Traducido para Rebelión por Germán Leyens
La guerra en Vietnam que terminó hace 30 años con un triunfo total de los comunistas fue la guerra más larga, más cara y divisiva de EE.UU. en su historia, involucrando en un momento dado a más de medio millón de fuerzas estadounidenses más soldados australianos, surcoreanos, y otros.
Si utilizamos criterios militares convencionales, los estadounidenses deberían haber vencido. Utilizaron 15 millones de toneladas de municiones (tantas como las que emplearon en la Segunda Guerra Mundial), tenían una vasta superioridad militar sobre sus enemigos según cualquier rasero conocido y, a pesar de todo, fueron derrotados.
El ejército de Saigón dirigido por Nguyen van Thieu era también más fuerte que sus adversarios. A principios de 1975 tenía más de tres veces más artillería, dos veces más tanques y vehículos blindados, 1.400 aviones y un virtual monopolio del aire. Tenía una superioridad de dos a uno en tropas de combate – aproximadamente unos 700.000 frente a unos 320.000. A comienzos de 1975, la dirección comunista pensaba que la guerra duraría hasta una década más. Yo estuve en Vietnam del Sur a fines de 1973 y en Hanoi durante todo el período de abril de 1975 hasta los últimos cuatro días de la guerra, que los pasé en Hue y Danang en el sur. Estoy seguro de que a los comunistas los sorprendió casi tanto como a los estadounidenses que fueran a lograr la victoria tan rápida y fácilmente; les dije, a partir de fines de 1973, que esperaran un fin de la guerra a través de la caída del régimen de Saigón sin una lucha seria – de modo similar a como había ocurrido con el Kuomintang en China después de 1947. Como confesó posteriormente un futuro miembro del politburó, consideraron que mi predicción era «disparatada». No estaban preparados en absoluto para dirigir a toda la nación, y sus políticas económicas caóticas, inconsecuentes, desde 1975 lo han evidenciado.
Los estadounidenses y los comunistas compartían por igual una miopía común sobre las guerras. Lo que ocurre en las esferas política, social y económica es muchísimo más decisivo que las ecuaciones militares. Fue verdad en China a fines de los años cuarenta, en Vietnam en 1975, y es también el caso en Irak en la actualidad.
Vietnam del Sur era una sociedad artificialmente urbanizada cuya única base económica era la ayuda de EE.UU. El valor de esa ayuda disminuyó cuando los aumentos de precio del petróleo, que comenzaron con la guerra en Medio Oriente de 1973, causaron una inflación galopante, momento en el que el ejército y la sociedad motorizados que los estadounidenses habían creado se convirtieron en un oneroso handicap.
Vietnam del Sur había sido siempre corrupto desde que EE.UU. lo creó arbitrariamente en 1955, a pesar de la provisión de los Acuerdos de Ginebra de que debía haber una elección para reunificar lo que era histórica y étnicamente una nación. Thieu, que era católico en un país dominantemente budista, retuvo la lealtad de sus generales y burócratas permitiéndoles que se enriquecieran a costas del pueblo. El vietnamita promedio, estuviera a favor o contra los comunistas, no sentía lealtad alguna hacia el régimen Thieu que le estaba robando. Después de 1973, los salarios de los soldados disminuyeron con la inflación y comenzaron a vivir a costillas del país. El régimen Thieu perdió cada vez más el apoyo de la clase media urbana y con ello se derrumbó su popularidad. Admitió que había 32.000 prisioneros políticos en sus cárceles, pero otros cálculos eran mucho más elevados.
A comienzos de 1975, el régimen en Vietnam del Sur comenzaba a desintegrarse según todo criterio relevante: económica y políticamente, y por lo tanto desde el punto de vista militar. El ejército de Saigón abandonó el campo de batalla mucho antes de la ofensiva comunista final en marzo de 1975. Sin embargo, con el escándalo Watergate, la administración Nixon se hallaba a la defensiva después de 1973, tanto ante el público estadounidense como ante el Congreso, y después de la renuncia forzada de Nixon, el nuevo presidente de EE.UU., Gerald Ford, simplemente no estaba en condiciones de ayudar al régimen Thieu en bancarrota económica y política. El ejército de EE.UU., en ese momento, estaba demasiado desmoralizado para volver a entrar a la guerra. Washington supuso correctamente que su estrategia diplomática había puesto de su lado a Moscú y Pekín al amenazar con inclinar su poder a favor del enemigo de cualquiera nación que no apoyara su estrategia en Vietnam – diplomacia triangular.
Pero lo que hicieran los antiguos aliados de Hanoi era irrelevante – y esencialmente hicieron lo que los estadounidenses querían al reducir la ayuda militar a los comunistas vietnamitas. El problema básico era Saigón: el régimen se desmoronaba por motivos que no tenían nada que ver con el equipo militar. Los comunistas se quedaron atónitos ante su victoria rápida y total sobre el ejército de Saigón, nominalmente superior, que se negó a combatir y se desintegró de inmediato.
Así terminó el esfuerzo extranjero más importante de EE.UU. desde 1945. Hay tantos paralelos obvios con sus fútiles proyectos en Irak y Afganistán de la actualidad, y las lecciones son tan evidentes, que hay que llegar a la conclusión de que las sucesivas administraciones en Washington carecen de toda capacidad para aprender de los errores del pasado. La derrota total en Vietnam hace 30 años debería haber servido de advertencia para EE.UU.: las guerras son demasiado complicadas para que cualquiera nación, aunque sea la más poderosa, las emprenda sin correr graves riesgos. No son simples ejercicios militares en los que el equipamiento y el poder de fuego son determinantes, sino también desafíos políticos, ideológicos y económicos. Los eventos en Vietnam del Sur hace 30 años deberían haberlo demostrado. No lo hicieron.
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Gabriel Kolko es el principal historiador de la guerra moderna. Es autor del clásico «Century of War: Politics, Conflicts and Society Since 1914 and Another Century of War?». También ha escrito la mejor historia de la guerra de Vietnam: «Anatomy of a War: Vietnam, the US and the Modern Historical Experience». Su correo es: [email protected].
http://www.counterpunch.org/kolko04292005.html