¿Quién podía imaginarse que un grupo de personas pobres en chanclas y con 200 lempiras (8 dólares) en el bolsillo conseguirían un triunfo como éste?
La valla de la frontera con Estados Unidos en Tijuana, México. Foto © Tomas Castelazo / Wikimedia Commons / CC BY-SA.
El paso fronterizo en esta dirección es un lugar muy concurrido. Con suerte, se tardan horas en llegar a la cabecera de la larga cola de coches y autobuses.
Se avanza muy lentamente y los vehículos suelen mantener sus motores en marcha, con lo que el aire se hace irrespirable por los gases de escape. Un poste metálico anuncia «Estados Unidos» y en la base lleva grabado «Welcome» en inglés, japonés, tailandés, alemán y otros idiomas. Decenas de millones de personas cruzan esta frontera cada año desde Tijuana, México, hasta San Diego, Estados Unidos.
Casi 3.000 hondureños llegados a pie y en auto-stop desde su país natal a través de Guatemala y México se encuentran ahora atrapados en el lado mexicano de la frontera de Estados Unidos. Concretamente en la ciudad de Tijuana, a la espera de que sus solicitudes de asilo se procesen y se admitan. Algunos cuentan con familiares o amigos en algun punto del recorrido, otros simplemente sabían que tenían que irse.
El grupo, conocido como la Caravana, comenzó su marcha de 4.400 km en San Pedro Sula el 12 de octubre. Un 30% son menores, hay muchas mujeres con bebés y niños de corta edad, niños y adolescentes no acompañados, jóvenes y adultos LGBTQI e incluso personas mayores y personas con discapacidades. Huyendo de la región más homicida del mundo, se han acogido a la seguridad que da ir en grupo para realizar el viaje hacia el norte.
En Tijuana, ciudad costera de 1.3 millones de habitantes que se alza juntto a los recién instalados rollos de alambre de cuchillas y pilones de acero que hacia el oeste se adentran un poco en el mar desde la playa y tierra adentro en el desierto hacia el este, la Caravana no destaca por su número de integrantes.
La Caravana no destaca por su número de integrates. Incluso si se le uniera otra caravana hermana de 2.000 personas, juntas no sumarían más de los que suelen acudir aquí a eventos deportivos o conciertos.
Incluso si se le uniera otra caravana hermana de 2.000 personas, juntas no sumarían más de los que suelen acudir aquí a eventos deportivos o conciertos. El Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) de Estados Unidos, en cambio, arresta o detiene cada año a más de 500.000 personas por «entrar ilegalmente» en el país.
Pero desde el momento mismo de su inicio espontáneo en una estación de autobuses en San Pedro Sula, cerrada por ser de noche, con las madres cuidando a sus bebés en la acera, la Caravana captó la atención y se convirtió en auténtica obsesión del líder de la nación más rica y poderosa del mundo.
Primero, el presidente Trump intentó provocar miedo y odio ante una «invasión» de inmigrantes en el contexto de las elecciones de mitad de mandato, dedicando millones de dólares y miles de soldados a «asegurar la frontera» del lado de Estados Unidos.
Pero sus esfuerzos por ganar votos para el Partido Republicano en su deriva derechista y mantener el control de la cámara legislativa fracasaron, ya que los demócratas recuperaron la mayoría en la Cámara de Representantes y los votantes eligieron a un número sin precedentes de mujeres para cargos públicos en todo el país. Percatándose tal vez de la llegada de una nueva marea tras las elecciones, Trump apenas mencionó la Caravana en sus prolijas contribuciones matutinas en Twitter, su medio de comunicación preferido.
El actual gobierno estadounidense también ha fracasado, al menos por ahora, en su intento de cambiar las leyes que rigen la admisión y el procesamiento de las solicitudes de asilo.
El 9 de noviembre, la Casa Blanca emitió una declaración en la que se especificaba que se prohibiría solicitar asilo a cualquier persona que llegase a un paso fronterizo de Estados Unidos, a pesar de que es claramente imposible que los caravanistas puedan reunirse en los puestos de frontera y quedarse un mes a la espera de respuesta a sus solicitudes.
Un juez federal dictaminó que la prohibición estaba fuera del alcance de la autoridad del presidente y dictó una orden anulando temporalmente lo dispuesto en la declaración.
Curiosamente, los 5.600 efectivos militares de refuerzo que Trump mandó a la frontera no se fueron hacia Tijuana, que era el lugar hacia donde se dirigía la Caravana, sino a Texas.
Curiosamente, los 5.600 efectivos militares de refuerzo que Trump mandó a la frontera no se fueron hacia Tijuana, que era el lugar hacia donde se dirigía la Caravana. Estas fuerzas, fuertemente armadas, se han estacionado en McAllen, Texas, y se han dedicado a desenrollar e instalar alambres de cuchillas a lo largo de la frontera, a 2.449 km de distancia de Tijuana. El presidente solicitó 59 millones de dólares adicionales para el control de fronteras el lunes 19 de noviembre.
Por desgracia para los inmigrantes y solicitantes de asilo, ese mismo día el Servicio de Inmigración y Ciudadanía de Estados Unidos (USCIS) concedió a sus agentes mayor discreción para denegar visados y acelerar la deportación de víctimas de delitos y violencia doméstica (que normalmente calificarían para la obternción de visados T y U respectivamente), víctimas de trata de personas, viudas/viudos, cónyuges e hijos menores de refugiados, y otros grupos especiales. Un gran número de los que integran la Caravana podrían caer en alguna de estas categorías.
El alcalde de derecha de Tijuana, Juan Manuel Gastélum, se ha posicionado llamativamente en contra de la Caravana llamándola «tsunami de vagos y marihuanos», lo que le valió el respeto de Donald Trump cuando ambos se retwittearon y malinterpretaron durante el fin de semana.
Gastélum también ha sido el inspirador de una protesta en Tijuana, pequeña pero vocal, contra la presencia en la ciudad de los hondureños que ha merecido mucha atención por parte de los medios de comunicación.
Por lo demás, la empatía con la Caravana es importante. Tijuana ha sido desde siempre sede de varias organizaciones caritativas de apoyo a migrantes y deportados, como Border Angels y la red católica de Casas del Migrante. Pero la pobreza está ahí siempre y las organizaciones solo pueden ayudar hasta cierto punto.
«Hoy el mundo ha visto que no se puede detener el amor, ni por parte de los gobiernos, ni de la homofobia o la transfobia, ni del crimen organizado, ni por supuesto tampoco con muros o fronteras.»
Pueblo Sin Fronteras, el grupo que ha organizado caravanas anteriormente en América Central, compartió un mensaje de Nicole Ramos anunciando cinco matrimonios LGBTQ entre participantes de la Caravana en Tijuana, oficiados por pastores de la Iglesia Universalista Unitaria.
«Hoy el mundo ha visto que no se puede detener el amor, ni por parte de los gobiernos, ni de la homofobia o la transfobia, ni del crimen organizado, ni por supuesto tampoco con muros o fronteras», escribió Ramos.
En estos momentos, los miembros de la Caravana están subsistiendo a base de frijoles y Cheezits, durmiendo en la playa en tiendas de campaña donadas y en cobertizos de fabricación propia. ¿Quién podía imaginarse que un grupo de personas pobres en chanclas y con 200 lempiras (8 dólares) en el bolsillo conseguirían un triunfo como éste?
Han conseguido atraer reconocimiento internacional a la difícil situación de su país y de su gente, se han organizado y se encuentran a las puertas de su objetivo. A su llegada a Tijuana, algunos jóvenes integrantes de la Caravana treparon por la valla fronteriza y gritaron: «¡Sí se pudo!»
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