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Prólogo al libro «La impunidad imperial. Cómo EEUU legalizó la tortura y «blindó» frente a la Justicia a sus militares, agentes y mercenarios»

Fuentes: Rebelión

Hannah Arendt señala que: «el sufrimiento es una experiencia particular e incomunicable en que uno está cada vez más sujeto a la «necesidad», al dominio de las puras necesidades naturales. El torturado se reduce a una situación en que habla la naturaleza en vez de la libertad, en vez de la conciencia. Habla el dolor, […]

Hannah Arendt señala que: «el sufrimiento es una experiencia particular e incomunicable en que uno está cada vez más sujeto a la «necesidad», al dominio de las puras necesidades naturales. El torturado se reduce a una situación en que habla la naturaleza en vez de la libertad, en vez de la conciencia. Habla el dolor, no la persona. La tortura es el instrumento de los que temen la personalidad, temen la responsabilidad, y desean convencerse una y otra vez de que la personalidad no existe realmente, que la libertad es más débil que la necesidad natural, de que se puede silenciar a la persona mediante las exigencias de la naturaleza». En el uso calculado de la tortura hay también una maldad especial. Se cierra a la persona frente al «proceso» de tal modo que infaliblemente gana el proceso. ( Violación de la persona individual mediante la tortura)

Los Estados Unidos fue uno de los países promotores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y promover la constitución de las Naciones Unidas; los horrores vividos durante la Segunda Guerra Mundial, llevaron a la comunidad de las naciones a generar normas y condiciones de convivencia para evitar volver a repetir el drama que viviera la humanidad.

Lamentablemente en el tiempo esa voluntad fue cayendo y los valores y principios sustentados quedaron en lo formal y en muchos casos fueron violados sistemáticamente.

Las tensiones internacionales se fueron agudizando y con el fin de la Guerra Fría, los EE.UU. fue avanzando en imponer su hegemonía e intereses al resto del mundo, a través de intervenciones armadas o ingerencia en los asuntos internos de otros países, violando el Derecho Internacional; los Pactos y Protocolos; las Declaraciones y Convenciones internacionales; entre los que podríamos señalar los Acuerdos de Kyoto y el Tribunal Penal Internacional, promulgados por las Naciones Unidas.

Respondiendo a sus propios intereses estratégicos, económicos y políticos, actúa en forma unilateral con total y absoluta impunidad, generando mayor inseguridad internacional, llevando al aumento de las tensiones y conflictos, como a la implantación del terrorismo de Estado.

Debemos hacer memoria de la larga historia de intervenciones armadas en diversas partes del mundo por parte de los Estados Unidos, violando la soberanía de los pueblos, como en Centroamérica con la intervención abierta y encubierta a través de la CIA contra el gobierno de la Revolución Sandinista, en Nicaragua; que soportó diez años de «guerra de baja intensidad»; con un alto costo de miles de muertos y heridos.

La invasión a Panamá a fin de derrocar y apresar a su ex aliado, el general Noriega, dejando un saldo trágico de muertes principalmente de mujeres y niños, víctimas de los bombardeos y la invasión por tropas norteamericanas.

Haití fue invadida en reiteradas oportunidades por los EE.UU. para imponer gobiernos títeres y dando apoyando a dictaduras que respondan a su política, como fueron los Duvalier y Cedrás.

Haití sufrió recientemente una nueva invasión por tropas de EE.UU., Francia y Canadá para derrocar al presidente constitucional Bertrand Aristide; generando antecedentes peligrosos para el resto de los países del continente, al deponer, secuestrar y obligar a exilarse a un gobierno elegido democráticamente por el pueblo.

Muchas otras intervenciones militares jalonan la política de EE.UU. para preservar sus intereses económicos y estratégicos; en un continente latinoamericano al que considera parte de su «patio trasero».

La más notoria de las intervenciones en los últimos tiempos, es el apoyo político, militar y económico a grupos opositores en Venezuela para derrocar al presidente Hugo Chávez; como la infiltración de grupos armados mercenarios desde Colombia, en el intento de provocar un «conflicto de baja intensidad», como lo hiciera en Nicaragua, el Salvador y Guatemala, con un alto costo en vidas humanas y la destrucción de la capacidad productiva de los pueblos.

EE.UU. depende del 15 por ciento del petróleo venezolano.

El bloqueo económico impuesto en forma unilateral por más de 45 años contra Cuba, a pesar de las resoluciones de la ONU., son sistemáticamente desconocidas por los EE.UU., redoblando su política de agresión y aislamiento del pueblo cubano.

A esto se suma los operativos de contrainsurgencia e intervención con apoyo militar, económico y logístico en Colombia, para la lucha contra las guerrillas; como la instalación de bases militares diseminadas en todo el continente latinoamericano, como la de Manta, en el Ecuador.

Las prácticas aberrantes de torturas e invasiones a otros países por parte de los EE.UU. no son nuevas; en algunos casos son directas y en otras indirectas; basta recordar que más de 80 mil militares latinoamericanos fueron formados en las Escuelas de las Américas en Panamá y en las academias militares de los EE.UU. para implantar la llamada «Doctrina de Seguridad Nacional», basada en la polarización Este-Oeste. De esos centros surgieron los militares que dieron los golpes de Estado en sus países, para imponer el proyecto de dominación económica y cultural

En los archivos del Terror descubiertos en Paraguay, se han encontrado manuales de torturas de la CIA, utilizados durante la dictadura del general Alfredo Strossner, utilizados para preparar a las fuerzas armadas y de seguridad e implementar métodos aberrantes para imponer políticas de terror; como el secuestros, torturas y asesinatos, y la «desaparición de personas»; aplicados tanto en la Argentina, como en toda América Latina y otros países como en Africa y Turquía.

Esa política del terror, y los métodos de torturas, se impuso a través del denominado «Plan Cóndor», y se extendió a diversos países, como en Centroamérica, Perú, Bolivia y Brasil; utilizaron operativos comandos de inter-fuerzas de los países y el intercambio de prisioneros y operativos conjuntos en el secuestro, asesinato y desaparición de personas , como el del chileno Orlando Letelier, en un acto terrorista enWashington; el atentado en Roma, para asesinar al ex ministro de Chile durante el gobierno de Salvador Allende; el doctor Bernardo Leiton, quien sobrevivió al atentado.

Los tentáculos de el terrorismo de Estado se extendió con total impunidad, como el asesinato del ex presidente de Bolivia, general Torres en Buenos Aires y del Senador uruguayo Michelini; en la misma ciudad..

En su libro Montoya señala al l ex embajador norteamericano en Honduras, llamado el «virrey» John Negroponte, quien en la década del 70 y parte del 80, fue el artífice de preparar a la «Contra» para combatir a la Revolución Sandinista en Nicaragua.

Es importante recordar que fue uno de los últimos embajadores en Irak; es un especialista en «contra-insurgencia» y actualmente designado Director de Inteligencia Nacional de los EE.UU. por el presidente George Bush. Evidentemente no estamos frente a casualidades. Los intereses por las fuentes energéticas como el petróleo, y los intereses geopolíticos en la región del Oriente Medio, como la profunda crisis económica que afronta los EE.UU., han llevado al presidente Bush a lanzarse a la aventura de guerras con consecuencias imprevisibles.

El «virrey» Negroponte es uno de los responsable de las masacres en Centroamérica y en otros países; aplicando la metodología del secuestro y desaparición de personas. Basta recordar su accionar junto a Henry Kissinger, cuando era Secretario de Estado; los operativos y su actuación en Laos y durante el golpe de Estado en Chile por el general Augusto Pinochet. Estamos frente a la situación de imponer el «terrorismo globalizado».

La situación actual que vive la humanidad y las guerras desatadas en Irak y Afganistán, como los atentados de la resistencia y la aplicación de métodos aberrantes, como las torturas, desapariciones y muertes; violan la Convención de Ginebra y son semejantes a las utilizadas en América Latina. Me traen a la memoria situaciones vividas y comprobar como esas políticas y metodología continúan aplicándose.

El lenguaje es un instrumento para ocultar la realidad; en ningún momento los EE.UU. habla de torturas; sino de «excesos». Señalan que todo lo actuado es para devolver la democracia y la libertad a los pueblos, como Irak y Afganistán; mientras masacran a los pueblos que dicen liberar.

Soy un sobreviviente del terror de la dictadura militar argentina; se lo que es la tortura por haberla sufrido; como ser parte de un vuelo de la muerte el día 5 de mayo del año 1977; donde arrojaban al mar a prisioneros, inyectados y con pesos para que sus cuerpos no floten. Que no me hayan arrojaron al mar, se debió a la fuerte presión de gobiernos de diversos países; de las iglesias y organizaciones internacionales y sociales, quienes realizaron campañas solidarias para salvar mi vida.

Por experiencia se que el torturador no está solo; tiene quien lo apoye y avale en su «trabajo» de destruir u otro ser humano. Es necesario comprender como el sistema de dominación logra transformar hombres y mujeres en monstruos, dispuestos a matar, torturar, violar y después lavan sus manos de sangre y regresar a sus casas; aman a sus hijos, esposas o esposos y no tener cargos de conciencia.

Existen mecanismos de acción psicológica para lograr que determinados grupos corporativos como las fuerzas armadas y las de seguridad, actúen de acuerdo a «ordenes superiores»; la suplantación de valores y justificaciones colectivas donde la culpabilidad se diluye a través de la «suspensión de las conciencias».

Los comportamientos colectivos conforman pertenencia y aprobación de lo actuado; todos deben pasar por el «fuego», es decir, torturar, violar, asesinar, lo que asegura el «pacto de sangre y el silencio»; el torturador sabe que no está solo, tiene pertenencia y protección de un grupo, de una fuerza que justifica su accionar y que responden a la denominada «obediencia ciega»; que lleva a compartir las responsabilidades y tener como objetivo valores que todo lo actuado es por el bien de la «patria», contra el demonio del «terrorismo internacional»; en bien de valores superiores, religiosos y políticos.

Buscan el consenso de sectores de la población. La re-elección de Bush, como presidente de los EE.UU. se basa en el miedo y en la desinformación y manipulación de los medios informativos. Esos mecanismos fueron utilizados por el nazismo, como por muchos gobiernos autoritarios surgidos de elecciones populares y no sólo durante las dictaduras militares.

Países llamados democráticos, porque votan, pero que continúan aplicando la tortura, los secuestros y asesinatos.

La historia está llena de situaciones por donde transita el terror; y los mecanismos utilizados para justificar lo injustificable. Entre ellos podría señalar el primer genocidio del siglo XX contra el pueblo armenio en 1915; el holocausto durante la Segunda Guerra Mundial contra el pueblo judío y los gitanos; el genocidio y etnocidio del pueblo tibetano bajo la invasión China; las masacres por Rusia en los Balcanes y Chechenia; la situación en los Grandes Lagos de Africa, que ha costado mas de siete millones de víctimas.

Muchas de estas masacres y violaciones de los derechos humanos, han pasado a «los olvidos intencionados» y esa actitud cómplice por miedo y omisión que determina que: «de eso no se habla». Es el reino de la impunidad jurídica y el desconocimiento y debilidad de las instancias internacionales para aplicar el Derecho Universal.

Después de la caída del Muro de Berlín en 1989, muchos pensamos que el mundo entraba en una etapa de entendimiento y resolución de los conflictos aún vigentes; el fin de la Guerra Fría, era despertar a nuevas esperanzas en las relaciones humanas y de los pueblos; se esperaba la vigencia del derecho internacional que permitiría afrontar los desafíos más urgentes de la humanidad; la lucha contra el hambre y la pobreza; la necesidad de implementar políticas y programas para el desarrollo y la cooperación internacional.

Nos equivocamos, el mundo se ha vuelto mucho más inseguro y el monopolio de la fuerza militar, económica y política se ha centralizado en pocas manos del poder internacional y EE.UU. se ha transformado en un imperio. El Emperador George Bush ha abierto la «Caja de Pandora» y desatado las calamidades sobre la vida de los pueblos y se le esta volviendo incontrolable.

El imperio maneja los resortes del poder económico y militar; el tráfico de armas y drogas. La crisis económica que afecta a la gran potencia hace necesaria la guerra para sostener su déficit y potenciar el complejo industrial-militar.

Las Naciones Unidas que se ha transformado en un cascarón vacío y sin ninguna incidencia en los problemas que afectan a la humanidad. Otros organismos responden a las políticas del imperio como el FMI y el BM. La Unión Europea que podría jugar un rol fundamental en el equilibrio mundial esta fracturada y sin capacidad de respuesta y supeditada a los dictados del imperio.

Para alcanzar sus objetivos a través de la violencia de las armas y los condicionamientos económicos y políticos, el Imperial exige inmunidad para sus soldados en otras partes del mundo, a fin de evitar que sean juzgados por los crímenes cometidos o que pudieran cometer.

El atentado terrorista del 11 de septiembre, le permitió al gobierno de George Bush actuar sin el consentimiento de las Naciones Unidas y del Consejo de Seguridad; profundizar en sus políticas de dominación, ante la impotencia de la comunidad internacional y el reclamo de los pueblos que alzaron su voz en el mundo para decirle «No a la Guerra», la cual no pudo evitarse; la voz de los pueblos no fue escuchada.

Las torturas en Irak, y Afganistán, como en la base militar de EE.UU., en Guantánamo, Cuba, ponen en evidencia la falta absoluta de respeto a la soberanía de los pueblos, transformando las bases en centros de torturas y aplicando métodos aberrantes violando los derechos humanos.

El gobierno de los EE.UU., ha desarrollado todo un lenguaje que responde a sus intereses y justificativos; habla del terrorismo de diversos signos y levantado su cruzada internacional, utilizando los signos y símbolos religiosos vaciados de contenido.

Y a la vez se ha transformado en un Estado terrorista; poniendo en evidencia sus verdaderas intenciones, levantando falsas acusaciones para justificar sus acciones; como el uso de armas de destrucción masiva, nunca encontradas en Irak. El Imperio muestra su verdadero rostro marcado por la destrucción y la muerte.

Roberto Montoya ha investigado las violaciones de los derechos humanos por el poder imperial de los EE.UU. y la impunidad. Si algunas cosas se conocían y fueron ampliamente difundidas, como las fotografias de las cárceles de Irak, el horror de los prisioneros torturados y algunos testimonios; muchos de esos hechos estaban dispersos.

Al sistematizarlos y poder profundizar en las políticas aplicadas y su metodología permite comprender el drama profundo que hoy viven los pueblo invadidos y que afectan a toda la humanidad.

Montoya aborda una tarea dificultosa y con coraje, frente a mecanismos de censura y ocultamiento de la información. Los documentos y testimonios recogidos son utilizados con sobriedad y sin especulaciones, tratando de poner en evidencia los comportamientos y contradicciones de una gran potencia que hoy, a través del poder militar, busca la dominación mundial y no repara en los medios a utilizar, para alcanzar sus fines.

Entre la profusa documentación recoge expresiones como las del general Müller quien busca justificar la actuación de los soldados y las prácticas de la tortura, cuando habla de la importancia de conseguir resultados «rápidos», en los interrogatorios..

Los hombres y mujeres soldados en Irak, responsables de aplican tormentos y vejaciones morales, físicas y psicológicas contra los prisioneros; han señalado en el juicio, después del escándalo e indignación internacional al difundirse las fotografías, donde se ven perros atacando a los prisioneros, o esas masas humanas desnudas obligándoles a actos denigrantes y donde sonriendo muestran a sus víctimas como si fueran animales, nos retrotraen a situaciones que vivimos en nuestros países bajo las dictaduras militares.

El gobierno de los EE.UU. busca justificar lo injustificable y dejar un cono de dudas sobre la legitimidad de lo ilegitimo. La ley responde a sus propios intereses o tratan de alterarla para sus fines; son mecanismos que fueron utilizados por Hitler y muchos otros dictadores.

Los militares acusados de cometer torturas en las cárceles de Irak y de «hacen el trabajo sucio»; en el juicio, señalaron que recibían órdenes de sus superiores.

Tanto el presidente Bush, como el Secretario de Estado Donald Rumsferl, y Tony Blair Premier de Gran Bretaña, no podían ignorar lo que pasaba en las cárceles de Afganistán, e Irak, en la ya tristemente célebre Abu Ghraib, prisión que fuera utilizada por Sadam Hussein y actualmente por el ejercito de los EE.UU. con los mismos fines, de aplicar torturas, provocar muertes y el trato cruel y degradante violando los derechos humanos.

Vuelvo a insistir, los torturadores no están solos, actúan con el consentimiento de las autoridades y responden a órdenes militares; como de responsables de los gobiernos; dentro de esa política y metodologías se encuadran los médicos que buscan «mantener» al torturado en condiciones de poder recibir mayor castigo y que «no se les vaya»; que no se les muera, a fin de poder continuar los interrogatorios.

Otros sectores cómplices son los equipos legales; los religiosos que avalan y justifican las torturas y sostienen a los torturadores sobre la necesidad de «hacer el trabajo» en bien de valores superiores , religiosos y éticos.

Los partidos políticos que consienten en forma abierta o encubierta los métodos aplicados a los prisioneros, los jueces que callan y tratan de no aplicar la ley a quienes violan los derechos humanos.

La metodología de aplicar la extra-territorialidad para evitar encuadrarse en la Convención de Ginebra, y la negación de una defensa justa a los prisioneros, sometidos a aislamiento, torturas, vejaciones.

Montoya ha recogido testimonios de prisioneros en Guantánamo, en Afganistán y en Irak. Denuncia los hechos y recoge informes de organismos internacionales como Amnesty Internacional . Human Right Watch; denuncia a la CIA y pone en evidencia el translado de prisioneros a países donde se violan los derechos humanos.

Utilizan mecanismo que fueran experimentados durante las dictaduras militares en América latina.

El informe de Schlesinger, que debía investigar los casos de torturas y crímenes de prisioneros en la prisión de Abu Ghraib: señala frente a la denuncias de la Cruz Roja Internacional; que hay que aplicar métodos para sacar la información a los prisioneros.

El sistema buscar justificar las atrocidades y la impunidad de los crímenes cometidos, como la complicidad abierta o encubierta en ese juego perverso de la suspensión de las conciencias y donde el ser humano deja de ser sujeto para transformarse en objeto, y al que hay que someter a través de las torturas y donde no habla la persona; porque ahí no hay nadie.

El libro sobre la Impunidad Imperial, de Roberto Montoya pone al descubierto el horror y a los cómplices de los crímenes cometidos, como Gran Bretaña, Italia, España, durante el gobierno de José María Aznar, quienes también son copartícipes y responsables de crímenes de lesa humanidad.

Tal vez los gobernantes y torturadores piensen que la impunidad es eterna y que no serán alcanzados por la justicia, pero los tiempos cambian y la Verdad y la Justicia llegan; tardan pero llegan.

Es necesario hacer memoria, reunir las piezas dispersas para reconstruir el caminar y los acontecimientos de la humanidad.

Es necesario recordar que los crímenes de lesa humanidad no prescriben en el tiempo.

Cuando analizamos la situación actual, vemos que los viejos métodos de represión, torturas y violaciones sistemáticas de los derechos humanos y de los pueblos, tienen bases de experimentación en otros países, como el intercambio de prisioneros, las torturas y la impunidad. El operativo Cóndor aplicado en el Cono Sur, del secuestro y asesinato en otras partes del mundo, como su aplicación en nuestros países, podemos verlo en la situación actual donde EE.UU., vuelve a utilizar con la complicidad de gobiernos, los mismos métodos aberrantes utilizados en América Latina, y aplicados en Irak, Afganistán y Guantánamo.

La única forma de no quedar sometido a la barbarie y quedar en un estado de indefensión, es poder llegar a tener la información correcta y en ejercer la resistencia social y cultural de los pueblo.

El imperio no respeta ningún derecho incluso, el del propio pueblo norteamericano sometido al miedo y a la manipulación informativa.

Estamos frente a grandes desafíos de la humanidad que vive una profunda crisis de valores, de un país líder que atraviesa una etapa de oscurantismo y violencia, transformado en un imperio que se precipita hacia su propia autodestrucción, como bien lo señalara Abraham Lincold hace mas de cien años y que el presidente Kennedy tomara como ejemplo en su discurso ante Asamblea General de las Naciones Unidas en el año 1960.

Los pueblos del mundo deben reaccionar antes que sea tarde. Montoya hace un valioso aporte a la reflexión y lo hace a través de la documentación y sistematización de lo que vive la humanidad y las consecuencias que puede tener para la vida de los pueblos, las políticas impuestas por los Estados Unidos al mundo y las violaciones de los derechos humanos en cárceles, como la metodología impuesta a través del Terrorismo de Estado.

Debemos hacer memoria, no para quedarnos en el pasado, la memoria nos debe iluminar el presente, porque es a través del presente donde podemos generar nuevas condiciones de vida y proyectar el futuro de nuestras propias vidas, de nuestros pueblos y la humanidad.

Lo que sembramos recogemos, no hay otro camino. Los campesinos saben concretamente, a través de la experiencia, que si plantan una semilla de maíz, recogerán el fruto del maíz; si se planta la violencia, recogeremos violencia. Si tenemos la capacidad de la resistencia y el coraje de oponernos a la violencia podemos construir nuevos espacios y paradigmas para alcanzar lo que con fuerza señalamos en el Foro Social Mundial, «Otro mundo es posible»; esa es la esperanza y el aporte que Roberto Montoya realiza con su trabajo de investigación, para poner a disposición un valioso material que nos permita conocer y actuar en bien de la humanidad.

Buenos Aires, 4 de Mayo del 2005

Adolfo Pérez Esquivel, fundador en los años 70 del diario Paz y Justicia, precursor de los derechos de los obreros e indígenas latinoamericanos; encarcelado por la dictadura militar argentina de 1977 a 1978; recibió el Premio Nobel de la Paz 1980 por su lucha a favor de los derechos humanos y fue poco después designado miembro del comité ejecutivo de la Asamblea Permanente de la ONU sobre Derechos Humanos. Ha participado en numerosas misiones internacionales por la paz en Nicaragua y en conflictos en Sudáfrica, Oriente Medio, Afganistán y otros. Actualmente se dedica a la Fundación Servicio, Paz y Justicia (SERPAJ) y al proyecto Aldea Niños para la Paz.

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