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Benineses descendientes de los moriscos expulsados de España

Los negros que fueron blancos

Fuentes: www.elcorresponsal.com

Algunos ciudadanos benineses, negros como el carbón pero con apellidos como Esteve, García, Mora, Bandera o Guerra, son descendientes de los Arma, aquellos moriscos expulsados que conquistaron toda esta zona que circunda la curva que el río Níger hace antes de su desembocadura.

Algunos nombres hispanos en Benín hablan de una historia remota: la expulsión de España, en el siglo XVII, de los moros. Algunos ciudadanos benineses, negros como el carbón pero con apellidos como Esteve, García, Mora, Bandera o Guerra, son descendientes de los Arma, aquellos moriscos expulsados que conquistaron toda esta zona que circunda la curva que el río Níger hace antes de su desembocadura.

Philip es negro como el tizón, como sus hijos, como sus nietos, como sus vecinos y compatriotas benineses. Sin embargo, se apellida Esteve y en su familia siempre circuló la leyenda, transmitida de generación en generación, de que sus antepasados fueron un día blancos, «venidos del norte, de más arriba del desierto, del otro lado del mar…». Su padre se llamaba Salustiano, que no es un nombre africano. Ni siquiera, francés. El cartel con su nombre aparece colgado en la puerta del taller de reparación de motores que tiene en un barrio de Cotonou, la capital de Benín.

Patrice se apellida Mora y también tiene una historia que narrar.Recuerda cómo, de pequeño, le contaban la anécdota que protagonizó uno de sus antepasados cuando vio por primera vez a un hombre blanco: «Sucedió hace mucho, mucho tiempo, en la época en que mi familia vivía más allá de Burkina, en una pequeña aldea junto al gran río (el Níger). Un día apareció un misionero blanco y todos los miembros de la tribu salieron corriendo excepto el brujo, que le ofreció al forastero sal y agua como símbolo de hospitalidad. Después de que el religioso se hubiera marchado, la gente volvió al poblado y le dijo al hechizero: «¿Cómo es que no has huido del demonio blanco?» «Porque nosotros también fuimos blancos…», respondió.

Pero Patrice y Philip no son los únicos negros con apellidos españoles en este pequeño país de la costa occidental africana que se encuentra a 3.800 kilómetros de España. «Durante los años que llevo investigando he encontrado gente que se llama Aguiar, Bandera, García, Gómez, Guerra, Sastre, Seguí… y así hasta una treintena de nombres. También hay algunos pueblos, sobre todo en el norte, con denominaciones hispanas, como por ejemplo Molla, Tampobre, Banda, Tio, Tuya, Mahou… La mayoría son descendientes de los Arma, los moriscos expulsados de España en el siglo XVII que conquistaron toda esta zona que circunda la curva que el río Níger hace antes de su desembocadura», asegura Roberto Llorens, vicecónsul honorario de España en Benín, que ha pasado años estudiando estas pistas.

La historia de estos descendientes de españoles está íntimamente relacionada con la epopeya protagonizada por aquellos moriscos en lo que es hoy territorio de Malí tras su expulsión de la Península.

La historia nos dice que en octubre de 1590, un ejército «hablando el castellano, compuesto de 4.000 granadinos, 500 europeos, 60 cristianos, 1.500 caballeros árabes y 1.000 auxiliares camelleros con 8.000 camellos llevando las provisiones y el material de guerra salieron de Marraquech y atravesaron el desierto…» Aquel ejército, el primero que osó cruzar las dunas del Sáhara con cañones, caballos y arcabuces tenía un sueño: crear una nueva Andalucía a orillas del mítico río Níger, que entonces evocaba las fértiles y añoradas tierras bañadas por el Guadalquivir.A su mando iba un tal Diego de Guevara, «hombre de ojos azules» y miembro de una acomodada familia morisca del pueblo almeriense de Cuevas de Almanzora, que fue expulsado de España junto a un grupo de hombres. En su peregrinaje fue a parar a la entonces floreciente ciudad de Marraquech -de la que luego tomaría su nombre el hoy Reino de Marruecos-, dominada por una nueva dinastía que ambicionaba entrar en el juego de las grandes potencias conquistando el imperio Songhay, sucesor del de Malí, la mayor agrupación política conocida en el occidente africano. Sus emperadores controlaban el oro producido en el Sudán, la sal (artículo de primera necesidad en el desierto) y los esclavos, cuya demanda era constante en el mundo islámico.

Pachá español

El sultán Al Mansour, referente de la dinastía marroquí, acogió de brazos abiertos a Guevara -que había demostrado su habilidad militar en la batalla de Alcazarquivir (1578)- y escogió a sus mejores hombres como guardia personal. Más tarde nombró al español Caïd de la ciudad y, posteriormente, Pachá de su ejército. Así, el almeriense pasó a la historia con el nombre de Pachá Djouder.

El viaje fue duro y el español perdió dos tercios de sus hombres debido al calor, el paludismo y la falta de provisiones. Tras ir conquistando todas las pequeñas aldeas que encontraban a su paso, la expedición se enfrentó por fin al compacto ejército del reino de los Songhay, al que vencieron el 13 de marzo de 1591 en Tombidi, ya en las cercanías del río Níger. A pesar de que eran 10 veces superiores en número, los bravos guerreros africanos huyeron ante el fragor de las armas de fuego de los andalusíes.

Dicen las crónicas que los africanos pusieron 1.000 vacas como parapeto contra las balas «pero cuando escucharon el ruido de la fusilería huyeron alocadas contra las propias fuerzas del Askya (emperador) aplastando a muchos de ellos». Algunos historiadores aseguran que el apodo de Los Arma viene de esta batalla porque cuando los guerreros songhay les atacaban ellos gritaban ¡al-arma!, ¡al arma!

Los soldados del Pachá trataron de seguir su conquista hacia el Sur, pero se encontraron con los terrenos pantanosos de lo que hoy es Burkina Faso y, tras sufrir muchas bajas, decidieron regresar a Tombuctú, donde se instalaron definitivamente. Los jefes se casaron con las princesas de la dinastía shongay y los soldados con plebeyas del mismo pueblo, formando así la casta de Los Arma, que controló todos estos territorios de la curva del Níger hasta 1737, en que fueron vencidos por los tuareg en la batalla de Taya.

Casi un siglo antes, a mediados del 1600, la comunidad recibió a nuevos moriscos españoles de los 300.000 en total que fueron expulsados de los reinos de Valencia, Aragón, Mallorca y Castilla.Entre estos había un grupo de africanos mandingas que habían llegado al levante español -al pueblo de Cocentaina, por ejemplo- entre 1516 y 1521 a bordo de barcos negreros y que también fueron devueltos a su tierra. «Seguramente ellos fueron los que llevaron a algunos de esos blancos hasta sus tierras de origen en Benín», asegura Roberto Llorens, nacido en la citada localidad alicantina.

Costumbres

Fue la época en la que muchos huyeron hasta países como Benín y Nigeria mientras que el núcleo principal mantuvo su señorío sobre Tombuctú hasta la llegada de los franceses a finales del siglo XIX. El español se siguió hablando en aquella ciudad durante muchos años. La última referencia histórica la encontramos en una carta enviada por el sultán marroquí al pachá de Tombuctú escrito en español. Todavía hoy, muchos descendientes de aquellos arma -unas 10.000 familias- hacen sus cuentas en castellano y usan con normalidad palabras en su vocabularios como: alcaide, alfalfa, alpargata, albornoz, garrafa, ámbar o alfombra.

Los Arma no llevaban, como el resto de los árabes, el clásico sable curvado musulmán sino la espada recta estilo toledano.Y en Benín, la rama de los Arma todavía luce los colores de sus bubus (túnicas) según el rango que regía entre su antigua casta: el rojo representa a los comandantes; el negro es para la tropa, y los verdes y amarillos están reservados a los mandos intermedios.También, hay algunas tribus en la zona cuyos nombres están asociadas al gremio en el que trabajan por la influencia de los Arma. Así, por ejemplo, los Karabenta son vendedores; los Konta, pescadores; los Mandés (mandados o servidores), etcétera.

Según un relato del historiador beninés doctor Boulkassoum, la primera presencia de nombres españoles en el norte de su país se debe, sin embargo, a una peregrinación a La Meca organizada por un tal Askia Mohamed en 1323. El viaje duró dos años y, durante el trayecto, unos 2.000 decidieron abandonarlo y establecerse a lo largo del cauce del Níger. El resto de la expedición construía pequeñas mezquitas en cada lugar donde acampaban los viernes.

Nombres hispanos

Atakora es el departamento situado en el noroeste de Benín y donde más se concentran los nombres de origen hispano-musulmán.Según Llorens, este nombre podría ser una deformación de la palabra atacar. Cercanos a la ciudad de Natitingou, están los pueblos de Manta, Nata, el río Sarga y el poblado de Tampobre. También hay una selva y un río llamados Sota y varias comunidades más llamadas Tio, Tuya y Mahou.

En muchas de estas localidades viven todavía cientos de arma que siguen siendo zapateros, bordadores y sastres, oficios heredados de sus antepasados andaluces. La ciudad de Kandi, en el departamento de Alibori -también al norte de Benín- fue fundada en el siglo XVII por la señora Toure Bana, que se instaló en el lugar y ofrecía su hospitalidad a las caravanas. En la lengua Dendi toure quiere decir «blanco».

Y entre la mitología popular beninesa aparecen personajes como Bio Guerra, héroe nacional por combatir sin descanso a los colonizadores franceses, y Ola Seguí, famoso rey del pueblo Tchabe. Bonagana El Hadj Amadou es el actual rey de Ouaké y es el futuro presidente de la Federación Beninesa de Lucha Tradicional. Ayelo Castella es una cantante muy popular en el país y Alladatín Orden un actor muy conocido. También, Bakore Sylla, es el mayor empresario del arroz, del té y del azúcar.

Actualmente, uno de los objetivos de Roberto Llorens es demostrar que no sólo los apellidos sino algunos tipos de cultivo como el arroz y el trigo que actualmente se consume en Benín proceden también de España. «Creo que si se hiciesen análisis de ADN del arroz de Malanville, Gao o Tombuctú, y lo comparásemos con el de Valencia, por ejemplo, se obtendrían resultados similares.En aquella época era costumbre que los viajeros llevaran este tipo de semillas para intercambiarlas o cultivarlas si decidían instalarse definitivamente en un sitio», asegura.

Sin embargo, el futuro de los Arma en esta zona de Africa está seriamente amenazado por la política de disgregación étnica que ejerce el gobierno de Malí sobre ellos al considerarlos un peligro para la unidad nacional. Muchos de ellos viven hoy refugiados en Benín y se reúnen cíclicamente para recordar el glorioso pasado de sus ancestros hispanos, árabes, africanos… Quién sabe ya