En el norte de Uganda se libra una guerra que desde 1986 ha causado la muerte de 150.000 personas y el desplazamiento de otro millón y medio de personas. La mayor parte de los «combatientes», alrededor del 90%, son niños secuestrados por el cristiano Ejército de Resistencia del Señor (LRA), una guerrilla-secta de gran crueldad. […]
En el norte de Uganda se libra una guerra que desde 1986 ha causado la muerte de 150.000 personas y el desplazamiento de otro millón y medio de personas. La mayor parte de los «combatientes», alrededor del 90%, son niños secuestrados por el cristiano Ejército de Resistencia del Señor (LRA), una guerrilla-secta de gran crueldad. Niños que han logrado huir de sus filas narran sus terribles experiencias. Cortaron las cabezas de tres personas y me obligaron a utilizarlas como soporte para poner la marmita, mientras sus ojos me miraban», recuerda Alice, de 17 años y que fue secuestrada por el LRA cuando contaba 11 años. Ese fue el castigo que recibió Alice por intentar huir de sus captores.
La joven, de cortos cabellos, pasará los próximos meses en el centro de rehabilitación para niños soldado creado por la ONG World Vision en la localidad de Gulu, en el norte de Uganda. Al igual que ella, decenas de niños soldado que han logrado huir o han sido rescatados tratan de olvidar una experiencia que les ha dejado profundamente traumatizados.
Alice relata que en el campamento del LRA»debíamos reunir y desmontar los fusiles. Si no lograbas llegar al mismo, los rebeldes nos escupían en los ojos y nos obligaban a revolvernos en excrementos humanos».
«A veces marchábamos día y noche para escapar del Ejército ugandés. Algunos morían de agotamiento continúa narrando su experiencia Alice con voz monocorde. Muchos sufrían de hambre y sed. Comíamos hojas, las mismas hojas que les dábamos a los cerdos. Para sobrevivir, bebía la orina de mi bebé, y le daba mi orina a mi niño», nacido de un matrimonio forzado con un «viejo» rebelde, recuerda la adolescente.
Alice enmudece durante minutos, para añadir que «agradezco a Dios por darme coraje para contarle esto». En su cuello se observan gruesos nudos de heridas mal cicatrizadas.
Michael Oruni, responsable del programa de rehabilitación, afirma que tratan de que los traumatizados niños se «reencuentren con los valores perdidos». Oruni señala que más de «30.000 niños han sido secuestrados por el LRA», la guerrilla cristiana que lidera el iluminado Joseph Kony, que los emplea como soldados o esclavos sexuales.
Hacerles hablar
Uno de los objetivos del proyecto, indica Oruni, es disculpar a los niños y niñas y hacerles hablar para reintegrarlos en la vida civil.
Al respecto, Christine Oroma, cuyo trabajo en World Visión consiste precisamente en liberarles de esa carga mediante el relato de su experiencia, señala que «les explicamos que han sido forzados para cometer estas atrocidades. Hablando, los niños se pueden curar. Si guardan para ellos los horrores que vivieron pueden volverse locos», añade.
«En el campamento los niños perdieron la razón. Matar se volvió normal», explica Tony, de 17 años, secuestrado por el LRAen 2002 junto a su hermano, de quien no ha vuelto a tener noticias. «Si no matas, los malos espíritus te invaden», añade Tony.
Kevin, de 16 años, logró en 2001 escaparse de las filas del LRA, y volvió a su pueblo sin pasar por uno de los centros de rehabilitación. «Tenía pensamientos suicidas. Soñaba que moría del mismo modo en que maté a tres personas. Una de ellas era una verdadera amiga, otro un vecino», recuerda.
«Fueron amarrados a tres árboles, cara a cara prosigue Kevin. Me suplicaron que no los matara. Les dije que estaba obligado porque sino me matarían junto a dos miembros de mi familia. Comencé por matar a la persona que no conocía…». Finalmente, el adolescente terminó en un centro de rehabilitación porque se estaba volviendo loco.
«Ciertos niños jamás se recuperan, se hacen unos ladrones, son muy agresivos. Pero conozco un sólo caso de un niño que cometió otro homicidio después de su vuelta. Mató a su hermana. No había pasado por un centro de rehabilitación», señala Oruni, que añade que para «los niños que pasan por los centros, el índice de recuperación es muy elevado».
Ante las escandalosas cifras de secuestros de niños, Gulu se ha convertido en una ciudad que, cada noche, recibe a entre 6.000 y 7.000 niños que se desplazan a la misma para dormir, según explica el sicólogo Fran Miller, de la organización Médicos Sin Fronteras (MSF).
Roseta y Gloria, de apenas diez años, dejan su pueblo a la caída de la tarde y caminan una hora hasta Gulu. Así lo han hecho durante los últimos años porque «tenemos miedo de los rebeldes», explica Roseta. «Mi hermana fue secuestrada y jamás volvió. Aquí, en la ciudad, nos sentimos seguras», añade Roseta.
Así es la vida para mucha gente en el norte de Uganda. Una guerra olvidada pese a su extrema crueldad, que sólo merece un poco de atención de los medios de comunicación después de cada matanza. En Uganda no hay petróleo. –
GULU (UGANDA)
Los diez mandamientos Los combatientes del LRA son conocidos en Uganda como los ‘olum’, que en lengua acholi significa ‘hierba’. Joseph Kony lidera la guerrilla cristiana del Ejército de la Resistencia del Señor en el norte de Uganda, una milicia no tradicional sino una secta. El iluminado Kony pretende instaurar un régimen basado en los Diez Mandamientos después de expulsar del poder al actual dirigente ugandés Yoweri Museveni. El propio líder se define a sí mismo como la «voz de Dios en la Tierra».
En el complejo panorama político de la región, la supervivencia del LRA durante los últimos veinte años se explica por el apoyo que le brindaba Sudán en respuesta a la ayuda que Museveni prestaba, además de EEUU, a la guerrilla cristiana que operaba del sur de Sudán. El acuerdo de 2005 que puso punto final al conflicto en el sur de Sudán no ha servido, sin embargo, para terminar con el LRA, convertido en un problema para todos. No obstante, el tema también afecta al Ejército ugandés, al que se acusa de matanzas y de beneficiarse de la guerra.