Así empieza el himno negro sudafricano, que no es otra cosa que la constatación de la dramática situación en la que se encuentra este continente. África es la cuna de la Humanidad. Ha tenido una compleja y rica historia política en los siglos previos a la colonización, con el surgimiento de diferentes imperios, reinos y […]
Así empieza el himno negro sudafricano, que no es otra cosa que la constatación de la dramática situación en la que se encuentra este continente.
África es la cuna de la Humanidad. Ha tenido una compleja y rica historia política en los siglos previos a la colonización, con el surgimiento de diferentes imperios, reinos y Estados que marcaron su esplendor. A partir del siglo XVII, se inició la decadencia africana, coincidiendo con la llegada de los primeros europeos.
Esta colonización tuvo una doble versión, por un lado, en algunas zonas como Sudáfrica y Zimbawe tuvo un carácter de permanencia. Por otro lado, en el resto del continente, los europeos llegaron de forma circunstancial para dedicarse a la actividad comercial, fundamentalmente a la trata de esclavos, calculándose que durante dos siglos fueron sacados de África unos quince millones de habitantes para ese fin.
Resulta llamativo el proverbio africano: «Hasta que los leones tengan sus propios historiadores, la historia de caza siempre glorificará al cazador».
En la segunda mitad del siglo XX, África se convirtió durante la época de la Guerra Fría en uno de sus principales escenarios, donde los Estados Unidos y la Unión Soviética se disputaron la hegemonía del orden constituido tras la Segunda Guerra Mundial, utilizando los cuerpos de los africanos como carne de cañón. Guerras como las acontecidas en Angola y Mozambique cabe enmarcarlas en el contexto de internacionalización de la violencia, en la que los africanos se convirtieron en nuevos títeres de las ansias y pretensiones de Washington y Moscú. Actualmente hay en el continente africano unos 51.000 cascos azules, siendo más de veinte millones los refugiados africanos. El continente africano aumentó su gasto militar en un 24% entre 1996-2002.
Siguiendo a la ONU, de los trece millones de fallecidos en el mundo en conflictos a gran escala en la última década, doce millones eran africanos.
¿Existe la democracia en África?
La democracia es vista esencialmente en su dimensión electoral. La política es sentida a través de la crisis generada por las monocracias, las estructuras nepotísticas y la corrupción galopante. La democracia africana es globalmente decepcionante, con el uso de la violencia como forma de llegar al poder, con sus guerras civiles consiguientes. El proceso democratizador es salvo contados casos como Zambia, Malí, Níger, Malawi o Ghana, que se han producido alternativas y alternancias, siempre ha sido un fracaso.
Estamos asistiendo a un rechazo generalizado de la población africana del mundo de la política, de sus instituciones y contenidos, a la desconexión del pueblo de la organización estatal, limitando sus relaciones con éste a lo estrictamente necesario para conseguir la obtención de un documento oficial.
La constatación de que la crisis democracia en África es una consecuencia de la crisis del Estado, políticamente liberticida y económicamente improductiva. Se demanda una reconstrucción integral para que tanto sus capacidades institucionales, administrativas y de gobierno puedan fortalecerse.
Con los Estados actuales es totalmente imposible una democracia viable para África. Muchos africanos identifican a éste con la elite, que ha sido incapaz de encauzar las energías hacia un fin tan importante como es la erradicación de la pobreza y desigualdad, ni ha sido capaz de producir una simbología colectiva fuerte y creíble para levantar una movilización popular auténtica.
El expolio económico africano
El expolio es evidente y los intereses económicos son el principal mal de África. Todos conocemos las grandes riquezas minerales y energéticas que posee este continente. Estamos empezando a conocer como operan las multinacionales norteamericanas y europeas en él, con la explotación sin límite, degradando el medio ambiente y los sistemas hídricos, enfrentado a comunidades indígenas entre sí, etc. Sirva como ejemplo, el informe de Human Rights Watch que dice que entre 1976 y 1996 se han producido 4.835 vertidos de petróleo en la región del Delta del río Níger, que equivale a 12 toneladas de metano diarios altamente contaminante. O lo que sucede con el presidente Obiang, en Guinea Ecuatorial, en uno de los mayores expolios petrolíferos conocidos en la historia.
África posee grandes reservas de minerales: oro, platino, uranio, diamantes, etc., que están en el origen de muchos de los conflictos existentes. Veamos un ejemplo: el coltan es una de las principales causas de la guerra del Congo. Este es un mineral imprescindible para fabricar bienes tan necesarios en Occidente como las baterías de teléfonos móviles, cuya escasez ya es notable. Las grandes empresas que necesitan este material no escasean medios para obtenerlo. Así, financian a fuerzas paramilitares que provocan miles de muertos y que apoyan a dictadores sin escrúpulos, convirtiendo el Congo en uno de los países más pobres del mundo.
El diario londinense The Independent denuncia en un informe, como decenas de multinacionales biotecnológicas y farmacéuticas occidentales se están haciendo ilegalmente con recursos biológicos de África para desarrollar en sus laboratorios productos muy lucrativos cuyos beneficios no revierten en sus países de origen, violando con ello la Convención sobre Biodiversidad de la ONU.
Con estas muestras, las empresas desarrollan productos patentados particularmente beneficiosos, ya sean plantas para los jardines de Europa, remedios naturales contra la impotencia o incluso productos que sirven para decolorar pantalones vaqueros de diseño. Las multinacionales lo justifican con el argumento de que las plusvalías deben recaer en quienes los desarrollan biotecnológicamente y no en los países de origen de la materia prima. Esto se ha convertido en una nueva forma de pillaje colonial.
¿Tiene futuro la sociedad africana?
Los medios de comunicación occidentales presentan a las sociedades africanas como entes pasivos, incapaces de rebelarse ante las adversidades, dependientes de la mano caritativa de Occidente, sedientas de su presencia para que les ayude. Sin embargo, la realidad es muy distinta porque la población civil africana suele reaccionar con contundencia, creando redes de solidaridad y apoyo, recurriendo a estrategias de supervivencia alternativas y estableciendo sistemas organizativos paralelos.
La realidad es cruel con África, el en año 2004, unas 300.000 personas murieron por las guerras, por el SIDA y la malaria fueron tres millones los fallecidos, habiendo unos 25 millones de personas que están infectados del SIDA, representando el 60% a nivel mundial, cuando solo representan el 10 % de su población.
La escasa voluntad política, los intereses comerciales y económicos de las grandes farmacéuticas y la inexistencia de una política de prevención y sensibilización contundente son los factores que están posibilitando este genocidio africano.
Naciones Unidas augura para África, que en el año 2015, el 51 % de los pobres en el mundo, estén en este continente.
Una de las esperanzas de este continente es que sus gentes más preparadas trabajen allí. Se está produciendo un fenómeno nuevo que es la emigración de 70.000 licenciados africanos a Europa y Estados Unidos, con lo que se está produciendo una gran descapitalización humana del saber. Ésta es especialmente preocupante en los sectores científicos y tecnológicos, en los cuales los países africanos están obligados a suplir las deficiencias provocadas por la emigración de estas gentes, teniendo que importar personal cualificado precisamente de los países occidentales, con un coste anual de unos 14.000 millones de dólares.
Están resurgiendo los odios religiosos fundamentalmente entre las comunidades cristiana y musulmana, produciéndose numerosas matanzas.
Es muy importante escuchar las voces y las opiniones procedentes del propio continente africano, que son generalmente obviadas, por intentar buscar soluciones y poder escribir su propia historia sin ingerencias ni tutelajes. Debemos hacer y potenciar todas las posibilidades de desarrollo y de futuro de África y de los africanos.