En la primera página del New York Times, en su edición del viernes 17 de junio, se publica el resultado de una encuesta que el prestigioso diario realizó, conjuntamente con el emporio mediático de la CBS. En ella se revela que la extendida insatisfacción con su mandatario ha provocado un rechazo a la figura de […]
En la primera página del New York Times, en su edición del viernes 17 de junio, se publica el resultado de una encuesta que el prestigioso diario realizó, conjuntamente con el emporio mediático de la CBS. En ella se revela que la extendida insatisfacción con su mandatario ha provocado un rechazo a la figura de Bush y sus procedimientos.
El Times declara que en el pueblo estadounidense aumenta el pesimismo sobre la guerra en Irak y el nuevo plan de privatización de la Seguridad Social y «el descontento generalizado le otorga al Sr. Bush uno de los índices más bajos de su presidencia». Solo el 25% dio su aprobación a la manera en que Bush está manejando el seguro social. Un 45% expresó explícitamente su desaprobación del proyecto. Ahora solamente un 42% otorga su sostén al reaccionario gobierno de los gerentes de las petroleras. Un 36% expuso que la economía norteamericana se está deteriorando.
Sin embargo, pese a los continuados reveses en Irak y en Afganistán, pese al incremento constante del listado de víctimas norteamericanas, iraquíes y afganas el pueblo norteamericano aún respalda esa política belicista en un 52%, una demostración de la ignorancia de los hechos reales en que viven sometidos los ciudadanos de ese país gracias a unos medios publicísticos distorsionadores. No obstante, el 51% de los entrevistados declaró que los Estados Unidos nunca debieron haber invadido Irak. Un 37% dijo que no estaba de acuerdo con la manera en que el gobierno estaba conduciéndose en el Oriente Medio
Este bajo nivel de soporte está por debajo del promedio histórico de sus antecesores. Tras el primer año de su segundo mandato Reagan contaba con el 59% de favorecedores y Clinton disponía de un 60%. Para restarle importancia a este revés un vocero de la Casa Blanca, Nicolle Devenísh, declaró que al Presidente no le preocupan las encuestas porque atenderlas es imitar al perro que trata inútilmente de morderse la cola.
El New York Times concluye:»En general la encuesta arrojó que los americanos se hallan en un estado de ánimo sombrío, solo un 33% afirmó que el país se hallaba en el camino correcto, mientras que un 61% declaró que se había ido en la dirección errónea.»
La encuesta del New York Times-CBS es una más en la serie de consultas de opinión recientes. La Associated Press-Ipsos y el Washington Post-ABC también realizaron indagaciones del sentir popular con resultados igualmente disminuidos en detrimento de Bush.
El expediente de Bush no puede ser más aterrador. Se ha opuesto a la descontaminación del aire negándose a suscribir el Protocolo de Kyoto. Ha eliminado los fondos para los programas de educación a pobres y ha suprimido el entrenamiento profesional de veinte mil nuevos maestros. Con el Acta Patriótica ha violado los derechos constitucionales y las libertades civiles ampliando las posibilidades de registros ilegales, supervisión telefónica, arrestos sin habeas corpus, juicios militares por delitos civiles, investigaciones de expedientes bancarios, médicos, siquiátricos y estudiantiles, grabaciones telefónicas, pesquisas por internet y encarcelamiento por sospecha. Un verdadero catálogo de medidas draconianas empleadas por el totalitarismo nazi fascista.
Su política fiscal de disminución de gravámenes ha favorecido solamente al cinco por ciento de la población que posee los mayores recursos. Las grandes corporaciones financieras están cotizando al erario público una mínima cantidad de impuestos. Desde que asumió la presidencia se han perdido más de seis millones de empleos, mayor número que las pérdidas acumuladas de once presidentes anteriores.
Pese a este catálogo pavoroso de errores necios, putrefacción moral, agresividad insensata y autoritarismo inhumano el pueblo estadounidense reeligió a Bush porque los medios de comunicación masiva se encuentran en manos de las grandes corporaciones que favorecen a los republicanos y el gran capital se siente muy cómodo con este gobierno que favorece sus intereses, le reduce sus obligaciones y le amplia su panorama de rapiña. El sencillo y crédulo norteamericano creyó que la pandilla petrolera de la Casa Blanca hacía un buen gobierno porque así se lo hicieron creer con el bombardeo incesante de la prensa, la radio y la televisión.
Pero estas encuestas demuestran que, como decía Lincoln, uno no puede engañar al pueblo todo el tiempo y el ciudadano medio estadounidense está comenzando a despertar de esta pesadilla atroz.