero eso en realidad no importa mucho. Lo que interesa es tener un pretexto para reiniciar y agravar el bloqueo económico.
Se trata de una clásica jugada de pinzas. Si Irán acepta negociar un nuevo acuerdo se estaría atando de manos; y mientras no acceda, EU continuará y agravará la guerra económica.
Como demuestra la experiencia, esa guerra de baja intensidad, sin fusiles y cañones, no suele conseguir el colapso del país agredido. Se logró en Chile y en la Nicaragua sandinista. Pero en Irak hubo necesidad de mandar tropas y ocupar el país.
Tanto en Libia como en Siria, tras el fracaso del bloqueo económico, se utilizó el recurso de las tropas mercenarias, lo que funcionó bien con Gadafi pero que ha fracasado con Al Assad.
Ahora con Irán se pretende repetir el proceso: guerra económica y subversión interna. Y del éxito o fracaso de esta perversa vía dependerán los pasos siguientes: ejércitos mercenarios o invasión militar directa.
Por ahora, sin embargo, no se ve, en ningún escenario, muchas posibilidades de éxito para EU. Y el asedio, más bien, puede tener resultados contraproducentes para el imperialismo: fortalecimiento social, y popular de Irán. Y en el plano militar, no es difícil suponer la reanudación del programa nuclear iraní. Corea del Norte es un buen ejemplo. Fracasó la guerra económica y Pyonyang logró hacerse de armas atómicas, lo que ha fortalecido sus capacidades de defensa. Obviamente sin proponérselo, Trump está empujando a Irán por el camino de Norcorea.
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