Falta aún poco menos de tres años para que termine la pesadilla de Bush y Estados Unidos tienen ante sí la posibilidad de ganar una vida política normal, alejada de las monstruosidades del período petrolero de la Casa Blanca. Aún es temprano para definir a los futuros contendientes pero muchos, en el partido Demócrata, se […]
Falta aún poco menos de tres años para que termine la pesadilla de Bush y Estados Unidos tienen ante sí la posibilidad de ganar una vida política normal, alejada de las monstruosidades del período petrolero de la Casa Blanca. Aún es temprano para definir a los futuros contendientes pero muchos, en el partido Demócrata, se inclinan por seleccionar a Hillary Clinton como candidata a la presidencia.
No son pocos quienes afirman que Hillary es mucho más inteligente que su esposo y saben lo mucho que ella le ha guiado en su carrera. Se conocieron en Yale cuando estudiaban leyes y al establecerse en Arkansas ella se destacó como un brillante abogado dotada de una dinámica presencia en la vida social. Durante su campaña por la presidencia Clinton dijo en varias comparecencias, imitando los anuncios comerciales, «compre un presidente y obtenga dos», aludiendo a las bien conocidas capacidades de su esposa.
En los primeros tiempos en la Casa Blanca fueron conocidos los pleitos entre ambos por cuestiones de estrategia política. En ocasiones ella solía regañarlo violentamente delante de invitados, lo cual supo rectificar después. Durante el período de la presidencia se caracterizó por su autonomía (sus viajes al exterior la llevaron a lugares tan remotos como China y Turquía). Su preocupación por el respeto hacia la intimidad de su hija Chelsea le atrajo respeto de los medios. Ha sido autora de un libro para niños «Se necesita una aldea» que se convirtió en un best seller. También publicó su autobiografía. Pero atiende incluso detalles domésticos, como evitar que se pongan en los centros de mesa las flores que provocan alergia a su esposo.
Al abandonar la presidencia de los Estados Unidos, Bill Clinton, se fue a envuelto en una aureola de prestigio. Ningún otro presidente norteamericano había dejado su cargo con una aprobación de más del 60% de sus conciudadanos. Clinton logró sumarse a las minorías discriminadas, negra e hispana, y alcanzó un alto nivel de aceptación en el sector femenino. Todos los analistas coinciden en que fue un político competente que supo manipular la opinión pública con tácticas eficaces. Su utilización de la comunicación social excedió la de sus predecesores. Clinton realizó un promedio de 550 discursos anuales, mientras que Reagan hizo 320 y el ya remoto Harry Truman, solamente 88.
La causa de su popularidad hay que ubicarla en la inusitada prosperidad económica de sus ocho años de gobierno. En ese lapso se crearon 22 millones de nuevos empleos, se eliminó el déficit fiscal, la tasa de desempleo fue la más baja de los últimos treinta años y la tasa de inflación fue la más reducida en cuarenta años. Bush padre había dejado la economía en un estado ruinoso y fue Clinton el que la encaminó a su recuperación.
Sin embargo tuvo que sufrir una oposición feroz que trató por todos los medios de enlodarle con el affaire Whitewater, de especulación inmobiliaria, y con el affaire Lewinsky. Sus aventuras sexuales fueron motivo de una encarnizada campaña que puso en peligro su mandato. El implacable fiscal Ken Starr recibió la encomienda de la derecha republicana de aplastar a Clinton, pero no lo logró. Ese intento de desafuero, por un episodio de su vida privada, contrasta con la permisividad en torno a la vida amorosa del Presidente Kennedy, quien fue un consumado Casanova y sus cuantiosas aventuras femeninas dejarían a Clinton como un monje en abstinencia.
Su política exterior hizo intrépidos esfuerzos por resolver la crisis israelo-palestina, pero abandonó su cargo frustrado por no haberlo logrado. Fue el primer Presidente que disfrutó de unas relaciones internacionales sin la rémora de la Guerra Fría, pero no pudo desembarazarse del papel interventor y agresivo que los intereses estadounidenses le imponían. Ordenó bombardeos punitivos a Irak, Sudán y Afganistán; impuso intervenciones militares en Haití, Bosnia y Kosovo. Sin embargo, comprendió el papel preponderante que China desempeñará en el siglo que comienza y le otorgó estatus de nación más favorecido en su comercio exterior. En buena medida muchas de las decisiones de Clinton estuvieron influidas por su inteligente esposa.
Pese al machismo circundante, de ahora y de siempre, las mujeres han dejado una sólida huella en la historia como lo demuestran Juana de Arco, María de Medicis y Catalina la Grande. Tal parece que Hillary Clinton por su inteligencia y capacidad está llamada a un papel importante en la historia de Estados Unidos. Falta por ver si la madurez de aquella nación permite que sea gobernada por una mujer.