Introducción. Hace unos días, recibí a un amigo de Níger. Esto es, poco más o menos, lo que me dijo: Estoy desalentado; hace tres años que tratamos de ayudar a la población rural de nuestra región a salir de su situación de pobreza, y continúan siendo tan pobres como antes. Hemos multiplicado los proyectos pero […]
Introducción.
Hace unos días, recibí a un amigo de Níger. Esto es, poco más o menos, lo que me dijo: Estoy desalentado; hace tres años que tratamos de ayudar a la población rural de nuestra región a salir de su situación de pobreza, y continúan siendo tan pobres como antes. Hemos multiplicado los proyectos pero la miseria no ha desaparecido.
Le contesté que la situación era semejante en Burkina Faso. Eso significaba quizá que no nos atacábamos al fondo del problema. Cuando un medio ambiental es demasiado difícil, sucede que se busca la ayuda para sobrevivir, en vez de buscar un apoyo para desarrollarse. Hace treinta años que observo atentamente el mundo rural burkinabé. He llegado a la convicción de que la población rural no necesita ayuda sino un ambiente nacional e internacional más favorable. Intento ahora compartir algunas de mis observaciones y convicciones.
1 Parte: El sésamo no soluciona los problemas de mi pueblo.
Durante los años 70, los agricultores de la región de Kiembara-Tugán (noroeste de Burkina) ganaban dinero con el cultivo del sésamo. El Organismo Regional de Desarrollo (ORD) comercializaba, en esa época, el sésamo. Ello permitía a los agricultores pagar los impuestos. La tina medida tradicional de unos 20 litros, se pagaba 1.800 francos CFA. Después, en dos años, el precio cayó a un tercio de esa cantidad.. El resultado fue que los agricultores cesaron de cultivar el sésamo, perdiendo así una fuente de ingresos.
Hubo que esperar hasta la devaluación del franco CFA, en 1994, para que la producción de sésamo volviera a empezar. Un ejemplo: la empresa Tropex incitaba al cultivo del sésamo biológico. Ofrecía a los agricultores semillas de calidad y estos se comprometían a seguir ciertas normas. (no utilizar fertilizantes químicos). La empresa prometía comprar toda la cosecha a un precio convenido antes entre todos. En 1999, estando de visita en un pueblo que había aceptado ese contrato con la empresa Tropex, un responsable del grupo de productores me enseñó varios carros y arados nuevos y unas casas cubiertas de aluminio y se exclamó: Ahí tiene el sésamo que ha solucionado los problemas del pueblo
El año 2000, los agricultores recibían de 5.000 a 6.000 francos la tina. Nació entonces cierta pasión por el cultivo del sésamo. Pero un día, en 2001, los cinco exportadores de Burkina se reunieron en la ciudad de Nuna y se pusieron de acuerdo para no pagar más de 3.500 francos la tina. El resultado no se hizo esperar. En los pueblos, el precio bajó hasta 2.000 francos. Entonces desapareció la «pasión» por ese cultivo. Los precios han subido este año pero ya no se encuentra casi sésamo en Burkina.
¿Qué pensar después de esto? Cuando un producto ofrece de manera estable y permanente ciertos beneficios, los agricultores reaccionan positivamente. Pero cuando caen los precios, los campesinos reaccionan con la misma rapidez, ya que desaparece una fuente de ingresos. Podemos sacar una primera conclusión: No es posible alcanzar un desarrollo durable del mundo rural si no se ofrecen precios remuneradores y duraderos por los productos agrícolas.
2 Parte: Pedimos solemnemente a los Estados Unidos y a la Unión Europea que supriman sus subvenciones al cultivo del algodón.
Este es el llamamiento común de los agricultores de algodón de África del Oeste. Y continúan diciendo: Pedimos a todos los que quieren construir un mundo más justo y más fraterno que se unan a nosotros para ejercer presiones sobre los Estados Unidos y la Unión Europea afín de que supriman esas subvenciones.
¿Cómo no indignarse al descubrir que el cultivo del algodón esta amenazado con desaparecer, en África? Y no es porque el algodón africano sea de calidad inferior, ni porque los costes de producción son demasiado elevados, sino sencillamente debido a las subvenciones que reciben los productores americanos de algodón.
La crisis del algodón ha tenido algunos efectos positivos. Gracias a ella han aparecido a la luz del día las distorsiones del comercio internacional y se ha abierto una brecha en la Organización Mundial del Comercio (OMC). Ha demostrado también que organizaciones fuertes de cultivadores, con el apoyo de ONGs de solidaridad internacional, son capaces, al unirse, de hacerse oír.
Estos hechos nos permiten añadir dos nuevos elementos a nuestra primera conclusión:
La necesidad de un movimiento campesino fuerte, que esté presente en los pueblos y que sea capaz de hacer oír su voz en los foros nacionales e internacionales.
La necesidad de obtener de la comunidad internacional la prohibición de todo dumping sobre los productos agrícolas. Entendemos por dumping la prohibición de exportar un producto agrícola por debajo de sus costes de producción.
3 Parte: «Luego no tenéis necesidad de los campesinos burkinabés».
Hecho acaecido después de una reunión celebrada en Uagadugu, entre representantes burkinabés de las ONGs de solidaridad internacional, que tratan de apoyar el desarrollo rural en Burkina. Habíamos hablado, durante la reunión, del comercio justo, en un clima de mutua escucha. Son ya casi las doce del mediodía. Me atrevo a hacer ciertas preguntas a los burkinabés.
_ ¿Qué habéis comido esta mañana antes de venir a la reunión?
_ Resp: Un café con leche y un pedazo de pan.
_ ¿Qué cenasteis ayer?
_ Resp: Arroz.
_ ¿Y ayer al mediodía? _ Resp: Unos arroz, otros pastas alimenticias
_ Terminé diciendo: Luego no tenéis necesidad de los campesinos burkinabés…
Rostros fruncidos. Al final alguien se atreve a decir: Eso es verdad.. El arroz y el trigo son artículos importados. Termina la reunión y todos se van a sus casas. Pero la reflexión tiene que continuar.
Tenemos ahí el resultado de una doble política:
Una política mundial: Al imponer la liberalización en el intercambio de los productos agrícolas, quedan marginados los agricultores del Sur, ya que estos no luchan con armas iguales. Pero eso no es todo. El Norte concede fuertes subvenciones a sus agricultores y así el precio de los productos agrícolas es inferior a su coste real en los mercados internacionales. Y los países del Sur los compran.
Una política nacional: Los gobiernos africanos favorecen a la ciudad más que al campo. Los países desarrollados han protegido siempre a los campesinos. Burkina Faso, como tantos otros países africanos, busca siempre a alimentar a la población urbana y al menor coste. Burkina Faso permite que entren ciertos productos, por ejemplo el arroz y el trigo, (fuertemente subvencionados) sin que estos paguen tasas significativas. El pan y las pastas alimenticias, productos desconocidos en el país a principios del siglo XX,, se venden en todo los pueblos.
Un ejemplo para ilustrar esta desastrosa política liberal sobre la agricultura. Os invito a visitar los campos de arroz de Bama (a 25 Km de Bobo Diulaso). Encontrareis antiguos productores de arroz completamente descorazonados. Algunos han transformado sus parcelas en campos de maíz o en huertas. Y si señaláis que los campos de arroz están mal cuidados, os dirán que ahora se ocupan en primer lugar del maíz y después de los campos de arroz. El precio que les proponen por este producto en el momento de la cosecha no les conviene. Ese dinero cubre apenas los gastos de producción. ¿Pero cómo se ha llegado a est situación? Os conducirán entonces al mercado de Bobo y os enseñaran los sacos de arroz. Esta escrito en ellos: Elefante de África. ¿Qué tiene ese elefante de africano? Y ¿Qué tiene que ver con los productores africanos de arroz?
Me parece importante que continuemos nuestra reflexión sobre esta situación, porque ilustra, a mi parecer, la evolución de estos últimos años que puede tener graves consecuencias. Muestra que Burkina Faso, como tantos otros países africanos, ha perdido su soberanía alimentaria y que no se respeta el derecho de los pueblos a producir sus alimentos básicos.
Si miramos la agricultura de Europa, vemos que se ha desarrollado gracias a las medidas que la protegen. Europa se preocupa más, hoy en día, de su agricultura que de la de los países del Sur. Más aún, es fácil probar que el desarrollo de la urbanización ha favorecido el desarrollo de la agricultura. Las ciudades ofrecen una salida natural a la producción agrícola. Las exportaciones africanas pasan raramente del 10%. Si los agricultores del Sur no recuperan «la salida natural» de sus productos, están condenados a la miseria.
De aquí nuestra tercera conclusión: Puesto que los países del Norte no consentirán nunca a suprimir las subvenciones a sus agricultores, debemos protegernos contra los productos que vienen de fuera (por medio de fuertes tasas aduaneras, etc.). Es el apoyo más solidario a los productos agroalimentarios de base que producen nuestros países. El más solidario, decimos, porque es la única forma de la que disponen los países pobres que no tienen el dinero suficiente para subvencionar esos productos. Debemos pues volver a negociar en este sentido el acuerdo agrícola de la OMC.
Que se reconozca a todos los países el derecho (que es un deber) de proteger su agricultura por medio de tasas a la importación sobre los productos agroalimentarios de base.
Conclusión:
Tendríamos que abordar, para completar est artículo, las consecuencias que trae consigo el crecimiento demográfico. Si no hemos hablado antes, no es porque sea menos importante. Pero estoy convencido de que si remuneramos correctamente el trabajo de la población rural, ésta aceptará el reto del crecimiento demográfico. En caso contrario, la miseria crecería tanto en las zonas rurales como en las urbanas.
Resumiendo:
Si queremos ofrecer un porvenir a las poblaciones rurales de Burkina Faso (y de muchos otros países africanos), debemos reconocer que no es posible un desarrollo durable del mundo rural si no se ofrecen precios remuneradores y estables por sus productos agrícolas. Luego, alimentar al menor coste a la población urbana, aprovechándonos de las distorsiones del mercado mundial, no es una solución. Necesitamos reformas profundas.
Para ello, cada país necesita un movimiento rural fuerte, aliado a la sociedad civil, para obtener de su gobierno, durante las negociaciones sobre el Acuerdo Agrícola de la OMC:
Que se reconozca a todos los países el derecho (que es un deber) de proteger su agricultura por medio de tasas a la importación sobre los productos agroalimentarios de base.
Que se prohíba todo dumping sobre los productos agrícolas, precisando que entendemos por dumping la prohibición de exportar un producto agrícola con un precio menor al de su coste real de producción.
Maurice Oudet, Burkina Faso Artículo publicado en el número 6 de la revista Agridoc, Octubre 2003. Para más información, consultar ( http://www.abcburkina.net/)