Aznar, el rejuvenecido hombre representativo de la ultraderecha occidental, gobernó a España con el ímpetu del general franco y la debilidad del inexperto. Lo tomaron por sorpresa grandes fenómenos de alto impacto político y social, que intentó resolver con mentiras que al final lo llevaron al fracaso y le valieron su ridiculización con el apodo […]
Aznar, el rejuvenecido hombre representativo de la ultraderecha occidental, gobernó a España con el ímpetu del general franco y la debilidad del inexperto. Lo tomaron por sorpresa grandes fenómenos de alto impacto político y social, que intentó resolver con mentiras que al final lo llevaron al fracaso y le valieron su ridiculización con el apodo de pinocho, que cada vez que hablaba le crecía la nariz. Aznar gobernaba mal y ponía en riesgo la joven democracia española, la empujo hacia la derecha, celebraba con el Opus Dei los homenajes a Escrivá de Balaguer, promovió la economía inmobiliaria que provoco la burbuja que desbarató el sistema productivo y recortó las garantías a derechos y libertades. La imagen del hombre fuerte que quería mostrar se diluía con la del hombre atemorizado y autoritario, pero sumiso al imperio estadounidense de Bush al que apoyó en contra del pueblo español en la invasión de Irak y por el que humoristas y caricaturistas le inventaron la figura del «lameculos».
Aznar enfrentó el derrame de 60.000 toneladas de fueloil del barco Prestige, lo que provocó uno de los mayores siniestros ecológicos marítimos, que quiso ocultar con mentiras. Cuando empezó el derrame, en vez de encarar el problema y buscar solución la orden fue empujarlo hacia altamar para esconder la realidad, que cobró una inesperada movilización de solidaridad de cientos de miles de jóvenes de todos los lugares tratando de deshacerse de la mancha tediosa, babosa y creadora de muerte (noviembre de 2002). El Gobierno por mentiroso hizo el ridículo. Cuando creía que todo estaba en el olvido y la sociedad estaba en calma, llegaron las multitudinarias manifestaciones de No a la guerra contra la intervención en Irak y poco después los atentados de la central de trenes de Atocha (11de marzo de 2004) que dejaron 192 muertos y 1.824 lesionados, aparte del impacto psicológico y moral en una sociedad que vivió una guerra civil y no quería repetir ese dolor. En complemento llegaron las nuevas mentiras de Aznar, que señaló apresurado a ETA y la sociedad no se lo creyó y volvió a salir a las calles, se juntaron miles de voces y se marcó el fin del pequeño «lameculos». El legado de Aznar, a Rajoy, quedo en la imagen de corrupción de 12 de los 14 ministros que formaron parte de su Gobierno imputados, encarcelados o implicados en asuntos judiciales escabrosos. Situación comparable al régimen Uribe y lo que se esperaría de la fiel continuidad del sucesor Duque.
Después del gobierno de Rodríguez Zapatero la ultraderecha regresó al poder con Mariano Rajoy, que avanzó en la tarea inconclusa de Aznar, mientras este con Andrés Pastrana organizaba un frente de injerencia para influir en América Latina, que daba un giro a la izquierda. Rajoy durante el Gobierno de zapatero no dejo de hablar un solo día en los medios (como Uribe en el gobierno de Santos), era el jefe de la oposición y el mas inconexo e incoherente hombre mediático de la política que decía cosas como que sí, pero que mejor de pronto o que no pero que bueno, o que si algo funcionaba era porque podría funcionar y de toda cosa política decía lo contrario. De incoherencia a incoherencia, de mentira en mentira, de engaño en engaño se posiciono de primero hasta ser presidente. Después de siete años, lo sacan del Gobierno, con la misma facilidad con la que el aprobó los golpes de Estado por vía de la ley contra los presidentes de Honduras, Paraguay y Brasil. Así salió, deja el palacio, sin himnos ni vítores como lo hubiera querido, sin pena ni gloria, como uno más sin otro legado que corrupción. No hubo ríos de sangre, ni escandalo, salió como salen los mentirosos.
Bienvenida la nueva etapa que ojalá sea de restauración de la democracia, la vuelta a la libertad de los presos políticos de Cataluña y la recuperación de la España próspera, que habla y practica derechos y cuya democracia es ejemplo para apoyar a demócratas y defensores de la vida y de la paz y condenar criminales, a esos, a los verdaderos que se ocultan entre engaños. Mala noticia global para el proyecto Uribe-Duque, Pastrana y las ultraderechas de América latina, de Macri, Temer y otros que extrañarán el modelo de la reconquista de la que ellos son encomenderos y lameculos. Aznar-Rajoy, duros y autoritarios como el General Franco pero débiles y ridículos como el pobre pinocho malherido.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.