Si seguimos la campaña electoral en Estados Unidos, y comparamos con las campañas electorales que se producían en la antigua Roma, hace más de 2000 años, podremos comprobar hasta qué punto la democracia ha evolucionado. Veámoslo a partir de unas citas extraídas del libro «Julio César», de Martin Jehne:«César desarrolló su campaña electoral con gran […]
Si seguimos la campaña electoral en Estados Unidos, y comparamos con las campañas electorales que se producían en la antigua Roma, hace más de 2000 años, podremos comprobar hasta qué punto la democracia ha evolucionado. Veámoslo a partir de unas citas extraídas del libro «Julio César», de Martin Jehne:
«César desarrolló su campaña electoral con gran habilidad y con mucho esfuerzo. En el caso del supremo pontificado regía en Roma, en medida aún mayor, lo que regía también en el caso de cualquier cargo político: no se trataba de elegir entre varios programas, porque ningún candidato anunciaba lo que después de su elección iba a hacer de forma distinta o mejor que sus oponentes.»
A diferencia de entonces, hoy en día los candidatos ofrecen en sus mítines una explicación detallada y concreta de sus programas, que se reparten a todos los electores, quienes a su vez los leen y meditan con gran atención. Así, por ejemplo, todo el mundo sabe qué quiere decir Bush cuando habla de su «idea para un mundo más seguro», lo cual sin duda nos reconforta a todos.
«En vez de eso, se presenaba a la elección popular un grupo de aspirantes bastante homogéneo, todos los cuales apelaban al relieve de su propia familia y a los méritos pasados de la misma, así como a su propia carrera hasta el momento y a su integridad personal.»
En el año 2004 disfrutamos de un amplio espectro de candidatos donde figuran todas las tendencias e ideologías políticas, de modo que todos los votantes encuentran su perfil idóneo, y la sociedad se enriquece y evoluciona gracias a la visión que ofrecen esas distintas perspectivas. Ah, y por supuesto los candidatos no emplean el recurso fácil de sus méritos patrióticos; por ello casi nadie se ha enterado de que Kerry fue un héroe de guerra en Vietnam.
«César debió de gastar en su campaña electoral ingentes cantidades de dinero; en Roma, eso significaba organizar juegos y banquetes con la mayor participación posible, e incluso repartir directamente dinero entre los electores.»
Aquí la mejora es sustancial, y las campañas electorales actuales se mantienen en una austeridad ejemplar, sin el despilfarro económico propio de los romanos, ni tratos de favor de ningún tipo. De esta manera, quienes apoyan económicamente las campañas, lo hacen desinteresadamente, sin esperar nada a cambio, sólo por amor al buen funcionamiento del sistema.
«En las elecciones de Roma imperaba la tendencia a elegir una y otra vez a hombres pertenecientes a una capa dirigente relativamente pequeña, que ni siquiera hacían promesas a los electores; las elecciones populares tenían más bien el carácter de una adhesión dócil a la oligarquía.»
En nuestra época todos los ciudadanos tienen las mismas oportunidades para llegar al gobierno, no importa que no sean ricos, o que no sean blancos. Por eso Bush ha tenido que luchar duramente, demostrando su talento y su preocupación por la ciudadanía, para llegar a suceder a su padre en el gobierno. Porque él sabe que su electorado será un crítico implacable de su gestión y sus promesas.
«Pero tal adhesión presuponía que los miembros de la clase política se mostraran singularmente accesibles y respetuosos para con el pueblo, sobre todo cuando se sometían a una elección. Así que era preciso pasear por el Foro con un séquito impresionante, estrechar la mano de todos los transeúntes, y llamarlos por su nombre, si eran posible, para aparentar una relación personal y un interés también personal.»
Cuánta hipocresía en la antigua Roma. Hoy en día eso no ocurre, obviamente, porque la gente no se deja engañar por esas tácticas populistas, y porque, seamos realistas, ¿quién tiene tiempo para estrechar la mano a un presidente cuando debe dedicar horas y horas a analizar los programas electorales que se le han repartido tan amablemente?
En fin, no hay nada como leer la historia antigua para sentirse optimista por el progreso de la humanidad.
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